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El Camino a Seguir: Unir nuestra clase

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A la luz del clamor de protesta contra la violencia policial que ha surgido en varias pequeñas ciudades y suburbios, este informe sigue desarrollando el análisis de la Liga del punto en que se encuentra la nueva clase, tanto objetiva como subjetivamente.  Es parte de nuestra continua evaluación de la situación general que enfrentamos los revolucionarios.  Analizamos la relación entre las fuerzas, la estrategia y las tácticas del enemigo, sus puntos fuertes y débiles y nuestras propias tareas.  Este enfoque permite que los revolucionarios pensemos estratégicamente sobre las medidas que toma la clase gobernante y aprovechemos los procesos objetivos que están en marcha para vencerla.

La clase gobernante busca establecer un orden social y político capaz de proteger y fomentar la propiedad privada bajo las actuales condiciones, producto de medios de producción cualitativamente nuevos.  Su ofensiva táctica se basa en dos ejes fundamentales:  impedir que la clase obrera se una en cualquier esfuerzo contra la clase dominante y unir un sector de la clase obrera en favor de su objetivo.

Los revolucionarios buscamos una sociedad pacífica y cooperativa sobre los cimientos materiales de los nuevos medios de producción.  Para lograrla,  tenemos que desarrollar e influenciar la fuerza social necesariamente obligada a luchar por una nueva sociedad.  Es la nueva clase que los medios de producción emergentes están formando.  Es un segmento actual de la clase obrera, una nueva cualidad dentro de ella.  Consiste mayormente de trabajadores temporales o a medio tiempo, que ganan el salario mínimo o hasta menos.  Este sector se ve constantemente arrojado a las filas de los desempleados, desde los desocupados debido al desempleo estructural hasta los obreros indigentes y desposeídos de forma absoluta.  Esta clase no podrá sobrevivir a menos que las relaciones de propiedad cambien.  El programa real de esta clase es, entonces, abolir la propiedad privada, y este programa comunista redunda en beneficio de toda la sociedad.  Es en esta realidad objetiva que radica su poder, al igual que el nuestro.

Históricamente, los privilegios sociales concedidos a los trabajadores blancos y negados a los obreros afroamericanos han reforzado la ideología racial.  Oprimidos y explotados de forma desigual, ellos no podían unirse.  Aunque el proceso será largo y duro y a pesar de las divisiones históricas, las condiciones objetivas actuales hacen posible que se una la clase en base a un programa de intereses compartidos y, por tanto, que dirija la sociedad hacia el comunismo.

Pero esta clase se encuentra fragmentada por la historia, la ideología y la cultura.  Si es cierto que las cosas empiezan a cambiar, la clase está atada de mil formas a la clase imperante y el sistema capitalista.  La tarea de los revolucionarios es enseñarle cuáles son los intereses que comparten como clase y darles una clara visión del futuro posible.  Esto significa que los revolucionarios tienen que abandonar sus prejuicios ideológicos, confiar en los cambios que se están dando en el mundo real y forjar planes de acuerdo a esta realidad.

Los suburbios y el crecimiento de la nueva clase

Las comunidades obreras de los suburbios, que se erigieron en las afueras de muchas ciudades por todo el país y en su momento fueron prósperas y económicamente estables, actualmente tienen la tasa de crecimiento de la pobreza más alta de Estados Unidos.   Un aspecto fundamental de este giro económico es la rápida expansión de la producción electrónica, libre de mano de obra humana, que apresura la formación de la nueva clase de obreros.  Son los obreros desplazados del proceso de producción y expulsados permanentemente o relegados a la periferia de la nueva economía basada en la electrónica.  En Estados Unidos, la gran recesión del 2008 tuvo su mayor impacto económico en los centros suburbanos, que sufrieron las tasas más altas de ejecuciones hipotecarias del país.  Los obreros de los suburbios son el sector de más rápido crecimiento entre los recién desposeídos.

