Las elecciones presidenciales de 2016 no se parecen a nada que se haya visto en este país desde hace décadas. La pregunta que todo el mundo tiene en mente es por qué y, para los que se dedican a mejorar el mundo, ¿qué hacer?
Históricamente, los cambios económicos cualitativos impulsados por las nuevas fuerzas motrices han conllevado una lucha por su control. Es una lucha política.
Así sucede ahora. La producción electrónica está acabando con la mano de obra humana en una tras otra rama de la economía. Está creando una situación insostenible para los que se hallan definitivamente expulsados de la economía. Nadie quiere, ni puede, pagar por su capacidad de trabajo. Nos referimos a estos trabajadores como un sector nuevo de la clase obrera—una nueva clase. Esta nueva clase social no tiene más remedio que luchar por las necesidades más básicas meramente por sobrevivir. La clase dominante tiene que contener y aniquilar esa lucha.
La Liga se adentra en estas elecciones con el objetivo de promover todo el pensamiento revolucionario posible, diseminando nuestra prensa y conectándonos con gente que realmente buscan cambiar el sistema, y no simplemente a un funcionario electo. En busca de un remedio a sus reivindicaciones, los trabajadores se ven atraídos al proceso de las elecciones (trabajando en las campañas, participando en manifestaciones, planteando los problemas en sus iglesias, escuelas, organizaciones y comunidades).
La inestabilidad global y la polarización
Las demandas y el programa de la nueva clase tienen que formar parte del debate durante el proceso electoral. Hay que cuestionar la propaganda y la moralidad de la clase gobernante.
A pesar del cuadro optimista que pintan las recientes cifras del producto interno bruto (PIB) y del empleo en EE.UU., la situación de la economía mundial en su conjunto sigue precaria. Esta inestabilidad se debe al revolucionario salto cualitativo de la producción electro mecánica a la robótica. El nuevo libro de Martin Ford, Rise of the Robots [El ascenso de los robots], describe en detalle cómo en todas partes del mundo la tecnología computarizada está desplazando rápidamente al trabajador en un sector tras otro. A diferencia de la maquinaria que en el pasado ahorraba mano de obra y aumentaba la productividad de los trabajadores, actualmente “las máquinas mismas se convierten en trabajadores”, señala Ford. Un estudio de 2013 de la Escuela Martin de la Universidad de Oxford halló que en los próximos veinte años casi el 50% de los trabajos que quedan en EE.UU. son susceptibles a la completa automatización.
La llamada recuperación de avances y retrocesos de las economías global y nacional desde la recesión del 2008 refleja el antagonismo que causan la introducción y diseminación de estos medios de producción electrónicos en una economía de propiedad privada. Al reemplazar implacablemente la labor humana, la automatización crea, por una parte, enormes ganancias y, por otra, una nueva clase social. El resultado es una polarización entre la riqueza y la pobreza sin precedentes en la historia de la humanidad. La indigencia llega a ser tan extrema y amplia que se convierte en un obstáculo a la capacidad del sistema para circular las mercancías.
El proceso electoral del 2016 se da en un ambiente de inseguridad y peligro económico, impulsando una creciente dinámica hacia una guerra mundial y, a nivel nacional, el fascismo. La polarización económica entre la riqueza y la pobreza se refleja en una polarización social en aumento y provoca una polarización política.
Las elecciones y la lucha contra el fascismo
La clase gobernante siempre está discutiendo la situación en sus posibles escenarios y cómo responder a ello. No tiene otra forma de discutir, evaluar, resumir y planificar con el fin de mantener el poder. Cada elección reciente le ha servido para quitarle más derechos al pueblo común, consolidar la fusión del Estado y las corporaciones, seguir desarrollando el Estado fascista y tomar otro paso para convencer al pueblo norteamericano de que la solución a sus problemas es el fascismo.
En términos objetivos, el fascismo hoy día se basa en la destrucción social del sistema económico capitalista provocada por la producción electrónica. La clase capitalista mundial está implementando un programa político fascista para proteger la propiedad privada. En los últimos 20 años en todas partes del mundo, se han ido madurando normas económicas y políticas fascistas. Este fascismo moderno se ha acelerado a nivel mundial bajo el disfraz de “la austeridad” desde la crisis económica global del 2008.
La clase dirigente ya está desarrollando planes para controlar la situación social y política que acompañará las contracciones económicas que pronto habrá. Sobre todo, piensan asegurar el sistema de propiedad privada. Están unidos en base a este programa. Sólo difieren en cuanto a los medios para lograrlo. Los revolucionarios tenemos que ver las elecciones objetivamente, como lo hace la clase gobernante, y tener nuestras propias discusiones de posibles contingencias y las respuestas a ellas.
La clase dominante siempre se ha aprovechado de las elecciones para determinar lo que la gente está pensando y está dispuesta a hacer. En el proceso electoral actual, se hacen encuestas para evaluar el parecer del pueblo norteamericano ideológica, social y políticamente. La clase gobernante necesita saber hasta qué punto pasan a primer plano las exigencias de la nueva clase por comida, ropa, casa, educación y cuidados médicos.
Ambos partidos políticos y sus candidatos forman parte integral del mismo aparato político de la clase gobernante, utilizando diferentes posturas políticas para manipular los temores, el miedo y la desorientación de los trabajadores y crear las condiciones necesarias para consolidar una sociedad y un gobierno fascistas. Esto incluye “el populismo de derecha” del Partido Republicano y “el populismo de izquierda” del Partido Demócrata.
