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El Coronavirus y la Necesidad de una Visión Comunista

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El brote del nuevo coronavirus (o COVID-19) ha dejado muy claro la necesidad de una sociedad en que la gente cuente más que la propiedad privada. Nunca antes había sido tan evidente la necesidad de una sociedad cooperativa como a la luz de esta pandemia y la respuesta fascista a ella. Con una visión comunista, aseguramos que la clase dominante no vuelva a explotar el sufrimiento de los trabajadores para su beneficio, y hacemos frente efectivamente a estos peligros a nuestra salud antes de que queden fuera de control.

Ahora sabemos que el COVID-19 empezó a propagarse por los Estados Unidos a mediados de enero, casi coincidiendo con una prueba de diagnóstico facilitada por la Organización Mundial de la Salud para monitorear la enfermedad. Pero en vez de utilizarla, el gobierno de EE.UU. improvisó una red de asociaciones privatizadas y lanzó una prueba deficiente a principios de febrero, sin declarar un estado de emergencia nacional hasta un mes más tarde. Mientras tanto, los que están en la primera línea de la lucha, como personal de la salud, empleados públicos, camioneros y empleados de colmados, están trabajando sin suficiente protección. Los americanos están muriendo por los miles debido a la negativa del gobierno federal de hacer una prueba masiva, seguir la propagación del virus y contenerla y facilitar cosas sencillas pero esenciales, como mascarillas y batas. Frente a este desastre, los gobernadores empezaron a pedir la nacionalización de la industria para que los trabajadores de la salud pudieran tener el equipo adecuado y los pacientes casi un millón de respiradores que se cree necesitarán antes de superarse la crisis.

La aplicación mínima del Acta Producción para la Defensa, para nacionalizar ciertas industrias durante la crisis, eventualmente requirió la producción en masa de mascarillas N95 (hasta 3 millones), que la empresa ha estado vendiendo al más alto postor. Es decir, toma dinero público y lo usa para sacarle ganancias. Para el 27 de marzo, la presión sobre el gobierno federal dio lugar a que GM y otros productores fabricaran respiradores, pero todavía reina la confusión sobre los planes y la situación garantiza que estas empresas también se beneficiarán de los dólares que paga el contribuyente. Mientras tanto, muchos gobernadores se han quejado de que están compitiendo entre sí por el equipo protector, además de tener que competir con los mercados internacionales.

Mientras la clase gobernante presiona por miles de millones de dólares (impuestos cobrados a los trabajadores) para financiar su especulación y frenar la caída libre de la bolsa, millones de americanos más se ven obligados a abandonar su trabajo y quedarse aislados y temerosos, algunos expulsados del sistema para siempre. Cuando la gente bien situada supo lo que estaba por venir, se movilizaron para proteger sus intereses financieros en vez de a la población. Algunos, al tanto de lo que pasaría, hasta se desprendieron de acciones antes de que la crisis se desencadenara plenamente.

Se ponían a descubierto diferentes versiones del proyecto de rescate, ajustadas a favor de intereses egoístas. No obstante, se garantiza que miles de millones de dólares de cada monto de trillones de dólares (es decir, millones de millones) irá a parar en manos de los ricos. A la vez, sólo vemos insuficientes fondos y provisiones para la gente común. Entretanto, la clase en poder sienta las bases para una nueva ideología fascista, con los comentaristas de la radio y los políticos sugiriendo que la gente mayor preferiría sacrificar sus propias vidas a hacerle daño a la economía capitalista.

A pesar de estas barbaridades, la pandemia ha acelerado el impulso humano hacia la cooperación por la supervivencia de todos. Por todo del país, con medidas dispares de estados y municipios para contener el virus, la gente no sólo está siguiendo los protocoles de atención a la salud, sino que está actuando, organizando distribuciones de alimentos, recaudando fondos para personas necesitadas, exigiendo una moratoria sobre los desalojos y convocando huelgas de alquiler, haciendo llegar agua potable a los que les falta y ayudando a gente sin hogar a ocupar vivienda abandonada. Como lo hizo la humanidad por cientos de miles de años antes de la acumulación de propiedad privada, el pueblo trabajador busca la forma de compartir lo que tenemos para satisfacer las necesidades de los demás.

El uso de nuestros recursos para hacer frente a las necesidades de cada uno es el concepto fundamental del comunismo. Cuando las múltiples formas de producir las cosas necesarias para sobrevivir sean propiedad pública en vez de privada, se podrá atender a todas las necesidades comunitarias e individuales. En las primeras manifestaciones del comunismo, la gente se unía para sobrevivir en un mundo de escasos recursos. Hoy, vivimos en un planeta en que las tecnologías digitales pueden producir prácticamente todo lo que necesitamos, cada vez con menos intervención humana. Esta nueva realidad ha dado lugar durante décadas a una crisis mundial para el capitalismo y está empeorando porque este sistema depende de que los trabajadores ganen dinero para comprar sus bienes.

