Enero toma su nombre de Jano, el dios romano con un rostro mirando hacia el pasado y el otro hacia el futuro. Así debemos ver el año nuevo, sin dejar que la propaganda sobre el pasado de la clase en poder nos nuble la visión del futuro. Por la inevitable destrucción del sistema capitalista ya en marcha, en ese futuro no habrá capitalismo. Será el conquistado por la nueva clase revolucionaria, la más sufrida, o un nuevo fascismo impuesto por la clase gobernante para retener su propiedad privada en el período pos-capitalista.
Un claro ejemplo de los intereses opuestos de estas dos clases fue el Día de Gracias el 26 de Noviembre, tan diferentes para cada una de ellas. Los inversores batieron récords de índices accionarios sabiendo que era muy poco probable que el nuevo gobierno priorizaría los intereses del pueblo sobre los suyos. Como Michael Arone, asesor de inversiones de State Street Global Advisors, le explicó al New York Times, “Tenemos una administración de Biden muy probablemente regida por un Congreso dividido y una Corte Suprema conservadora, así que se elimina parte de las políticas más extremas de derechas e izquierdas. Es por eso que los mercados están de fiesta”.
Pero 14 millones de americanos desempleados dependientes de la ayuda federal de emergencia pasaron esos días festivos sin saber si el gobierno retrasaría el plazo límite de la ayuda (31 de diciembre). Unas nueve millones de personas recibieron la Asistencia por Desempleo a causa de la Pandemia, cubriendo a trabajadores independientes y gente que no calificaban para la ayuda estatal normal. Unos 4.5 millones más se ampararon en el programa de Compensación de Emergencia por Desempleo a causa de la Pandemia, que agregó 13 semanas a las 26 que la mayoría de los estados prestan ayuda. Además, estaba por expirarse el plazo de las reglas federales prohibiendo desalojos o el incurrir en demora de pago de hipotecas o préstamos estudiantiles. Para muchas familias, se hacía difícil estar agradecidas al gobierno. No se debe olvidar lo que sufrieron, fueran cuales fuesen las medidas a medias que luego se tomaran.
En el 2021, seguirá adelante la transformación económica de la sociedad, pasando de la antigua tecnología electromagnética a las actuales fábricas operadas digitalmente con poca o ninguna intervención de mano de obra humana. Podría haber una abundancia económica para todos, ecológicamente sostenible, pero la clase dirigente sólo utiliza la tecnología para generar beneficios a costa de los trabajadores. Privados de empleos e ingresos seguros debido a la producción electrónica, van formando parte de la nueva clase de trabajadores con empleo marginal, permanentemente desempleados o absolutamente indigentes y sin hogar. Como consecuencia, el porvenir del sistema capitalista es el colapso, volviéndose inservible al expulsar a millones fuera del mercado.
EL FASCISMO BAJO NUEVAS CONDICIONES
La respuesta de los dirigentes a la pandemia del coronavirus aceleró ambos, el crecimiento de esta nueva clase y el giro hacia métodos de control fascistas. En el fascismo que nació en Italia hace cien años, el objetivo del gobierno era acelerar el capitalismo poniendo ciertas compañías al mando de industrias enteras. Se restringió el derecho de los trabajadores de luchar por mejores condiciones, desviándose sus esfuerzos con propaganda pidiéndoles que se aliaran con el gobierno en contra de grupos étnicos y comunistas supuestamente desleales. Pero ahora la clase en poder une las corporaciones al Estado en una nueva forma del fascismo, porque la revolución económica digital está destruyendo el capitalismo y esta clase pretende mantener su dominio sobre la propiedad privada sin importar lo que el futuro traiga.
Claro que los líderes de la clase gobernante no admitirán que el capitalismo no va a funcionar en la época de la tecnología electrónica. Sin embargo, estaban consciente de ello ya durante el debacle financiero del 2008, cuando el gobierno rescató las corporaciones “demasiado grandes para fracasar” en la competencia del mercado. Como dijo Ben Bernanke, jefe de la Reserva Federal de Obama, “En una crisis, los gobiernos apoyan las firmas ‘demasiado-grandes-para-fracasar’ no por favoritismo o alguna duda sobre su administración, sus dueños o los acreedores, sino porque saben que las consecuencias para la economía en general de un fallo desordenado es mucho mayor que el costo”. Se están preparando para el inevitable desplazamiento tecnológico de empleos que sembrará ese “fallo desordenado” por todo el sistema capitalista.
El presidente entrante, Biden, ha prometido priorizar la creación de empleos. Mas no hay formar de dar marcha atrás con la revolución electrónica, que continuó en proceso durante recientes administraciones presidenciales, causando al empobrecimiento de millones de personas en el Sur y su periferia, incluyendo los diez estados con más hipotecas y alquileres sin pagar: Mississippi, Luisiana, Carolina del Sur, Tennessee, Georgia, Arkansas, Virginia Occidental y Missouri. Con la creciente pobreza del Sur durante el 2021, allí será más intensa la lucha nacional en torno a la economía bajo el nuevo fascismo americano.
Consciente de que tales luchas crecen, todo presidente americano tiene que promover más políticas fascistas, preparando el aparato del Estado para una mayor represión de las luchas del pueblo por sus necesidades básicas. Esas contiendas verdaderamente expresan la lucha de la nueva clase en su conjunto. Pero como abarca tanta gente negra e inmigrante, su represión suele vincularse con la propaganda racista de “grupos de odio discriminatorios”. Eso le hace a la gente pensar que los únicos fascistas americanos son los que piensan como los racistas nazis de Alemania. En verdad, la clase gobernante impone la economía fascista amparando a las corporaciones y la política fascista reprimiendo a la nueva clase por medio de líderes “respetables” de ambos partidos, no sólo mediante los extremistas.
UNA NUEVA CLASE EXIGE UN NUEVO SISTEMA
No hay duda de que en el 2021 la clase dominante necesitará que Joe Biden bregue con la “recesión del coronavirus” por la vía fascista que Trump y Obama ya iniciaron. Está entrando en conflicto con la creciente clase nueva, que cuenta con gente como Tammy Phelps en Nebraska, madre divorciada con 5 hijos que le dijo a CNN, “Yo soy la clase de americano que necesita ayuda ahora, y nunca antes la había necesitado”.
También hay millones que necesitan ayuda con los costos del cuidado médico, que siguen en aumento a pesar de la Ley de Cuidados de Salud Asequibles (ACA, o Obamacare). Mientras Trump hacía campaña prometiendo que iba a acabar con Obamacare y Biden que lo mantendría, los dos ignoraron a los millones de votantes que mediante la campaña de Sanders reclamaron un programa de cuidado de la salud gubernamental libre del control de la corporaciones. Este año, la lucha de los que demandan atención médica nacionalizada va a intensificarse, junto con la lucha por mantener su vivienda de los que pagan hipotecas o alquiler y el movimiento de los que han sido desposeídos de su hogar.
Un número creciente de estos luchadores insiste en que el gobierno tiene la responsabilidad de actuar en su nombre y, a muchos de ellos, la experiencia les está abriendo la mente a nuevas ideas revolucionarias. La nueva clase a que pertenecen no puede resolver sus problemas económicos a menos que los medios de producción sean propiedad pública y el producto social se distribuya según la necesidad, en otras palabras, sin un sistema económico comunista. Esto significa que la destrucción del capitalismo ha creado por primera vez una clase económica objetivamente comunista. No tiene más alternativa que reemplazar el fascismo que la clase gobernante impone con este nuevo sistema que representa el futuro de la sociedad.
enero-febrero 2021. vol 31. Ed 1
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