
Crédito: Christopher Penier
En un centro de detención de Luisiana, a unas 1.000 millas de su familia, Mahmoud Khalil finalmente pudo cargar por primera vez a su hijo de 1 mes de edad, después de que un juez federal bloqueara los esfuerzos de la administración de Trump de separarlos con una barrera de plexiglás. El graduado de la Universidad de Columbia ha estado detenido desde el 8 de marzo de este año y es la primera persona arrestada bajo la represión de Trump contra los manifestantes a favor de Palestina. Las autoridades federales buscan deportarlo, alegando que su papel en las protestas sobre Gaza menoscabó los intereses de la política exterior de los Estados Unidos.
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) denegó la solicitud de Mahmoud Khalil para asistir al nacimiento de su hijo. Tal como lo explicó su esposa, Noor Abdalla: “Esto no es solo crueldad. Es violencia deliberada, la crueldad calculada de un gobierno que destroza familias sin ningún remordimiento”.
Esta crueldad no es aislada. A los periodistas se les está prohibiendo el acceso a la Casa Blanca. Se están cancelando investigaciones científicas que salvan vidas. Se están prohibiendo programas que promueven la diversidad y la lucha contra la discriminación. Las oficinas de abogados están enfrentando sanciones por representar a opositores políticos. Todos estos ataques coordinados revelan la naturaleza del momento que estamos viviendo.
La última batalla de la propiedad privada
Cuando los funcionarios justifican la deportación de Mahmoud Khalil porque “nadie tiene derecho a una tarjeta de residencia”, están revelando una verdad fundamental: la clase gobernante ya no mantiene ni siquiera la apariencia de que hay derechos democráticos o incentivos económicos para aquellos a los que puede excluir. Esto representa un cambio hacia el uso de la fuerza bruta como el método principal de control social.
El avance de la automatización y de la inteligencia artificial está revolucionando la producción, mientras, al mismo tiempo, ha dado origen al desplazamiento de millones de obreros. Desde 1974, la productividad de los trabajadores aumentó vertiginosamente, mientras que los salarios se quedaron estancados. Hubo una riqueza de $50 billones creada por los trabajadores, pero esta quedó en manos del 10 % más rico de la población. Tan solo durante el primer año de la pandemia, los multimillonarios norteamericanos aumentaron su riqueza en $1,3 billones.
Los ataques económicos se han intensificado con los aranceles que aumentan los costos para las familias, mientras que las corporaciones reciben exenciones fiscales.
A medida que la nueva clase de trabajadores desplazados va creciendo y empieza a comprender su poder colectivo, la clase gobernante intensifica sus esfuerzos para impedir que se logre la unidad. Este es el desarrollo del fascismo: el avance paso a paso hacia una dictadura terrorista abierta del poder corporativo que lleva a cabo el aparato estatal.
El ataque bipartidista a la libertad de expresión
Aunque se han apresurado más con la administración de Trump, los ataques a la libertad de expresión no se limitan a un solo partido. En última instancia, ambos partidos están al servicio de un sistema que pone las ganancias por encima de las necesidades de las personas, desplegando su fuerza contra los movimientos que amenazan el orden existente.
Las masivas protestas multirraciales que surgieron después del asesinato de George Floyd en 2020 demostraron un nivel de solidaridad sin precedentes. Hasta 26 millones de estadounidenses participaron en lo que se transformó en el mayor movimiento de protestas en la historia de los Estados Unidos. Esta unidad aterrorizó a los que estaban en el poder.
La pandemia dejó sin trabajo a unos 50 millones de personas, lo que se sumó a décadas de dificultades económicas entre la clase trabajadora estadounidense. Las protestas que surgieron representaron una amenaza directa un sistema de divisiones que ha impedido que los obreros se unan más allá de las líneas raciales. La lucha del movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan) forma parte de nuestra clase, que está pasando a la ofensiva estratégica y dirigiéndose a la superestructura política que protege el capitalismo, la desigualdad y la propiedad privada.
Desde 2020, decenas de estados han introducido legislaciones para prohibir protestas. La administración de Trump ha amenazado con deportar a aquellos estudiantes extranjeros que participen en manifestaciones. A menudo, los funcionarios demócratas se han unido a los republicanos para el despliegue de policía militarizada contra las protestas estudiantiles.
