De cierta forma, esta esperanza de Año Nuevo puede parecer ingenua. Los estudios dicen que la mayor parte de las resoluciones de Año Nuevo no duran más de un mes. Además, el Año Nuevo llega en medio de la temporada más obscura, más fría y más despiadada. En EE.UU. el frío invernal mata a dos veces más personas que el calor del verano. Sufrimos más ataques al corazón paleando y raspando nieve; pasamos por epidemias de gripe; nos cortan el gas; y morimos de frío en la calle. Todos enfrentamos las mismas luchas en enero como en diciembre (ni hablar de las cuentas de Navidad), y, en un año de elecciones, los Republicanos y Demócratas financiados por la clase gobernante toman hasta más control — si es posible — de las noticias de los medios dominantes, casi dejando sin espacio las historias de los demás, que luchamos por nuestras vidas.
Pero lo bueno del Nuevo Año es que no vemos la vida sólo como un ciclo de años, sino como el paso de la vida vieja a la nueva vida. El invierno es una fase de crecimiento necesaria. La destrucción de lo viejo da lugar a los nuevos e importantes procesos que se dan en el subsuelo, nutriendo los despertares de la primavera. Lo que hacemos ahora nos prepara para un nuevo año, el 2020, muy diferente al que dejamos atrás. Para hacer bien nuestro trabajo, tenemos que constantemente desarrollar y difundir una nueva visión de dónde estamos en este momento de la historia cuando las condiciones dadas permiten luchar para avanzar y, a la larga, apoyar lo que intenta nacer del moribundo mundo que nos rodea.
LA CRISIS DE UN SISTEMA AGONIZANTE
Desde que la Oficina del Censo de EE.UU. empezó a recopilar los datos, la desigualdad de ingresos es peor que nunca. Es visiblemente evidente en la salud de nuestra población: la gente rica tiene un promedio de 10 a 15 años más de vida que los pobres. Mientras que el adinerado realmente paga menos que antes por su domicilio, el costo de la vivienda ha aumentado para el pueblo trabajador y pobre y la población sin hogar va en aumento. El Consejo de Asesores Económicos del Presidente informó en septiembre que medio millón de norteamericanos no tienen dónde vivir. Al igual que todo norteamericano desarraigado desde la época del Dust Bowl (“Cuenco de Polvo”, o sea, la gran sequía de los años 30), la mayor parte de los desamparados hoy día se han abierto camino hasta la Costa Oeste. Otro 20% vive en la ciudad de Nueva York, y Washington padece la tasa más alta de desamparo en todo el país. Lo más revelador es el auge de desamparados en el resto del país. El Sudoeste, el Sur y el Medio Oeste tienen algunas de las más altas tasas de desahuciados. Minnesota ha visto un salto del 10% en los últimos cuatro años.
Los problemas sólo han empeorado, ya que las autoridades civiles frustran las gestiones de apoyo de grupos comunitarios y organizaciones religiosas. Centros de estudios corporativos y gubernamentales siguen engendrando nuevas formas de desligarse de cualquier responsabilidad por la gente sin hogar, usando el pretexto de las enfermedades mentales y la drogadicción. A la vez, amenazan con penalizar a la gente sin hogar aún más y tomar incluso más medidas drásticas a nivel federal.
Estas luchas por la supervivencia surgen en el contexto de la guerra sin fin en el Medio Oriente y las conflictivas relaciones de EE.UU. con la China y los países colindantes. La próxima guerra mundial pesa sobre la tierra. Mientras tanto, el Instituto Estadounidense de Física nos informa sobre las más elevadas temperaturas en “decenas de miles de años” y los más elevados niveles de CO2 en la atmósfera en “millones de años”.