Según un informe del Brookings Institute de 2013, la pobreza en los suburbios superó la de las zonas urbanas por primera vez en la historia del país.  Entre el 2000 y el 2012, el sector más pobre de la clase obrera en las áreas suburbanas aumentó en un 65 por ciento, más del doble de su incremento en las ciudades.  A nivel nacional, el número oficial de personas subsistiendo en la pobreza ascendió a 46,2 millones, es decir, el 15 por ciento de la población.  En las zonas metropolitanas más grandes del país, los suburbios representaban el 55 por ciento de las personas viviendo en o por debajo de la línea oficial de pobreza, sobrepasando por 3,5 millones a la población urbana de gente pobre.

Si bien las tasas de pobreza entre afroamericanos y latinos son casi tres veces mayores que entre la gente blanca, la brecha se va reduciendo.  Más de 19 millones de personas blancas subsisten por debajo de la línea oficial de pobreza.  Representan el 41 por ciento de todas las personas que viven en la pobreza—y casi el doble del número de afroamericanos.  Un estudio de la Associated Press de 2013 reveló que la inseguridad económica entre la gente blanca es más generalizada que lo que afirman los datos gubernamentales, “azotando a más del 76 por ciento de los adultos blancos antes de cumplir los 60 años. Las personas blancas de ingresos más bajos están dispersas en los suburbios y en pequeños pueblos rurales, donde más del 60 por ciento de los pobres son blancos.  Estas personas se concentran en regiones tales como el este de los Apalaches, el medio oeste industrial, el corazón de estados como Missouri, Oklahoma y Arkansas, y a lo largo de las Grandes Llanuras, pero igualmente se encuentran en cualquier parte y en todas.”

Esta nueva pobreza es permanente, fijando las condiciones para forjar la unidad política de la clase obrera.  Además crea un ambiente favorable para la propaganda que exponga cómo obra la clase gobernante, empleando motivos raciales para dividir la creciente nueva clase, y cómo las nuevas condiciones de pobreza, en aumento, aúnan nuestros intereses económicos prácticos en cuanto a clase, sin importar la raza.

Las comunidades suburbanas carecen de instituciones evolucionadas históricamente, junto a la infraestructura y demás métodos sofisticados de control social que se conocen en las ciudades.  Actualmente, casi dos tercios de todos los obreros de bajos salarios, tales como los empleados en ventas al por menor o en la alimentación (preparación y servicios de alimentos), viven en los suburbios.  Las pocas opciones de transporte les limitan o impiden el acceso a los servicios públicos del estado, tales como centros de cuidado infantil subvencionados u otros servicios de seguridad, tales como bancos de alimentos y cuidado médico asequible.

Desprovistos de los medios para escapar de estas condiciones, los obreros con salarios míseros siguen aislados en sus barrios, bajo el control de las autoridades locales y de los condados.  Dada la combinación del rápido crecimiento de la nueva clase en los suburbios y los violentos y opresivos métodos de control social con que los dirigentes políticos y la policía locales los reprimen, se ha de esperar nuevos brotes de resistencia como el de Ferguson, Missouri.

Acabar con la fórmula del dominio político

Se puede ver por qué la clase dirigente estadounidense ha tenido tanto éxito.  Ha controlado su clase obrera mediante ciertos privilegios sociales, una ideología racial y la manipulación de la visión cultural del mundo de los diferentes estratos de la clase.  Bajo las condiciones anteriores no se podía resolver el problema de las divisiones en la clase.  El capitalismo se expandía, proporcionando la base material para los privilegios económicos y sociales que se dispensaban a los obreros blancos, los del Norte y los hombres mientras se les negaban a los afroamericanos, los trabajadores del Sur y las mujeres, alejando los unos de los otros.