Tal como lo menciona el informe de Amnistía Internacional de abril de 2025, titulado Chaos & Cruelty (Caos y crueldad), la administración de Trump ya ha destruido diversas comunidades a través de deportaciones masivas, desapariciones forzadas y una serie de severas restricciones a las solicitudes de asilo, todo lo cual representa una violación al derecho internacional.
Al respeto, Trump declaró lo siguiente: “Los opositores sostienen que la ley no me da derecho a hacer esto. ¡Cállense!”. Esto revela la forma tan descarada en que se han abandonado las restricciones jurídicas.
La persecución de manifestantes a favor de Palestina ejemplifica este ataque bipartidista. Los republicanos apoyan la represión, mientras que los demócratas se niegan a defender discursos que podrían molestar a los poderosos donantes.
Una vía hacia los encarcelamientos masivos y recortes a las necesidades básicas
La declaración de Trump de “tomar el mando de las universidades” revela que la represión contra las protestas estudiantiles es una prueba para lograr un control autoritario más amplio. Los grupos de trabajo del Departamento de Estado que vigilan la “retórica antiestadounidense” están creando una infraestructura propicia para las persecuciones masivas.
La supresión de la disidencia pública permite que la clase gobernante fomente políticas perjudiciales sin oposición, protegiendo así el poder corporativo y el sistema de la propiedad privada contra la oposición democrática.
Estos vínculos quedaron muy claros cuando los republicanos de la Cámara de Representantes aprobaron una propuesta de ley fascista conocida como “One Big Beautiful Bill Act” (Una gran y hermosa ley). Esta legislación representa “la mayor transferencia de riqueza de la clase trabajadora a los ricos en una sola ley estadounidense”. Mientras la lay concede exenciones fiscales por un monto de $1,5 billones al 5 % más rico, despoja a casi 14 millones de estadounidenses de su seguro médico para 2034.
El presupuesto introduce los mayores recortes en Medicaid en la historia y recorta la ayuda alimentaria mediante el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés) para casi 11 millones de personas.
El camino revolucionario en adelante
El ataque a los derechos democráticos no está ocurriendo porque el sistema es fuerte, sino porque es vulnerable a nuestra unidad. La revolución tecnológica genera tanto crisis como posibilidades: los mismos avances que obligan a millones de personas a vivir en la precariedad también hacen posible que exista abundancia para todos.
Nuestra respuesta debe lograr la unidad por encima de las líneas divisorias, reconociendo que la lucha por la libertad de expresión está relacionada con la lucha por la vivienda, la atención médica, la educación y el agua limpia. La batalla forma parte de una lucha de clases porque la clase gobernante es enemiga de la humanidad y de la propia Tierra. Sus ataques frenéticos muestran debilidad, no fortaleza: ellos deben recurrir a la violencia abierta para mantener el control.
Unidos por un nuevo mundo
La revolución tecnológica puede ofrecer abundancia y ha hecho que la distribución según la capacidad de pago ya esté obsoleta. Por eso, la clase gobernante recurre al fascismo, para proteger la propiedad privada a través de la fuerza cuando los sobornos económicos ya no funcionan.
Nuestra clase debe pasar de las luchas económicas dispersas a las luchas políticas unidas contra el Estado. Debemos reconocer que nuestra clase obrera tan diversa, la cual va desde los trabajadores tecnológicos desplazados hasta los inmigrantes indocumentados, comparte intereses en común en torno a la abolición de las relaciones de la propiedad privada que priorizan las ganancias por encima de las personas.
La victoria requiere poder político para derrotar al fascismo y organizar la sociedad cooperativa que necesitamos. Tal como lo afirma la Resolución Política de la Liga: “Ya sea en la guerra militar o en la guerra política, no es posible derrotar a un enemigo sin derrotar la estrategia de ese enemigo”.
Debemos unirnos no solo para defender la libertad de expresión, sino también para construir un mundo en el que las necesidades humanas estén por encima de las ganancias, la tecnología esté al servicio de todos, en lugar de enriquecer a unos pocos, y la Tierra esté protegida en vez de saquearla. La lucha por la democracia es la lucha por un mundo nuevo y podemos ganarla.
Publicado el 18 de junio de 2025
Este artículo se originó en ¡Agrupémonos!
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