UNA NUEVA CLASE VIENE AL RESCATE
Sin embargo, en medio de toda esta destrucción, llega una época de enorme oportunidad. A pesar del estado desolador del mundo, vemos que el norteamericano promedio se preocupa más que nunca por todas estas cuestiones. La atención médica y Medicare siguen siendo temas centrales en la política norteamericana, mientras que la desigualdad económica lleva a los electores, buscando algo de ayuda, a favorecer un candidato u otro. Este otoño, una organización anticomunista creada con la firma del Presidente Bill Clinton y encabezada por el Presidente George W. Bush halló que el 70% de los electores “millennials” (nacidos en los años ’80 y ’90 del siglo pasado) se inclinan hacia el socialismo. Por todo el país, se difunden propuestas como la del Nuevo Trato Verde (Green New Deal), reuniendo a víctimas de la intoxicación corporativa con grupos tradicionales en defensa del medio ambiente. En todas partes del país, hay obreros protestando contra la Migra (ICE) y viajando hasta la frontera para manifestarse en contra de los campamentos de detención de inmigrantes. Están organizando huelgas a favor de los estudiantes y las escuelas y del medio ambiente. Más que en ninguna otra época, la protesta se ha convertido en una práctica común en la cultura norteamericana porque más gente que nunca sabe más que nunca antes que están enfrascados en una lucha por su vida.
Por todo el país y el mundo, se unen a los trabajadores industriales maestros, enfermeras, doctores y otros que antes se veían como miembros de “la clase profesional”, pero que ahora entran en huelga contra un sistema que ya no les ofrece ni dignidad ni los medios para sobrevivir. Mientras que los ricos se enriquecen más todavía, al resto de nosotros nos agrupan en una nueva clase que ya no participa en el sistema fundado en la compra y venta de la fuerza de trabajo. A pesar de que los portavoces de la clase dirigente encargados de los medios dominantes no retan directamente el moribundo sistema capitalista, todo el mundo entiende que la clave de los problemas que enfrentamos es la economía. Lo fundamental para nuestro futuro es forjar la unidad política entre la gran diversidad de desposeídos. El porvenir realmente trata de que el 99 por ciento de la población le quite el control del mundo al 1 por ciento que intenta mantenernos divididos mientras acaparan, despilfarrando y desperdiciándolos, la mitad de los recursos del planeta, cada vez más amenzados.
LA IMPORTANCIA DE UNA NUEVA VISIÓN
Para unir a la gran mayoría, tenemos que difundir un conocimiento de donde estamos en el transcurso de la historia humana. Hubo una vez en que nuevas herramientas transformaron una sociedad de cazadores-recolectores en un mundo de civilizaciones enfrentadas, una contra la otra, al igual que en otro momento la industria liberó a grandes masas de la población de antiguos conceptos de clases sociales, primero creando y finalmente poniendo fin a la esclavitud en Norteamérica. Ahora estamos en un punto en que la revolución digital ha acabado con los cimientos del capitalismo—un sistema de intercambio en base al trabajo invertido en la producción y distribución y representado y mantenido por la acumulación de propiedad privada. Si se retiene la propiedad de la clase dominante en un mundo en que el trabajo carece de valor sólo dará pie al fascismo y la destrucción continua. Y esto en una era en que la humanidad tiene la capacidad de gozar de la libertad de modos antes inimaginables.
Nos tocó vivir en el momento de un salto, de una sociedad formada de acuerdo a un sistema de producción y distribución obsoleto a una nueva sociedad organizada en torno a la abundancia, gracias a las nuevas herramientas posibilitando satisfacer las necesidades de todos. La nueva clase estará presente en todos los frentes de esta lucha por la justicia económica y la dignidad humana porque la clase gobernante hará todo lo posible (incluso a través de la política electoral) para retener su control sobre lo grueso de la humanidad.
Nuestra tarea como revolucionarios es trabajar hombro a hombro con nuestros hermanos y hermanas en todos estos frentes y ayudarles a ver lo que es posible en un mundo libre del yugo de la clase capitalista y la propiedad privada. Con un claro entendimiento de nuestro lugar en la historia, podemos trabajar juntos, sabiendo que en nosotros está el poder para ponerle fin de una vez por todas al desamparo, el hambre, la guerra y la destrucción del medio ambiente. Una sociedad cooperativa que colabora para resolver nuestros problemas, fundamentada en una generosa distribución de nuestra abundancia según nuestras necesidades—una solución comunista: esa es la respuesta práctica a los problemas que enfrentamos por demasiado tiempo en un sistema impulsado por la propiedad privada y la ganancia. Con esta visión, entramos llenos de esperanza y fuerzas al año 2020, como el comienzo de una nueva era en la historia humana. AC
enero-febrero 2020. vol 30. Ed 1
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