Estratégicamente, la fuerza política decisiva en este país siempre ha sido el segmento más explotado de los obreros blancos.  A través de la historia, ellos han sido el vínculo entre la clase capitalista y las masas de trabajadores.  Sólo ellos pueden unir a toda la clase, a las masas de obreros afroamericanos porque ni éstos ni ellos pueden sobrevivir bajo el sistema capitalista actual y a las masas de trabajadores blancos por la misma razón.  Lo que los paraliza es el problema de la raza.

La  clase gobernante siempre ha reconocido la importancia de este segmento de la clase y siempre ha sabido cómo manipularlo para mejor lograr sus objetivos.  Podemos ver un ejemplo en la historia.  Eugene Talmadge, el Gobernador de Georgia de 1933 a 1937, se opuso al Nuevo Trato de Franklin D. Roosevelt, negándose a seguir su política y programas.  En una reunión de obreros blancos pobres, Talmadge se aprovechó de la cuestión de la raza para justificar no repartir, gratis, las sobras de alimentos bajo el programa de distribución de productos básicos del Nuevo Trato.  Les dijo que como era un programa federal los afroamericanos también recibirían los alimentos gratuitamente y que el próximo paso sería verlos “bailando con sus hijas.”  Eligieron a Talmadge de Gobernador por dos gobiernos seguidos.  Después, sin importar su color, todos los obreros del Sur siguieron con hambre y se vieron obligados a aceptar lo que los capitalistas les dieran.  Siendo parte de la región del “Cinturón Negro”, Georgia se aseguró como fuente de continuas ganancias extraordinarias para los capitalistas industriales y financieros del Norte imperial.

El control de los trabajadores del Sur sirvió de base para el control de todo el país. Geográficamente disperso, mantenido en retraso político y sin organización, este sector de los obreros fue controlado por la élite del Sur mediante la coacción, el soborno social y apelaciones a una cultura fundada en ciertas perspectivas religiosas y sensibilidad moral y la ideología racial.  Los senadores sureños, electos campaña tras campaña sin nunca tener que rendir cuentas, llegaron a constituir como grupo una fuerza política en el Congreso capaz de obstruir cualquier legislación que beneficiara a los obreros del país.

Así, se aseguró al sector más explotado de los trabajadores blancos como el eje de la fórmula histórica de usar el Sur para controlar políticamente al país entero. Hoy, la clase dirigente ya no necesita a los obreros blancos más que a cualquier otro grupo, sin importar de qué región sea o su sexo.  La tecnología electrónica está volviendo obsoleto el trabajo humano.  ¿Para qué van a favorecer los dirigentes a quien ya no necesitan? Ellos entienden el papel actual—políticamente decisivo—del segmento más explotado de los obreros blancos y están tomando los pasos para manipular y contener este sector.  Sin incentivos materiales qué ofrecerle, sólo le quedan la ideología y la fuerza.

La clase gobernante reconoce la amenaza que esto supone a su dominio.  Ella explota magistralmente las perspectivas religiosas, las sensibilidades morales y los puntos de vista culturales de este segmento de los obreros blancos.  Su éxito se hace evidente en las recientes elecciones de medio término.  Una encuesta a pie de urna de CNN reveló que el 54 por ciento de los obreros blancos que ganaban menos de $50.000 al año votó por el Partido Republicano, mientras que sólo el 19 por ciento de los “no blancos” votó por los Republicanos.  A la vez, la clase gobernante manipula la forma de ver la vida de estos obreros para atacarlos y aislarlos.

