Tras nueve meses de pandemia que vio a 70 millones de norteamericanos sin trabajo y disturbios en masa en protesta contra el asesinato de George Floyd a manos de la policía, el 2021 empezó con un rayo de esperanza. Pero con la distribución desigual de la vacuna, nuevas oleadas de la pandemia, la vuelta a las evicciones al levantarse la moratoria y el trato brutal de los haitianos en la frontera del sur, el 2021 trajo más desilusión con el sistema y una idea tomando forma de la lucha necesaria para liberar a nuestro pueblo.
Se hizo cada vez más claro que nuestra clase necesita una visión de lo posible. Las elecciones de 2020 dejaron ver una clase trabajadora profundamente dividida. Una tercera parte votó por Biden, otra tercera por Trump y un tercio no votó. El voto partidario—además de los otros problemas sociales—siguió haciendo impacto en el 2021 con las dos elecciones en Georgia del 5 de enero y el asalto al Capitolio el día siguiente. Después de cuatro años de provocaciones divisorias por parte de Trump, el atractivo de la Presidencia de Biden era la promesa de cierta estabilidad. Claro que un sistema capitalista que se derrumba no puede asegurar la estabilidad porque satisface cada vez menos las necesidades de sus trabajadores y mientras, ¡amenaza con destruir el planeta! La clase gobernante ataca buscando un futuro que asegure su permanencia en el poder; la clase trabajadora se faja por un futuro que asegure nuestras necesidades básicas.
Clase En Movimiento
Y eso es lo que estamos haciendo. En abril, la campaña por una unión de los trabajadores de Amazon en Alabama sufrió un revés, pero la Retail, Wholesale and Department Store Union (RWDSU) está luchando como nunca, organizándose, reuniéndose en los hogares, llamando a la puerta de la gente y manteniendo charlas todas las semanas en un restaurante local. En noviembre, el presidente de la RWDSU, Stuart Appelbaum, le informó a Reuter que “hay empleados que nos han dicho que ahora votarían a favor del sindicato”. Los Teamsters (sindicato de los camioneros) y la AFL-CIO también se unieron a esta lucha. Mientras tanto en Staten Island miles de trabajadores de Amazon presentaron una petición reclamando una unión. El Washington Post informa que en lo que va del año se han ido a la huelga obreros—desde trabajadores en Hollywood hasta personal de salud—contra 178 patrones. Casi once millones de norteamericanos han dejado su trabajo. Estas cifras de gente que luchan por mejorar su vida dan una idea de cuántas personas están perdiendo su empleo a un sistema cada día más automatizado. Revelan una clase creciente y activa exigiendo una calidad de vida decente.
Los que hemos perdido el trabajo nos ponemos en pie hombro a hombro con los que a penas retenemos un empleo, mientras luchamos por una moratoria sobre los desalojos y vivienda para todos. En junio, paralizamos el oleoducto de Keystone XL y casi inmediatamente nos lanzamos a la lucha contra la operación del oleoducto de Oil Sands, respaldado por Biden. A un año del asesinato de George Floyd, mientras la policía mataba a mil norteamericanos de todos los colores, nos organizamos en contra de la brutalidad policial y las muertes a manos de la policía en Minneapolis, Chicago, Dallas, Atlanta y otros lugares. También hubo manifestaciones recordando la muerte de George Floyd en Alemania, Grecia y España.
Nuevo Sistema Global
Es importante reconocer esta dimensión global. La lucha en EE.UU. refleja las luchas irrumpiendo por todo el planeta. En julio, la columnista de política exterior Elise Labott escribió, “Sería un eufemismo extremo llamar al 2021 el verano de descontento”, refiriéndose luego a los disturbios por parte de los trabajadores en Colombia, Cuba, Etiopía, Haití, Sudáfrica y las luchas que se avecinan en otros 37 países, todo por el fracaso de este sistema a la hora de satisfacer las necesidades básicas de la gente. La producción capitalista no sólo le falló al pueblo con servicios inadecuados sino que siguió causando graves daños al medio ambiente, “proveyendo” sólo mayor desnutrición, rupturas en la cadena de producción, insuficientes suministros de vacunas y el aumento de precios de artículos de necesidad. Labott señala que este trastorno global fue mayor en Estados Unidos “porque el Covid-19 expuso las brechas de EE.UU.”
