Nuestro tiempo está caracterizado por la agitación social, como una creciente oleada que surge desde abajo, empeñándose a resistir y a resolver la crisis de nuestro tiempo. El surgimiento de este movimiento se ha precipitado debido a la introducción en la historia humana de algo que hasta ahora había sido inimaginable: una tecnología que hace que la mano de obra humana sea superflua. Tanto la clase gobernante como los obreros desplazados por la robótica están formando parte de una lucha por la vida o la muerte para resolver la crisis según sus intereses respectivos.
A medida que la tecnología que no necesita de mano de obra los va desplazando, se expulsa y se desecha a los obreros. Ellos están siendo parte de un proceso de formación de una nueva clase de trabajadores. Presenciamos la lucha de esta clase emergente reflejada en las reciente elecciones. Obreros de todas las facciones fueron partícipes, y aún están participando, en una lucha en común por asegurarse la satisfacción de las necesidades más básicas de la vida —agua, alimentos, vivienda, educación y atención de la salud. Algunos de ellos vieron esto como una demanda para la obtención de puestos de empleo con buenos salarios, como parte de la restauración del sueño americano. Otros expresaron esa promesa como una demanda para satisfacer las necesidades de todos, independientemente de su solvencia económica. Un aspecto en común de todo esto es la convicción de que se debe hacer algo. Se debe arreglar o reemplazar un sistema que no está funcionando.
El peso del movimiento a favor de los intereses de los obreros tiende a inclinarse hacia el establecimiento de una sociedad que beneficie a toda la humanidad. Los intereses de una clase gobernante corporativa se sitúan en un sombrío punto antagónico con el creciente movimiento social. Esta clase también está buscando desesperadamente respuestas, pero su estrategia se inclina más hacia la reorganización de una sociedad que proteja sus propios intereses privados y desafíe la revolución social en desarrollo. En consecuencia, el rumbo que toma la clase gobernante solo puede dirigirse hacia soluciones fascistas.
Sería fácil describir a Donald Trump como el rostro del fascismo, pero se le ha empezado a considerar de forma más apropiada como una herramienta del propio programa para lograr que el proceso avance hacia la toma de soluciones fascistas. La elección de Donald Trump representa la aceleración y la determinación de este proceso que ya ha estado en marcha durante mucho tiempo. El gobierno se ha fusionado con las corporaciones y han tomado un rumbo conjunto para dirigir y controlar la economía y la sociedad, a favor de los intereses de la clase gobernante. La tarea de Trump es tomar otro paso más para tantear el terreno, para despejar el camino y para preparar a las personas para que acepten el fin de la democracia.
¿Cuál es la respuesta de la clase gobernante ante los males sociales que están plagando al pueblo estadounidense? Poner en peligro el agua y el aire limpios, eliminar regulaciones de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), reabrir la construcción de los oleoductos de Keystone y Dakota Access, y reanudar la devastación de los campos en Virginia Occidental debido a la ampliación de las actividades mineras de carbón. La clase gobernante también está tomando medidas para destruir la educación pública, derogar la Ley de Cuidado Asequible de la Salud (ACA, por sus siglas en inglés) y sustituirla con otra normativa que denegará el acceso de millones de personas a la atención de salud, y establecer leyes nacionales sobre el derecho al trabajo que destruirán los sindicatos laborales y muchos puestos de empleo con un salario digno. Además, se están recortando fondos para la organización Planned Parenthood, con lo cual se sigue poniendo en riesgo la salud de muchas mujeres. Se erigirá un muro que transferirá miles de millones de dólares a distintas corporaciones de la industria de la construcción, fortaleciendo así la maquinaria represiva del Estado. Hasta la propia Constitución se está sometiendo a prueba y cuestionando actualmente a través de órdenes ejecutivas emitidas en nombre de la seguridad del país, mediante las cuales se prohíbe el ingreso de inmigrantes y refugiados debido a su religión. Y ¿cuál es su solución ante la creciente pobreza que se observa en todo el país? El establecimiento de una policía estatal y el envío de tropas federales para instaurar el denominado estado de derecho.
Más de tres millones de personas, encabezadas por las mujeres, participaron en manifestaciones un día después del traspaso de poderes de Trump, en un esfuerzo por proteger al país en contra de sus promesas de campaña. Asimismo, cuando se ordenó la prohibición migratoria, cientos de miles de personas más abarrotaron los aeropuertos del país para oponerse a la medida.
Actualmente, la oposición a Trump está experimentando un aumento considerable, pero realmente el problema es la existencia de un sistema económico y de una clase gobernante que no están aptos para regir el país. Depende de los revolucionarios mostrar un significado más profundo de la lucha. Las protestas de estos millones de personas forman parte de un amplio movimiento antifascista en desarrollo que ya está surgiendo. Esta es la respuesta a las condiciones en deterioro que están presentes actualmente y el movimiento está demandando que el gobierno proteja los intereses del pueblo por encima de los de las corporaciones. Las crecientes demandas de la nueva clase para satisfacer las necesidades básicas de la vida se sitúan en el centro de lo que es este movimiento y pueden impulsar la lucha hacia adelante.
Las luchas dispersas de esta clase se han venido librando desde hace cierto tiempo. Observamos esto en la oleada de respuestas frente a los asesinatos de Trayvon Martin y Michael Brown a manos de la policía, al igual que en el movimiento Ocupar Wall Street y lo ocurrido en Flint, Michigan, y Standing Rock, Dakota del Norte, y tantas otras protestas y luchas libradas en todo el país. Ahora estamos presenciando que las luchas que en algún momento fueron dispersas ya no lo son tanto. Quienes están luchando han empezado a expresar el sentido de una causa e intereses en común. Tanto aquí como allá, está dando inicio la concientización de la clase. Los revolucionarios deben aprovechar y desarrollar aún más estos cambios en la forma de pensar, sin importar qué tan contradictorios y embrionarios sean.
La batalla ya está en marcha. Por sí sola, la historia nos presenta problemas que no tienen solución. Para los obreros de la nueva clase, la única solución es reorganizar a la sociedad sobre una nueva base —una sociedad cooperativa y comunista—, diseñada para distribuir la abundancia entre todos, según la necesidad de cada uno(a). Ya está en marcha un movimiento cada vez mayor y depende de los revolucionarios ofrecer esta visión y una estrategia para poder materializarla.
julio/augosto 2017.Vol27.Ed4
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