La pandemia de COVID-19 está intensificando esta crisis postindustrial y acelerando la lucha de clase. No hay duda de que los que estaban luchando contra la pobreza, sobreviviendo antes de la pandemia sin vivienda o la debida atención médica, están en la primera línea de esta lucha. A diario, cada vez más americanos se unen a ellos. En las últimas dos semanas de marzo, los 3.3 millones de americanos solicitando beneficios de desempleo se duplicó a la cifra sin precedente de 6.6 millones. Cuando hasta la clase dominante pide la nacionalización de industrias y la comunidad científica mundial reconoce la inevitabilidad de cada vez más pandemias y la creciente catástrofe climática, ninguna persona razonable—que no sólo busque aferrarse al poder—puede negar la insuficiencia del sistema económico global.

Mientras todo americano se va dando cuenta de que hay que nacionalizar la producción y la distribución para resolver la crisis actual, los revolucionarios tienen que tener presente que la terrible respuesta a ella es sólo el más reciente síntoma del creciente peligro para un sistema que ya no puede mantener a su gente. El rescate bancario de 2008, el sistema de salud nacionalizado utilizado para respaldar las compañías de seguro, alianzas como la hecha con la corporación Nestle (y otras) para vender las aguas de los Grandes Lagos por centavos a intereses privados mientras el Río Flint sigue envenenado: con todo esto hemos visto una y otra vez la inhumanidad del gobierno al trabajar por las corporaciones. Bajo el capitalismo, la nacionalización es una herramienta para lograr la estabilidad que necesitan las clases dirigentes.

Como revolucionarios, tenemos que considerar la nacionalización un campo de batalla importante, un diálogo nacional sobre qué intereses el gobierno va a servir. El costo humano del nuevo coronavirus muestra gráficamente la necesidad de un novedoso sistema económico comunista. La verdad objetiva es que ahora mismo podemos movilizar nuestros recursos para enfrentar la pandemia. Podríamos asegurar que nadie tuviera que vivir sin acceso de sobra a alimentos, refugio, ropa y todo lo necesario para superar una crisis como la que estamos viviendo ahora. ¡Imagínese no tener trabajo sin tener que temer por nuestra propia seguridad o la de nuestras familias! Esa es la visión comunista.

Antes de la epidemia del coronavirus, más de cuarenta millones de norteamericanos carecían de seguridad alimentaria y, una noche cualquiera, medio millón no tenía hogar. A pesar del dedicado compromiso de pequeños grupos a lo largo del país, la situación sólo se pone peor porque la gente no tiene control de los sistemas de producción en masa que podrían solucionar estos problemas. De hecho, como parte de una campaña para adoctrinarnos con propaganda fascista, hemos visto detenerse a personas por sólo dar de comer a gente pasando hambre, ayudar a las masas de seres detenidos y luchar en contra de la brutal separación de familias. Estos son los mismos grupos que la clase dominante ha tratado de impedir en su defensa de los que están más expuestos al riesgo de la pandemia. Con cada nueva crisis, sólo se intensifica la cruzada de la clase dominante por una ideología que antepone la economía a la vida humana mientras los dueños corporativos estadounidenses y globales luchan por retener su riqueza y el control sobre el sistema.

Esta ideología fascista es una necesidad objetiva para una clase dirigente que sólo puede mantener su control del pueblo convenciéndonos de que debemos poner la vida humana en manos de los intereses de la propiedad privada. Desde el momento en que estalló la crisis del COVID-19, el gobierno federal puso a intereses privados a cargo de la prueba, producción y distribución de las provisiones médicas necesarias y la respuesta a la crisis de FEMA (Agencia Federal para el Manejo de Emergencias) y las fuerzas militares de EE.UU. Los conservadores antes a favor de gobierno limitado ahora piden un gobierno federal reforzado para salvaguardar los intereses privados contra la agitación social. Estos planes complementan toda una serie de planes militares de contingencia. La industria publicitaria ayuda al gobierno de EE.UU. y de otras potencias internacionales en la vigilancia global de usuarios de moviles.

El COVID-19 acelera este movimiento por el fascismo a la vez que acelera la creciente conciencia social acerca de nuestros intereses de clase. Si ganan las corporaciones, morirán millones no sólo por la pandemia, sino también por la continua degradación del medioambiente y la serie de pandemias anticipadas que se acelerarán al intensificarse la guerra entre capitalistas por el control del mundo.

La visión comunista nos dice que las cosas no tienen que ser así. Al eliminar el enfoque lucrativo al frente del sistema, podemos cuidarnos unos a otros eficazmente todos los días. Podemos minimizar esta pandemia y dirigir nuestros recursos a la resolución de otras crisis inminentes, como las de las superbacterias y la amenaza del cambio climatológico impulsada por el afán de lucro. En este momento de la historia, la solución práctica de “para cada uno según sus necesidades” es mucho más que una buena idea; para nuestras esperanzas y sueños por todo aquello que amamos es una necesidad absoluta. AC

mayo/junio 2020. vol.30. Ed3
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