Como país que reemplazó la aristocracia del Viejo Mundo con una estructura de poder centrada en una clase capitalista emergente, la clase gobernante de Estados Unidos ha mantenido su poder insistiendo en que la libertad política depende del sistema capitalista. Pero hasta en los albores del país en 1776, el economista Adam Smith había advertido que los “amos” capitalistas, o sea, la clase dirigente, siempre se organizaría en contra de los intereses de la clase obrera y que ésta tenía que organizarse para sobrevivir. En el 2021, cuando el sistema puede producir la mayoría de los bienes y servicios sin empleo de mano de obra, la lucha objetiva por un nuevo sistema ya está en marcha.
La clase dominante mostró un nuevo grado de crueldad al estallar la pandemia. El gobierno de Estados Unidos creó unas asociaciones privadas-públicas para asegurar que los billonarios del país se hicieran aún más ricos con la crisis. Y según el Instituto para los Estudios Políticos, eso mismo han hecho, señalando que ha incrementado su riqueza por 62 por ciento.
Hoy, todo el mundo ve que el sistema está quebrado. Por todas partes, para ayudarse mutuamente, los obreros están trabajando en su periferia y fuera de él. Sin embargo, si tenemos en cuenta las causas globales del derrumbe del régimen capitalista, también podemos ver a nivel mundial motivos de esperanza.
El futuro de nuestra clase depende de una visión compartida del mundo posible. El potencial de nuestras tecnologías digitales, desarrollándose de forma exponencial, significa que la gran masa de gente expulsada del sistema actual tiene que crear uno nuevo. La utilización inteligente de nuestra tecnología para el bien de todos nos permitiría hacer un uso sostenible de nuestro medio ambiente, sanando y cultivando un mundo más saludable para las generaciones venideras. Con el pueblo al mando de la tecnología, podríamos aislar nuevas enfermedades en el momento en que surgen, ofreciéndole a la humanidad la mejor protección posible de su salud.
Nueva Realidad, Nueva Visión
Ya tenemos la capacidad tecnológica para construir este nuevo mundo. Para lograrlo, es necesario llegar a un entendimiento común de que una clase gobernante que no quiere resolver estos problemas nos está dividiendo ideológicamente. Para mantener su dominio, el gran capital imperante se esfuerza por impedirnos el camino, queriendo im- poner un sistema fascista. Sea cual sea nuestra vieja etiqueta ideológica (liberal, conservador, progresista), la clase trabajadora actual está lidiando con la desilusión ante todas las respuestas trilladas del sistema bipartidista—miope, manipulativo y moribundo—y su exigencia para el “éxito” de que se enfrenten todos contra todos.
La propia desilusión es una etapa necesaria en nuestro desarrollo como clase social porque significa que, al perder las viejas ilusiones, se hace posible una nueva perspectiva. La crisis del sistema fracasado nos lleva a formular una nueva percepción de la realidad. Estamos en un punto en que el sistema capitalista ya no puede prometerle un futuro a la clase trabajadora. Este momento decisivo exige o aceptar soluciones fascistas o pensar de un modo cualitativamente diferente sobre las muchas maneras en que un sistema libre del trabajo físico puede desatar el potencial humano. Al librarnos de la limitada visión del antiguo sistema, podemos ver nuestra interdependencia con nuevos ojos. Unidos por el deseo común de un mundo mejor, podemos concebir nuestras diferencias como la clave para una nueva visión fundada en la nueva realidad que enfrentamos. Esta visión nos deja aprovechar todo el conocimiento humano para resolver los problemas que afrontamos en el diario vivir y en nuestras luchas colectivas alrededor del planeta.
Todos nos fortalecemos cuando reconocemos nuestro potencial y talentos porque entonces podemos cooperar para desarrollarlos a plenitud. El 2022 puede ser el principio de una nueva era de creciente consciencia de clase, de quiénes somos como pueblo y qué clase de mundo podemos crear rechazando la influencia tóxica de una clase gobernante cada día más inútil y fascista.
El 2022 puede ser el año en que los norteamericanos se unen a la vasta mayoría de la humanidad para empezar a construir un mundo nuevo. El primer paso es compartir un entendimiento de la realidad que enfrentamos y una visión de lo posible. Con una visión común, podemos desarrollar las estrategias necesarias para lograr en esa realidad nuestros deseos más entrañables.
enero-febrero 2021. vol 32. Ed 1
¡Este artículo se originó en Rally, Camaradas!
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