El aspecto más importante del populismo norteamericano es su perspectiva no clasista. Ideológicamente, el populismo nunca se dirige en contra del sistema capitalista. Rechaza la idea de que la clase trabajadora tiene intereses absolutamente opuestos a los de la clase capitalista. Cualquier intento hoy día de negar el carácter clasista de la incipiente lucha es una táctica para descarrilar el pensamiento y la actividad independientes de la clase trabajadora y atraerla al campo del fascismo.
El populismo domina el proceso electoral. Por una parte está la peligrosa retórica populista anti inmigrante y anti obrera que intenta consolidar una base para el fascismo. Con estas ideas, la clase gobernante quiere guiar el pensamiento de los trabajadores al ellos responder al deterioro de sus condiciones de vida para hacerles creer que el fascismo es la solución más sencilla y obvia a sus problemas. Por otra parte, está el llamamiento a que se adopte un programa populista social demócrata y multiclasista que acorrale los impulsos políticos independientes y los dirija hacia el Partido Demócrata. Este partido sigue siendo el cimiento que vincula políticamente los trabajadores a los capitalistas. El primer paso en el desarrollo de la independencia política de la clase trabajadora es romper ese vínculo.
El mensaje populista tiene profundas raíces en la política norteamericana. Es un punto sensible para los trabajadores que ven desvanecerse su vida. Estén orientados hacia la izquierda, la derecha o un centro que se derrumba, los trabajadores buscan resolver sus problemas y remediar sus reivindicaciones. Todos los candidatos apelan a y explotan estos temores para hacer llegar su mensaje.
Navegando el laberinto
Actualmente Trump y el Partido Republicano dan voz a y organizan no sólo a los descaradamente fascistas sino que buscan convencer al pueblo norteamericano, incluyendo a la nueva clase, de que el enemigo y el problema son la propia clase nueva. Ninguno de los candidatos ni ningún otro Republicano está en desacuerdo sustancialmente con él. Buscan crear una nueva base de unidad nacional entre un segmento de los trabajadores mientras siembran la división entre los demás para que la clase gobernante pueda seguir consolidando su control fascista con tal de implementar su programa.
El mensaje de la campaña de Sanders apela a las aspiraciones democráticas y económicas del pueblo. Los que quieren un mundo más justo y humanitario gravitan hacia su candidatura. Aquí vemos cómo la clase gobernante utilizó la campaña de Sanders para asumir control de esta tendencia y descarrilar cualquier movimiento hacia la reestructuración del sistema de propiedad privada. Independientemente de lo que pase, la campaña tendrá como efecto dirigir su apoyo al Partido Demócrata y situar a Sanders y otros como él en condiciones de desempeñar un papel en cualquier movimiento en el futuro hacia un tercer partido.
Sin embargo, los revolucionarios no deben subestimar la importancia de la campaña de Sanders para el proceso revolucionario. Un sector de la clase obrera está usando el mensaje de la campaña como vehículo para luchar por sus demandas concretas. La demanda emergente de que el gobierno resuelva los problemas del pueblo y la discusión abierta sobre el socialismo son puntos extraordinariamente significativos. Abre el camino para una verdadera discusión sobre lo que será necesario para reorganizar la sociedad en beneficio de la humanidad y los pasos que habrá que tomarse.
La clase logra su independencia política en una serie de fases parciales y necesarias. Si los revolucionarios no luchan por completar cada fase en el momento posible, el proceso no podrá avanzar. Los revolucionarios se unen con aquéllos que gravitan hacia el mensaje de Sanders y les presentan una visión de la solución y la estrategia con que lograrla. Nos apoyamos en las dispersas demandas básicas de la clase para mostrar que una sociedad cooperativa no sólo es posible sino que es la solución práctica de los problemas que enfrentamos hoy.
En cuanto a la clase gobernante, Hillary Clinton es, sin duda, la mejor persona para avanzar su programa en los planos nacional e internacional. Repite la misma retórica populista y los mismos temas de Sanders. Se acerca a todo desde la perspectiva de allanar el camino para la expansión global y el capital especulativo en busca de nuevas formas de ganar dinero. Forma parte de una extensa red de patrocinadores corporativos y tiene profundas alianzas en el Partido Demócrata. Su larga trayectoria de servicio en el Senado norteamericano y como Secretaria de Estado le dan la postura a nivel mundial, las credenciales y la experiencia para manejar los asuntos globales del país más poderoso del planeta. Ha comprobado que hará lo necesario para realizar los cambios sociales, económicos y políticos requisitos para avanzar los intereses de la propiedad privada, incluyendo mantener a los EE.UU. perpetuamente en pie de guerra.
Los revolucionarios pueden trazar el camino por el laberinto de estas elecciones sólo si tienen presente en primer lugar las realidades de nuestro tiempo. Las condiciones cualitativamente nuevas presentan la oportunidad de cumplir con las demandas de la clase, incluyendo sus aspiraciones por una existencia culta y pacífica.
Los revolucionarios tienen que utilizar la lucha y el tumulto creados por estas elecciones, al igual que la propaganda y las acciones de la clase gobernante, para llevar nuestra clase de una postura defensiva—en defensa del sistema capitalista y lo que una vez tuvo—a una postura ofensiva—la lucha por una sociedad cooperativa, que hoy es factible.
Extraído del Informe del Organismo Central, LRNA, febrero de 2016
septiembre/octubre.2016.Vol26.Ed5
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