En un artículo del 2013 para la revista Salon, titulado “Los hombres blancos más rabiosos de Estados Unidos,” Michael Kimmel afirma que una explosiva mezcla cultural en pro del capitalismo, el patriotismo, el cristianismo y el excepcionalismo norteamericano, que incluye la ideología racial, sirve de óptica con que estos obreros observan el deterioro de sus condiciones de vida.  Era generalizado entre ellos un “sentimiento de derechos frustrados,” creyendo que otros acaparan los recursos de la sociedad, “mientras que ellos se quedan con nada y a menudo son abandonados a la intemperie, dejados sin casa, sin trabajo e indefensos.”  Kimmel nos advierte del extremo a que los fascistas los incita a “echarles la culpa a otros” obreros, tales como a los afroamericanos, los latinos, los inmigrantes y las mujeres, y a detestar “el gran gobierno dominante”.  Sobre la base de las quejas y percepciones de estos obreros, los fascistas están desarrollando una visión de la sociedad al servicio de una revolución política francamente fascista.

Los revolucionarios tenemos que preguntarnos:  ¿dejamos este segmento de la clase en manos de los fascistas?  Como el resto de la clase, el segmento más explotado de los obreros blancos está a favor del capitalismo.  Sin embargo, se vuelven cada vez más hostiles con las corporaciones.  Sobre esta base, se les puede mostrar que las raíces del dominio corporativo se encuentran en el sistema capitalista.  Ellos están en contra del gobierno y a favor de refrenar el “gran gobierno”.  Pero la realidad es que no pueden sobrevivir sin la poca ayuda que les da el gobierno.  Sobre esta base, se les puede mostrar la posibilidad de un gobierno que defienda sus intereses de clase.  Ellos ven que hay millones más pasando por lo mismo.  Ya van deshaciéndose de la idea que son ellos mismos los responsables por el empeoramiento de sus condiciones.  Sobre esta base, se les puede mostrar que si quieren satisfacer sus necesidades básicas, tienen que unirse a otros sufriendo la misma situación, sin importar su color.

Los revolucionarios no anteponemos la “cultura” a la “economía”, ni la clase a la raza.  Sin una lucha contra el racismo, los obreros no saldrán de la pobreza.  Sin una lucha contra la pobreza, no pueden destruir el racismo.  Fijamos nuestra propaganda donde se está quebrando el vínculo entre ellos y la clase dominante.  Les mostramos una visión diferente y posible del futuro y una estrategia para alcanzarlo.

La raza como clase y cultura

La raza es un concepto político, no científico, y se puede usar de cualquier manera que satisfaga las necesidades políticas.  Las designaciones políticas sirven para crear un “otro”, aislado del resto de la sociedad, explotado por la clase gobernante y manipulado por ella para ganarse a un segmento de la clase obrera a favor de su programa.  Éste ha sido el caso trátese del color (como en la esclavitud), la nacionalidad (como en las guerras entre naciones) o hasta la cultura (por ejemplo, pueblos del mismo color, pero culturas distintas).

El mundo real muestra que las designaciones raciales del pasado no reflejan los hechos de hoy.  En los Estados Unidos, hay alcaldes, jefes de policía y generales militares afroamericanos.  Han habido dos Secretarios de Estado afroamericanos.  Hay millonarios y multimillonarios afroamericanos.  Hay un Presidente afroamericano.  Todos ellos forman parte o cumplen con los intereses de la clase gobernante y comparten sus intereses.  Son parte de una burguesía global en desarrollo, multinacional y de todos los colores.  La producción electrónica y la globalización también están formando una nueva clase de proletarios en todo el mundo, con intereses económicos en común, sin importar nacionalidad ni color.

La clase gobernante está creando una nueva identificación racial en base a las diferencias culturales y de clase.  Esto no es nada nuevo.  Siempre ha utilizado y manipulado la historia estadounidense, asimilando antiguas formas al servicio de nuevas condiciones. Las formas han cambiado acorde con las fases cuantitativas de desarrollo, pero el contenido—la protección de la propiedad privada—sigue igual.La clase dirigente, sin importar el color, se describe a sí misma como superior debido a su cultura, presentándose como ordenada, autosuficiente, moral en términos religiosos y respetuosa de la ley.  A la nueva clase emergente, independiente del color, se le describe como inferior debido a su cultura y se presenta como violenta, criminal, dependiente y no dispuesta a ayudarse a sí misma, por mucho que la sociedad la ayude.  Claro que son ficciones que crea la clase dominante, pero estas ideas repercuten en las filas de los trabajadores.  Y la clase gobernante sigue utilizando el color como designación racial y lo hace hábilmente, como lo muestra la polarización a raíz del asesinato policial en Ferguson y, por lo general, dentro de las filas de la clase obrera.

