Los desastres debido al cambio climático están agudizando la polarización económica entre riqueza y pobreza en curso en la sociedad norteamericana. No se trata de “desastres naturales”, como sostienen los propagandistas de la clase gobernante. Más bien son desastres causados por seres humanos y no tienen nada de natural. La contaminación del ambiente causa el calentamiento global y las persistentes consecuencias negativas para el entorno natural. La contaminación ambiental actual se debe a la moribunda economía capitalista y una clase en el poder que tiene que proteger su propiedad privada cueste lo que cueste.
En el año en curso, las olas de calor junto con temperaturas nunca vistas han causado incendios incontrolables, abrasando más de 8 millones de acres de terreno por todo el país. Y docenas de fuegos incontrolados siguen ardiendo y avanzando a lo largo del Oeste. En un período de ocho semanas, las aguas templadas del océano causaron cuatro huracanes (Harvey, Irma, María and Nate) que llegaron a tierra en Estados Unidos y sus territorios, haciendo estragos en las vidas de decenas de millones de personas. Una o más de estas súper tormentas azotaron desde las Islas Vírgenes de EE.UU. y Puerto Rico en el Mar Caribe al este del país hasta los estados de Florida, Alabama, Mississippi, Luisiana y Texas en la Costa del Golfo. Las regiones más afectadas fueron las Islas Vírgenes de EE.UU. y Puerto Rico, por Irma y María, y el sudeste de Texas, por Harvey.
La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) irrumpió en la zona de Houston para rápido volver a poner en marcha la producción petrolera después de las inundaciones sin precedentes que causó el huracán Harvey. Alcanzó el nivel normal en tres semanas. Pero a los dos meses, decenas de miles de la gente de Houston aún se albergan en refugios, moteles y hoteles. Los privatizadores corporativos aparecen para hacerse cargo de cualquier servicio público cuando pueden inducir a gobiernos municipales y de condados a ponerlo a la venta a centavos por cada dólar.
En el caso de Puerto Rico y las Islas Vírgenes norteamericanas, el a sus intereses como agencia gubernamental corporativa y a su misión de proteger la propiedad privada de la clase gobernante, la respuesta de FEMA fue de lenta a inexistente. Ambos territorios norteamericanos fueron totalmente devastados por los huracanes Irma y María, pero en ninguno de los dos se amenazaron importantes inversiones corporativas en propiedad privada que requirieran intervención rápida por parte de FEMA. A más de un mes de las súper tormentas, decenas de miles de los 100,000 ciudadanos norteamericanos de las Islas Vírgenes se encuentran sin agua potable y una mayoría sin energía eléctrica. Y en Puerto Rico, que sigue siendo una colonia de Estados Unidos, poblada por 3.4 millones de ciudadanos norteamericanos, millones carecen de agua y luz y por toda la isla se sufre de una escasez de alimentos y medicamentos. El huracán María destruyó más de cien mil casas. Día tras día, la vida para millones de personas en la isla permanece, de una hora para otra, una lucha por la supervivencia.
Vivimos en un mundo en que los intereses de la propiedad privada corporativa de unos pocos jan las condiciones de vida y muerte de los muchos. Una pequeña clase gobernante corporativa sigue destruyendo el medio ambiente, causando incendios incontrolados sin precedentes y súper tormentas que se convierten en “la nueva norma”. Luego, con el pretexto de “ayuda para catástrofes”, las corporaciones y el gobierno federal disponen de préstamos a gobiernos locales para que las corporaciones reconstruyan las regiones destrozadas. El gobierno y los inversionistas corporativos entonces imponen a las víctimas locales medidas y condiciones de austeridad que vienen a signi car la privatización corporativa de los servicios públicos. Este proceso de reconstrucción tras el desastre no se limita a EE.UU. o desastres sistémicos causados por el ser humano. Es el mismo empleado por el capitalismo global en todas partes. Tiene lugar actualmente en México, luego de los dos grandes terremotos destructivos que sacudieron el país en septiembre.
O la sociedad humana toma el control de las corporaciones o las corporaciones seguirán destruyendo la sociedad humana. Las catástrofes ambientales dejan cada vez más claro que sólo hay un camino hacia delante para la gran mayoría de la gente del planeta. El pueblo tiene que ejercer la voluntad política para apoderarse de las corporaciones y convertir la propiedad privada en propiedad pública, a disposición del bien común de la sociedad en su conjunto.
noviembre/diciembre 2017.Vol27.Ed6
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