Tenemos que hablar. Es la hora, ¿sabes? Acabamos de pasar por unas elecciones desgarradoras. Plantearon cuestiones sobre nuestro tiempo y el camino que hay que tomar, desde volver al pasado hasta forjar grandes cambios de ahora en adelante. Las interrogantes dejan entrever que el tiempo es algo más que la hora o el tictac de un lapso de tiempo determinado. Hay quienes describen nuestra época como un tiempo de “cambio de paradigma”, como el “desplazamiento de placas tectónicas”, un tiempo en que se da un gran salto. Algunos—creyentes religiosos—hasta dicen que es el “Fin del Mundo”.
El tiempo no se da en el vacío. En realidad se trata del flujo de objetos o procesos en el espacio. El tiempo del reloj mide el movimiento de la Tierra girando sobre su eje u orbitando alrededor del Sol. Sabemos que el tictac del reloj no se vive sólo como “una cosa tras otra, hasta la saciedad”. “El tiempo vuela” cuando uno se lo está pasando bien. O, se da un beso y “el tiempo se detiene”. ¡Un verdadero momento inolvidable, cambiándolo todo! Así vivimos el tiempo—como una cualidad nueva.
También pensamos en el tiempo como el pasado, el presente y el futuro, que sugiere que tiene una dirección, que venimos de cierto punto y vamos hacia cierto punto. William Faulkner pensaba que “El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado”. En las elecciones de 2016, fuimos testigos de un campo de batalla en que viejas ideas del pasado libraron batalla con una nueva época que se afana por surgir.
Un tiempo que hace época
La historia es el desplazamiento de seres o sociedades humanas a través del espacio y el tiempo. La trayectoria de la historia humana no es un mero proceso cronológico en el tiempo, sino que avanza con sobresaltos y arranques al darse el salto de una fase histórica a otra. Estamos hablando del tiempo que hace época, característica de nuestro propio tiempo. William Shakespeare dijo que el mundo es un escenario. Cada época es un nuevo escenario de la historia humana, y en cada una los personajes cambian.
Al principio, los protagonistas eran cazadores y recolectores. Entonces, tras el descubrimiento del fuego y, luego, la capacidad de forjar innovadoras herramientas de hierro, se lanzó toda una nueva era en la historia de la humanidad. La revolución en la agricultura provocó la reorganización de la sociedad en base a un nuevo escenario en que los personajes eran reyes y esclavos. La era de la propiedad privada sustituyó la del primer comunismo.
Miles de años después, se presentó otra herramienta—la máquina, primero impulsada por vapor y luego por combustibles fósiles y electricidad. Todo un nuevo modo de producción—la producción en masa en base a la máquina reemplazando a la producción en base a la fuerza laboral humana—exigió el salto de un tipo de sociedad a otro. Surgió otra época revolucionaria derribando el mundo de los reyes y esclavos y suplantándolo por uno de capitalistas y trabajadores.
La propia Revolución Estadounidense fue consecuencia de una época de revoluciones, y la Guerra Civil norteamericana supuso la consolidación de esa revolución, implantando el capital industrial y la abolición de la esclavitud. Más recientemente, la introducción de las cosechadoras de algodón mecánicas en los campos algodoneros del Delta del Mississippi erradicó, casi repentinamente, el sistema de aparcería del Sur.
Nuestro tiempo no es diferente. Al igual que en épocas anteriores, se ha establecido una nueva herramienta, una nueva tecnología, que está acabando con la antigua etapa de dominio del capital. Estamos en medio de un gran salto en la historia: el paso de un antiguo período histórico a una nueva fase. El capitalismo se ha quebrado, y la sociedad sobre la cual se había construido está atravesando un período de inestabilidad. La destrucción y la lucha por nuevas ideas reflejan una nueva base. Se hizo más evidente sobre todo en las intensas luchas y polémica que marcaron las elecciones.
La nueva herramienta es el robot. Al igual que en épocas pasadas, su innovación cambia todo. Pero esta vez, representa una nueva tecnología que no se parece a la de cualquier otra en la historia de la humanidad. Por primera vez, hay un tipo de herramienta que no requiere mano de obra humana. Toda época anterior ha exigido una forma de trabajo particular, de recolectores a esclavos, siervos y trabajadores asalariados. Ahora no se necesita la labor humana en absoluto. Sin embargo, esto también representa un enorme salto en las fuerzas de producción. Con el robot, podemos producir una abundancia sin precedentes.
Lo observamos a nuestro alrededor. En todas partes, la robótica predomina en las fábricas. Ve a cada vez más plantas y hallas un lugar en que casi no se encuentran seres humanos. De hecho, es la verdadera explicación del “Cinturón del Óxido”. Miles de plantas se cerraron y millones de obreros perdieron su trabajo cuando, a escala mundial, las nuevas fábricas fueron reemplazándolos con robots.