Pero sean formas antiguas o nuevas, el propósito de la ideología racial no cambia:  el dividir y controlar a los obreros para asegurar su explotación de todas las formas posibles.

Los revolucionarios tienen que influir en la nueva clase.  Requiere abandonar todas las ideas preconcebidas y en su lugar confiar en la inevitabilidad del proceso objetivo.  Los cualitativamente nuevos medios de producción están destruyendo el antiguo orden social y creando una nueva clase que no puede subsistir sin que reorganice la sociedad en base a estos nuevos medios.  De una u otra forma, ya se ve obligada a actuar.  Pero cómo dependerá de lo que piensen.

La estrategia de la clase dominante y la violencia policial

Se está desarrollando una nueva etapa del movimiento en base a una serie de cambios cualitativos en la economía.  Se va acrecentando una polarización entre la riqueza y la pobreza jamás antes vista en el mundo.  Las demandas del embrionario movimiento están entrando en conflicto tanto con las ideas de la clase gobernante, que sirven para dividir, como con el Estado, que se interpone para que el movimiento no logre sus demandas.  El peligro es que los obreros tienen muy poco conocimiento de los cambios históricos en el mundo, la estrategia de los dirigentes y la solución final, que es una reorganización de la sociedad de carácter comunista.  Por tanto, el movimiento puede fácilmente desviarse.

El objetivo de los que mandan es evitar que la revolución se desenvuelva en base a la lucha de clase.  Una de sus tácticas es enfrentar a un segmento de la clase obrera contra el otro.  Usan el racismo, su arma histórica, para lograrlo.  Es lo que presenciamos en un momento de la historia en que por primera vez es posible unir a un segmento de la clase obrera:  los desplazados por la producción electrónica.

Se puede ver la estrategia de los gobernantes en la lucha que se está desarrollando contra la ola de asesinatos en manos de la policía atravesando todo el país.  Estos asesinatos y la brutalidad policial son el rostro del paso hacia una completa toma de poder fascista del país.  A menudo, los asesinatos se perpetran en las ciudades y suburbios más afectados por la revolución electrónica.  Actualmente, las víctimas de la brutalidad y los asesinatos policiales son, abrumadoramente, obreros pertenecientes a minorías.  Dada la historia norteamericana, no podría ser de otra manera.  La historia también muestra que a medida que la mayoría acepta esta brutalidad, se dirige, inevitablemente, en contra de todos.  En este momento, la violencia policial no perdona a nadie.

El desarrollo de la conciencia

Como todo proceso, la conciencia se desarrolla por fases.  Albuquerque, Ferguson y ahora otros escenarios de recientes luchas contra los asesinatos cometidos por la policía reflejan el inicio de una toma de conciencia de que la sociedad está compuesta por una clase gobernante y una clase subordinada.

Esta percatación puede observarse en la repugnancia moral ante la impunidad de la policía y el conocimiento que la policía usará sus armas en contra de cualquiera que considere indeseable.  En Albuquerque, la policía le ha pegado tiros a 36 personas en los últimos cuatro años, de las cuales 22 murieron.  La mayoría de las personas asesinadas han sido latinas.  Respondiendo a estos incidentes, se desarrolló una lucha por la justicia, a menudo con familiares de la víctima al frente.

