El gobierno de EE.UU. sostiene que sus razones por prohibir Tik Tok se deben a cuestiones de seguridad. Hasta la revista Forbes dice que tal razonamiento es peligroso e hipócrita, dado que “Facebook, Apple y Google” tienen el mismo tipo de información “en aún mayor grado”.
Desde las manifestaciones por la regulación de armas de fuego hasta las actuales, las más grandes hasta la fecha, los jóvenes están tomando la delantera contra la brutalidad y el asesinato policíacos. Dos jóvenes de 19 años organizaron una marcha de 15,000 personas en Oakland. Uno de 15 años lanzó a miles más en una protesta en Nashville. Uno de 17 años encabezó otros miles cruzando el puente Golden Gate, y otro de 19 años dirigió un intercambio en una escuela secundaria de St. Louis que incluyó a Cori Bush, recién elegido en las primarias para el Congreso. Unas 26 millones de personas han participado en las protestas inspiradas por Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan), y la mayoría de los manifestantes tienen menos de 34 años de edad. La juventud está lista para un cambio real. La joven Briana Chandler de St. Louis le dijo al New York Times, “los activistas mayores más populares son reformistas . . . mi generación exige la abolición, no la reforma”.
La juventud de hoy tiene buena razón por querer un cambio radical. Se han criado conociendo el poder y el potencial de las tecnologías digitales y bajo una economía que los rechaza abiertamente. Si por suerte tienen trabajo, es al lado de adultos dos veces mayores que ellos cuyo empleo anterior desapareció. El grupo demográfico que más empleos ha perdido debido al coronavirus es el de los jóvenes de 18 a 24 años de edad, y organizaciones como el Foro Económico Mundial anticipan que su capacidad para volver a trabajar no sólo tomará más tiempo que para los demás sino que es probable que sus perspectivas de empleo durante su vida se verán afectadas. Es fácil para la juventud comprender la relación entre las nuevas tecnologías y una economía moribunda, que es una de las razones por la cual la base de apoyo de Andrew Yang, el único de los candidatos a la presidencia que habló sobre los costos de la tecnología, tenía de entre 18 a 29 años de edad. Se puede decir con seguridad que la mayoría de la gente joven sabe que el mundo anda mal.
Por supuesto, la juventud de hoy tiene un interés personal en la supervivencia del planeta y una economía justa, pero además está motivada, como siempre lo están los jóvenes, por un sentido fundamental del bien y del mal. Una encuesta hecha en junio del Centro de Información e Investigación sobre la Educación y Participación Cívica (CIRCLE) de la Universidad de Tufts halló que las tres mayores preocupaciones de la gente joven al arrimarse las elecciones de noviembre son el medio ambiente, el racismo y la atención médica accesible.
Todas están relacionadas con necesidades básicas, y nuestra juventud demuestra una y otra vez que comprende la conexión. Las manifestaciones de Black Lives Matter compararon los testimonios de padres hostigados por la policía con las historias de padres bajo la amenaza del desalojo durante la epidemia. El movimiento nacional por la vivienda ha hallado su base en la afirmación colectiva de que “Las Vidas Negras Importan”. Dado que nuestro país vincula el seguro médico al empleo a tiempo completo, la gente joven lucha más que cualquier otro grupo para afrontar la cubertura médica o dispensa de ella hasta enfrentar una crisis de salud que pudo haberse evitado. La juventud de hoy comprende que la supervivencia del medio ambiente está unida a la supervivencia de la raza humana y que, en enero de 2020, los científicos del mundo pusieron la alarma del reloj del apocalipsis para la medianoche menos 100 segundos.
Nuestra juventud es nuestro futuro, y están asumiendo el reto aceptando su papel revolucionario. Como dejan claro sus declaraciones, se ven como miembros auto identificados de la Generación Z. Mas lucha tras lucha, al igual que lo hacen cada vez más en sus lugares de trabajo, andan hombro con hombro con sus compañeros de todas las edades luchando por su supervivencia. Están cobrando consciencia de sí mismos como miembros de una clase de obreros mucho más grande, una nueva clase que tiene cada vez menos oportunidad económica, enfrenta aumentos en el desempleo permanente y no tiene vínculo con el sistema actual. Como profesora de la política de ciberseguridad, Josephine Wolff escribió en un editorial del 7 de agosto que los jóvenes de plataformas como TikTok expresan un firme sentido de solidaridad y su esperanza es que “la Generación Z está cambiando el mundo”.
Según una encuesta de CIRCLE, 83 por ciento de los jóvenes dicen que “tiene la capacidad de cambiar el país”, y un 79 por ciento dice que “la pandemia de COVID-19 les ha ayudado a darse cuenta de que la política influye en su vida cotidiana”. Pero no están solos. En un discurso del 4 de julio, la madre joven Jena Manley, una líder con el grupo multirracial y multigeneracional de los Inquilinos de Kansas City, vinculó su visión de quitarle financiamiento a la policía con cómo este país debe tratar “a su gente más vulnerable”. Pidió ponerle fin al desamparo y el encarcelamiento en masa e invertir en la vivienda, la atención médica universal, la educación pública de calidad y un futuro verde. Ese es el programa de la nueva clase americanos arrojados fuera del antiguo sistema, roto permanentemente y entrando en una espiral fatalmente descontrolada.
Nuestra juventud presiente el conflicto entre las restricciones impuestas por seres humanos y el potencial humano, y están aceptando el reto de arreglar las cosas. La crisis económica no siendo la primera, aún agravada por la pandemia, en encuestas de fines del 2019 la gente más joven ya mostraba más interés en el socialismo y el comunismo. Al empeorar las condiciones, están mostrando solidaridad con la gran mayoría de norteamericanos que tienen que trabajar juntos como clase para ponerle fin al dominio de la clase gobernante que maneja la economía como si fuera su propiedad privada. Con el sentido moral y la visión de nuestra juventud al lado nuestro, nuestra clase puede asegurar el futuro nuestro, ofreciéndoles a futuras generaciones mucho más que las necesidades básicas.
Julio/Agosto 2020, Volumen 30, Edición 4
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