Cuando los trabajadores toman consciencia de la verdad de su situación, la unidad se convierte en un factor decisivo en su lucha por una nueva sociedad.
La unidad parece ser algo obvio y evidente. Así dicen los viejos refranes: “En la unión está la fuerza”; “Muchas manos alivia el trabajo”; “El pueblo unido, jamás será vencido”. Pero también se sabe, como dijo una vez Steven Biko, que “la unidad no se logra sólo con palabras”. Para llegar al corazón de la unidad en nuestra lucha actual, tenemos que hacernos algunas preguntas clave. ¿Qué hay en el momento histórico que vivimos que hace la unidad tan necesaria? ¿Qué grupo social es capaz de dirigir la lucha por la reestructuración de la sociedad? ¿Cómo se logra la unidad?
Ya hay millones en todo el país que proclaman y defienden la demanda por un nuevo mundo. Todavía no ven que su reclamo colectivo por la satisfacción de sus necesidades básicas refleja una nueva visión de Estados Unidos en que la cooperación y el cumplimiento de las necesidades de la humanidad sirven de principios de guía. En la actualidad, el papel de los revolucionarios es aclarar el significado de las luchas que ya se están llevando a cabo y ofrecer una estrategia para lograrlo.
La importancia del momento actual
Los datos se encuentran en cualquier periódico, investigación de centro de estudios o informe gubernamental. Hay literalmente decenas de millones o desamparados viviendo precariamente o a duras penas alimentando su familia, algunos trabajando en dos o tres empleos sólo para mantener cuerpo y alma a flote. Ésta es la realidad para el creciente número de decenas de millones de trabajadores en este país, el más rico y poderoso del planeta.
No hay una mera recesión de la cual pronto nos recuperaremos o un despido temporal de un empleo digno y una buena vida. La extensión de la automatización y la robótica y los avances constantes de la tecnología digital no sólo están destruyendo antiguas categorías de trabajo, sino que están eliminando la mano de obra humana del proceso de producción. El orden social, que se basa en la compra y venta de nuestra fuerza de trabajo como medio de vida, está desapareciendo. Al derrumbarse el antiguo orden social, no queda otra opción que luchar por uno nuevo.
De hecho, estas maravillosas tecnologías nuevas prometen un mundo en que se puede acabar con la pobreza y la explotación de una vez por todas, en que todo el mundo tiene acceso a las necesidades básicas de la vida y los frutos del progreso humano.
No hay otra opción que la transformación de la sociedad
El sistema capitalista de la propiedad privada no permite que se reparta esta abundancia libremente a todos los sectores de la sociedad. La polarización entre riqueza y pobreza, que se acelera e intensifica, es la manifestación principal de este antagonismo. Se hace más evidente en este asombroso dato publicado por Oxfam—ocho individuos acaparran tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad, unas 3,6 mil millones de almas.
La discordancia entre la promesa de la nueva tecnología y su impedimento se debe a las relaciones de la propiedad privada. Crea una crisis y una lucha contra las devastadoras consecuencias, evidentes por todas partes. La clase dominante se ve obligada a mantener estas relaciones y está recurriendo al fascismo con este fin. Los trabajadores no tienen más opción que asumir control de los medios de producción y utilizarlos para erigir una sociedad cooperativa que atienda las necesidades de todos.
Es esta histórica transformación mundial, posible gracias a la revolución electrónica y la imposibilidad práctica de sobrevivir sin una reestructuración social, que hace la unidad de clase una cuestión urgente y necesaria.
¿Qué sector social es capaz de dirigir la lucha por la reorganización de la sociedad? El que esté en una situación económica que no permite otra salida que derrocar el sistema imperante.
La automatización y la producción digital están eliminando la necesidad de la labor humana en el proceso productivo y creando una nueva clase de trabajadores. Este nuevo sector de la clase obrera se sitúa fuera de—y sin interés absoluto en—las propias relaciones de la propiedad privada.
Puede parecer que esta nueva clase es una mera agrupación de personas identificadas por su pobreza. Pero la pobreza es el resultado de su situación, no la causa. La mayoría de la nueva clase consiste de trabajadores condicionales, con salarios mínimos o por debajo del mínimo y trabajando a tiempo parcial. Actualmente constituyen el 40 por ciento de la fuerza laboral. Este sector empleado de la clase trabajadora se ve constantemente arrastrado a la creciente porción de los desempleados, desde los desocupados por razones estructurales hasta los completamente indigentes y desamparados. Estas categorías de empleo desaparecerán con el avance de la automatización y las tecnologías digitales. Al crecer el menosprecio que le tiene el gobierno capitalista, la nueva clase se verá finalmente obligada a atacar la causa de su padecimiento, el propio sistema de la propiedad privada.
Sin embargo, como estos trabajadores aún se encuentran en el proceso de formación como clase, también es cierto que están confundidos y sus acciones a menudo son contradictorias y caóticas. Se hayan sumidos en una competencia directa, no sólo por las migajas de su sustento, sino por su propia supervivencia. Se aferran a las ideas de la clase imperante y bajan la guardia por la falta de una visión alternativa de lo que es posible actualmente y una estrategia para alcanzarlo. La clase dominante fomenta activamente el fascismo en un sector de la clase para que ataque a otro.