Las elecciones también se trataban de eso. Todo el debate en torno al empleo intentaba identificar la verdadera causa de la crisis que vive el país. La nueva tecnología está destrozando el sistema económico basado en el trabajo asalariado y el capital. La gente que halla su vida destrozada está desesperada por ver que se haga algo. Los políticos no tienen soluciones. Solamente repiten viejas ideas o proponen la vuelta a un pasado caduco. Es sólo una ilusión. Las viejas fórmulas culpan a los inmigrantes o algún otro grupo. Así, únicamente nos enfrentan unos contra otros. Antes de dar salidas reales a la crisis, hay que entender la verdadera causa.
¿Quién eres?
Los evangelistas hablan de un “renacer”, en que, en un instante, una transformación cualitativa cambia a uno para siempre. Eres la misma persona, pero ya no eres el mismo, sino algo nuevo. Los cambios de época son así. A fin de cuentas, se trata de un cambio de relaciones. Las nuevas relaciones transforman la persona que eres. Por ejemplo, cuando conoces a alguien, una de las primeras preguntas es “¿A qué te dedicas?” Nos identificamos de distintas maneras—por género, nacionalidad, religión, color, pero a fondo todos nos definimos por el trabajo que hacemos o cómo encajamos en el proceso en que la sociedad produce sus necesidades. En una sociedad fundamentada en las relaciones capitalistas, eres o dueño de los medios de producción—de la propiedad capitalista—o eres trabajador. Puedes ser obrero en una planta, trabajar en la venta al por menor, vender seguros o, quizás, ser maestra o enfermero, pero todos somos trabajadores.
Entramos en una nueva era en que se nos define por nuestra relación con el robot. Es un nuevo tipo de relación, y te hace otro tipo de persona. Todavía eres un trabajador o trabajadora, pero vives en un proceso que conduce a la eliminación permanente de tu trabajo. Puedes estar en una fase de transición, cambiando de trabajo a tiempo completo a trabajo contingente, a tiempo parcial o estacional, o puedes haber perdido todo y verte sin empleo, hogar, familia y obligado a buscártelas sólo para sobrevivir. Todos vamos por ese camino. Mas sabemos que la noche es más obscura justo antes del amanecer. Y un nuevo día se vislumbra. Recuerda, eres alguien nuevo: nosotros, la nueva clase creada por la robótica, estamos en condiciones de impulsar la historia hacia delante. Nosotros somos la solución. Nos corresponde cumplir una gran tarea: completar el salto a toda una nueva época en la historia humana en que por fin podremos realizar nuestros sueños más arraigados.
¿Hacia dónde vamos?
Durante las elecciones, se habló mucho sobre adónde vamos. Muchos pensaban que el país va por mal camino y que hay que cambiar de rumbo. Toda la historia, en verdad, trata del camino. La trayectoria de la historia humana muestra el desarrollo de la sociedad a través de varias fases, y nuestra época no es una excepción. Estamos a punto de tomar el próximo paso, como si subiéramos por una escalera de caracol de la historia. ¿Hacia dónde vamos? ¿Por cuál camino?
Las elecciones mismas fueron un campo de batalla sobre la dirección a tomar. El propio Trump ha prometido “quitarle el óxido al Cinturón del Óxido” y crear empleos, dándole paso a una nueva revolución industrial. Sencillamente, esto no puede ser. Lo impide la producción automatizada, carente de mano de obra. El verdadero interés de la clase dominante es proteger sus riquezas y la propiedad privada, sin importarle que signifique sacrificar la democracia en el proceso. La cuestión es cómo contenernos a nosotros, que ya no valemos nada para ellos. Según ellos, son la clase superior y nosotros, los “despreciables”, los condenados de la tierra.
Vivimos en tiempos críticos y peligrosos. En los puntos bajos de pérdida de trabajo, la falta de un medio de vida seguro y hasta de lo necesario simplemente para sobrevivir, una de las cosas que muchos trabajadores han manifestado es el sentido de pérdida de su dignidad. Por supuesto que queremos un trabajo, pero eso también conlleva la dignidad del trabajo, de aportar, del sentido de que no carecemos de valor. Nuestra dignidad radica en el entendimiento de que nosotros somos esa nueva cualidad, esa nueva clase que por sí sola puede impulsar la historia hacia delante. No hay mayor dignidad que ésa. Hay un próximo paso y un salto a la próxima fase, pero de ninguna manera se da automáticamente. Nosotros tenemos que tomar ese paso; nosotros determinaremos cuál es el rumbo que tenemos que tomar.
Durante el período a fines de la Guerra Civil norteamericana y principios de la reconstrucción del Sur, había un dicho que rezaba así: La reja inferior por encima. Tú y nuestros nuevos hermanos y hermanas de clase estamos en condiciones de dar la vuelta a la escala de la historia y construir un nuevo futuro en términos que beneficien nuestra clase y a toda la humanidad.
¿Cuál es la solución a la crisis de nuestra época? Es nosotros mismos. Ésta es nuestra época. Aprovechémoslo. Haz historia.
marzo/abril 2017. vol.27. Ed2
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