Empezamos el Nuevo Año del 2017 con una interrogante: “¿Qué hora es?” La contestamos demostrando que estamos en una nueva etapa, en términos cualitativos, que surge de una nueva tecnología, las nuevas herramientas de producción que por primera vez en la historia humana permiten producir todo lo que la sociedad necesita libre de la mano de obra del ser humano. Piénsalo, los astronautas abordo la estación espacial produjeron una pieza de repuesto con una impresora tridimensional. No intervino esfuerzo humano alguno. Y con una impresora tridimensional, se está desarrollando una tecnología capaz de producir órganos humanos vivos. Ya existen camiones y automóviles sin conductor. Si hemos aprendido algo del 2017, es que la velocidad de los cambios se incrementa de manera exponencial.
Incluso cuando la nueva tecnología perturba y hasta destruye los fundamentos económicos de la sociedad tales como los hemos conocido, una consecuencia es la creación de una nueva clase social, al reemplazarse a los trabajadores, quienes han sido excluidos y abandonados. Esta nueva y creciente clase, que si no trabaja no come, abarcando desde desempleados permanentes hasta trabajadores a tiempo parcial o de forma contingente, surge como una nueva y potente fuerza revolucionaria. Vivimos en tiempos revolucionarios. De hecho, la revolución es imprescindible; se trata de la supervivencia. Y son tiempos que requieren nuevas ideas. Hay que organizar una nueva sociedad de acuerdo con los nuevos medios de producción.
La Forma de Pensar Cambia
Estamos describiendo una nueva era, una nueva cualidad, que trastorna y destruye la sociedad tal como la hemos conocido. Ahora, al aproximarse el Nuevo Año del 2018, nos encontramos ante un asunto de cierta urgencia: ¿puede la gente acoger nuevas ideas? ¿Puede realmente cambiar su forma de pensar y el nivel de su consciencia?
Al igual que en el caso del proceso material real del cambio, reconocemos que el cambio en la consciencia no consiste de una sencilla marcha de pasos incrementales. En nuestra forma de pensar, los cambios también se dan por etapas y saltos. Basta un repaso rudimentario de la historia humana para ver cómo la consciencia puede cambiar, y efectivamente cambia, pero sólo en tiempos de transición de una época histórica a otra.
Por siglos la gente pensaba que la nobleza terrateniente gobernaba por derecho divino, pero el pueblo llegó a acoger la democracia como una forma de gobernar más a tono con el desarrollo de una sociedad industrial. Los estadounidenses lucharon en una Guerra Civil para llegar a esta realización, y por consecuencia todo un sistema de producción basado en la esclavitud fue desechado para despejar el camino a la industria para avanzar. Las cosechadoras de algodón mecánicas aniquilaron el sistema de aparcería de la región del Sur, fijando las bases para su industrialización y un nuevo movimiento de derechos civiles que además rechazó el anticuado régimen racista de Jim Crow. Todas éstas fueron ideas revolucionarias adoptadas en épocas de transición fundamental.
Vivimos tiempos de transición revolucionaria. Pero el pensamiento siempre se queda atrás respecto a la realidad. La clase gobernante refuerza esto proclamando que un cambio fundamental no es posible, que las ideas predominantes son permanentes. Así, pese a que imponen el fascismo para administrar el Estado en beneficio propio y proteger la propiedad privada a toda costa, presentan una visión retrógrada (luchar por recuperar lo perdido) junto con la actitud que sólo se puede luchar para adquirir las mínimas reformas posibles dentro del sistema.
Sin embargo, el mundo material real siempre se impone. No podemos aferrarnos a las viejas ideas cuando el mundo real exige otra cosa. Para quedar claro, no se puede discutir con el hambre. Precisamente la razón por la cual se organizan las sociedades en primer lugar es para procurar las necesidades básicas: la alimentación, el agua potable, un hogar, la educación, el cuidado médico. La clase dominante nos dice que tienen la solución, que pueden arreglar las cosas y que todo lo que hace responde a los intereses de los trabajadores. Pero no cumple y se muestra incapaz de gobernar. Esta nueva realidad exige que la gente cambie su forma de pensar. En tales momentos, el pueblo se abre a otras ideas, incluso ideas revolucionarias que reclaman la construcción de una nueva sociedad compatible con las nuevas y maravillosas herramientas de producción.
Hemos visto esto en las luchas sociales en que hemos participado durante el último año. Vemos cómo el movimiento ha pasado de irrupciones espontáneas y aisladas por reclamaciones muy concretas a una mayor comprensión de las diversas contiendas como partes de un todo en la lucha. Se manifiesta en una consciencia de la polarización entre rico y pobre, entre los que tienen y los que no tienen. Hay un impulso creciente hacia la unidad basado en estas luchas. Las batallas se conforman como reclamos al gobierno que satisfaga las necesidades materiales fundamentales, sea el cuidado de la salud, la educación o la vivienda. No son luchas de “grupos de intereses especiales”, sino luchas a favor de la clase obrera en conjunto.
Aprovechemos el Futuro
En última instancia, la nueva clase debe tomar el poder político para poder reorganizar la sociedad en su interés. Como revolucionarios siempre debemos enfocarnos concretamente en las condiciones de vida materiales en aras de promover el desarrollo subjetivo de la clase trabajadora. Nos centramos en las condiciones materiales de los que luchan por atender las necesidades de la vida. Todo lo que pensamos parte de ese principio.
Cada tiempo cualitativamente nuevo produce sus propias ideas revolucionarias. Empieza preguntándose cómo se puede resolver la crisis de su época. Y de ahí surge otra cuestión, ¿hacia dónde vamos? En otras palabras, ¿cuál es nuestra visión del futuro?
Hoy día tenemos que llamar a las cosas por su verdadero nombre. Podemos imaginarnos un nuevo mundo, una nueva humanidad fundamentada sobre el principio primordial que toda la abundancia creada por la tecnología tiene que repartirse según la necesidad. Esto se llama comunismo. No es sólo una buena idea que alguien tuvo, sino una idea prácticamente necesaria. Se trata de una sociedad cooperativa en que cada uno, y todos por igual, aportan según su capacidad y reciben según su necesidad.
Estamos en un momento en que la raza humana y el planeta no sobrevivirá sin este nuevo mundo. Pero al mismo tiempo se inaugura toda una nueva fase en la historia humana en que las viejas restricciones al desarrollo humano se estrellan y pasan a la historia. Liberada de la prehistoria humana, la humanidad encuentra su equilibrio sobre un nuevo fundamento para el inicio de su verdadera historia, para que podamos realizar plenamente, como nunca antes, nuestro potencial humano.
enero-febrero 2018. vol 28. Ed 1
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