Sin embargo, por debajo de todo esto, la nueva clase tiene una fuerza inexpugnable. No tienen el lujo de darse por vencidos y volver a casa. Necesitan un hogar, alimentación, cuidado médico y otros medios fundamentales de vida. Sus exigencias los pone en conflicto con el Estado, que se interpone ante estas necesidades básicas. A fin de alimentarse, vestirse, alojarse y cuidarse, esta clase está luchando, de hecho si no conscientemente, por el traspaso de la propiedad capitalista a sí misma.
La igualdad de condiciones como fundamento de la unidad
A pesar de las confusión y vulnerabilidad de esta nueva clase, la condición económica que comparte como nunca antes está creando la base para la verdadera unidad.
La unidad, o su falta, nunca ha sido una cuestión meramente subjetiva. Cuando un grupo amplio de personas está en el mismo nivel social, con ciertos problemas económicos en común, puede unirse. Pese a la historia de condiciones económicas compartidas, los trabajadores en EE.UU. no podían lograrlo. Los mezquinos privilegios sociales otorgados a los trabajadores blancos sobre los obreros Afro-americanos no permitían la unidad. Era imposible unirse mientras sufrían la opresión y la explotación de forma desigual. La unidad sólo se puede dar entre iguales.
La clase dominante no les concedió estos privilegios a los trabajadores blancos por su interés en ellos. Utilizó el soborno, una táctica política hecha posible por la expansión del sistema capitalista, para prevenir la unidad de la clase. Se impartió este privilegio imperialista no sólo a los trabajadores blancos sobre los obreros Afro-americanos, sino también a los trabajadores del hemisferio norte sobre los del hemisferio sur y a los obreros norteamericanos sobre los de otros países. En un sistema capitalista en proceso de desintegración, el soborno como medio de facilitar la explotación ya no es necesario, ni siquiera posible, y se está descartando. Ahora se explota mediante la producción automatizada, la competencia por el trabajo a nivel internacional y las leyes del mercado global.
Esta nueva clase de trabajadores, incluyendo el trabajador blanco antiguamente privilegiado, se está creando—por orden decreciente en términos de privilegio—en todas partes del mundo. Una nueva clase dominante de financieros supranacionales de todas las razas la ha abandonado a la deriva. A esta nueva clase gobernante internacional ya no le importa—ni tiene más necesidad—ni del trabajador de Chicago ni el de Río de Janeiro.
Claro que el mero hecho de que se presente la oportunidad práctica de la unidad no quiere decir que se produzca automáticamente. Las divisiones dentro de la clase trabajadora son muy profundas en Estados Unidos. La clase dirigente ha forjado una historia de genocidio, esclavitud, opresión y explotación de la clase trabajadora. Ha creado y agravado las divisiones entre los trabajadores. En toda época histórica, la clave del poder para ellos ha sido impedir la unidad de los trabajadores, recalcando el peligro que esta nueva clase les presenta.
Sólo se podrán superar las divisiones con la lucha intelectual vinculada a la experiencia diaria de las luchas comunes. Los trabajadores en todas partes del país, sin importar su color, sexo, fe o nacionalidad, ya empiezan a expresar los apuros que comparten y la necesidad de actuar colectivamente.
Unidos para la inminente batalla
Un nuevo tipo de revolucionario está llevando a cabo las nuevas batallas. Buscan la solución a los problemas prácticos comunes. El afán de la unidad entre estos trabajadores refleja una meta fundada en sus intereses compartidos, que surgen de la lucha por las necesidades básicas. Sus condiciones de vida en común debilitan las viejas ideologías empleadas para dividir la clase. No es necesario organizarlos ni decirles cómo hacer su trabajo. Lo que estos luchadores necesitan es comprender la importancia de su lucha y una visión de lo que es posible para no acabar presa de la ideología de la clase en poder que enfrentan. Necesitan una estrategia que refleje las nuevas condiciones y que los proteja de caer en la trampa de sólo pelear contra las tácticas del enemigo.
Toda la historia muestra que no es posible el cambio sin nuevas ideas, sin una visión. Las nuevas ideas surgen de la urgencia práctica de resolver problemas prácticos. La imaginación inspira. Muestra lo que es realmente posible, iluminando el camino de la lucha. La verdad es que la nueva clase, con todo su caos, desorientación y, sí, a veces su fealdad, es la única fuerza capaz de derrocar el orden imperante y llevar la humanidad a una sociedad de paz y cooperación. Esta clase no puede adelantar la historia hasta que cobre conciencia de sí misma como clase social y una perspectiva de su destino y misión histórica.
Para llevar esta lucha a cabo, hay que erigir organizaciones especiales. Hasta los luchadores más revolucionarios acaban mirando hacia atrás, peleando por recuperar lo perdido, mientras carezcan de una nueva visión. La tarea primordial de todo revolucionario y de la Liga de Revolucionarios por una Nueva América es crear e infundirlos de esta nueva visión.
Sólo se pueden resolver los males sociales actuales con la transición a una sociedad cooperativa, organizada en base a las necesidades de la humanidad en lugar del lucro de unos pocos. Hoy, se puede ponerle fin al sistema de la propiedad privada. Pero no es posible sin la unidad de la nueva clase sobre la base de igualdad de las condiciones que comparten. Los revolucionarios tienen que dedicar todo a esta lucha por la unidad de la nueva clase.
julio/augosto 2017.Vol27.Ed4
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