Pero se desató la confrontación cuando agentes policiales le dispararon por la espalda a un indigente que vivía en las colinas de Albuquerque—aun después de que aceptó acompañarlos—y el vídeo de su ejecución se propagó rápidamente.  Muchos obreros en la ciudad se sumaron a las filas de los manifestantes y enfrentaron a las porras y el gas lacrimógeno.  Muchos, que antes habían respaldado el orden público, ahora decían que por primera vez estaban cuestionando el comportamiento de los cuerpos policiales.  Un periodista de Albuquerque resumió el parecer de mucha gente al escribir lo siguiente:  “¿Se les enseña (a los agentes de policía) que hay una clase de gente que no vale nada, que no importa y que no merece el beneficio de la duda, y que tampoco merece que se les trate con respeto, como seres humanos completos?  ¿Quién no merece la protección de la ley?”

Los cambios fundamentales en la economía, la polarización entre la riqueza y la pobreza, el crecimiento de una nueva clase expulsada de la sociedad por los robots y la negativa del gobierno de rectificar los reclamos de los obreros están creando un ambiente en que los trabajadores empiezan a separarse del sistema político.  Esto es importante porque la revolución no puede avanzar hasta que los obreros piensen independientemente, libres de la clase dirigente y de acorde con sus intereses como clase.

Un método que emplean los gobernantes para restringir la conciencia es describir la lucha contra la policía sólo como una lucha contra el racismo.  Un manifestante en Ferguson, reaccionando con enojo a la cobertura provocadora de los medios de comunicación, advirtió lo siguiente: “Están tratando de decir que esto es una guerra racial, cuando se trata de hacer justicia.”  Nadie puede negar que el racismo es un elemento esencial de la lucha.  Actualmente en los Estados Unidos, los agentes del orden público o los que deciden tomar la ley por su mano asesinan a un hombre afroamericano cada 28 horas.  Sin embargo, debido al empeoramiento de las condiciones económicas y sociales que enfrenta un creciente segmento de la clase obrera, la tendencia hacia una comprensión más completa del problema inevitablemente sale a relucir.  Se observa, por ejemplo, en la respuesta de un joven cuando le preguntaron por qué participaba en las protestas:  “Estoy aquí para defender a mi gente.”  Los reporteros entonces preguntaron,  “¿Quiénes son tu gente?”  Contestó,  “No me importa si eres morado, negro, moreno o blanco.  Se trata de la humanidad.”

El tiempo apremia.  En el polo opuesto, van en aumento todo tipo de grupos fascistas.  Muchos están en contra del gobierno, pero también están en contra de los afroamericanos y latinos y se han aliado con la policía.  El Southern Poverty Law Center sigue las actividades de 1.000 grupos intolerantes motivados por el odio.  En Missouri, un grupo de Facebook en apoyo de Darren Wilson asegura tener más de 80.000 miembros.  También operan grupos anticomunistas.  Algunos describen muy bien el peligro y la brutalidad del naciente Estado policial, pero también incluyen mensajes anticomunistas. El peligro es que estalle una crisis en el país que abra las puertas a la integración del gobierno, el ejército y las fuerzas abiertamente fascistas en una ofensiva fascista a gran escala.  Ya existen las facultades legales para asumir control del gobierno y declarar el mando del ejecutivo unitario.

Las estrategia y tareas de la Liga parten del entendimiento de que existe una nueva cualidad de producción que está destruyendo la antigua sociedad y sentando las bases para su reorganización y una sociedad nueva.  Es lo que sucede históricamente en una revolución.  El proceso es irreversible.

A partir de esta fase cuantitativa de la conciencia del pueblo, los revolucionarios buscan enseñarle que el cambio sólo se podrá dar cuando los propios obreros, como clase, obtengan el poder político necesario para crear una sociedad totalmente nueva.  Una vez se realice esto, no habrá fuerza en el mundo capaz de impedirles desarraigar la antigua sociedad y crear una nueva.

Informe político del Órgano Central de la LRNA, noviembre del 2014

marzo/abril 2015. vol 25. Ed3
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