Las corporaciones están estableciendo sistemas educativos que cumplen con los objetivos del capitalismo global de alta tecnología, el cual es propio del Siglo XXI. Las corporaciones sólo necesitan unos pocos obreros altamente educados. Su intención es educar más a menos personas mientras educan mucho menos a más gente. Estas corporaciones trabajan a través de los gobiernos nacionales para aprobar leyes y tratados que faciliten esta tarea.
Cuando los gobiernos de Canadá, los Estados Unidos y México acordaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), el cual entró en vigor el 1° de enero de 1994, se tomó un gran paso en esa dirección. La comprensión del impacto que generó el NAFTA es una aspecto crucial para prepararnos para lo que viene.
Diversos educadores de Canadá, México y los Estados Unidos formaron la denominada Coalición Trinacional en Defensa de la Educación Pública, con el propósito de oponerse a la degradación de la educación pública, al pasar de ser un derecho y una responsabilidad del gobierno a un “servicio” que podría comprarse y venderse en el mercado como cualquier otro artículo de consumo: básicamente, se transforma en una forma “corporatizada” de propiedad que genera ganancias.
Los docentes, los padres de familia, los estudiantes y las comunidades de América del Norte, los cuales lucharon valientemente contra la degradación social, continuarán dando la lucha para lograr una visión sobre la educación pública que sea diferente a la ridícula y desacreditada percepción que proclama el capitalismo: “edúcate para obtener un buen trabajo”. Una visión sobre la educación pública como un derecho para todos nos enseña lo que realmente puede ser posible para la sociedad de hoy. Ya llegó el momento de plantear esto de forma más amplia.
Desde que se aplicó el NAFTA, las corporaciones han penetrado profundamente en el sector de educación en todo el hemisferio. La actual agenda corporativa está privatizando rápidamente la mayoría de las funciones de la educación pública, a medida que transforma este derecho social en un mercado que supera el trillón de dólares al año.
A 20 años del NAFTA
El NAFTA abrió las comunidades y los mercados de México, Canadá y los Estados Unidos a un torrente de inversiones provenientes de diversas instituciones financieras y corporaciones transnacionales. El tratado permitió aumentar la afluencia de capital, las ganancias, las manufacturas y los productos básicos entre las fronteras, pero no permitió que la gente pudiera seguir los trabajos. Los efectos económicos resultantes han destruido a las comunidades y las personas en cada país.
Ha quedado muy bien documentada la forma en que los pequeños agricultores mexicanos tuvieron que competir de forma repentina con gigantescas corporaciones agroindustriales, tal como Archer-Daniels Midland, que recibían numerosos subsidios mediante las leyes agrícolas estadounidenses. Las corporaciones monopolizaron el control de la producción de maíz en México al venderlo más barato que lo que los agricultores mexicanos podían cultivarlo. La desposesión de pequeñas fincas obligó a millones de personas dirigirse a las ciudades, a vivir en las calles, a trabajar en la rama industrial y a cruzar la frontera en busca de trabajo. Entre 1990 y el 2008, la población nacida en México y radicada en los Estados Unidos pasó de 4,5 millones a 12,67 millones.
El NAFTA es una de las formas mediante las cuales el capitalismo global da origen a los más grandes movimientos migratorios que ha presenciado la historia humana: por primera vez, hay una mayor cantidad de personas que viven en las ciudades que en el campo. Actualmente, los inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos forman parte de una nueva clase global de obreros cuya mano de obra se explota, pero carecen de derechos civiles, humanos y laborales y se concentran en trabajos temporales, eventuales y precarios.
La respuesta de las corporaciones estadounidenses al NAFTA fue cerrar las plantas en el país y trasladar los puestos de trabajo para explotar mano de obra más barata en México, China y otros países. Simplemente debido a los déficits comerciales con México, los Estados Unidos decidió eliminar 682.900 puestos de empleo, de los cuales el 60,8 por ciento pertenecían a la rama de manufacturas.
Si bien las manufacturas se trasladaron más allá de las fronteras, la venida de la producción sin mano de obra —pasando de labores humanas a trabajos efectuados por robots— fue lo que dio origen a la verdadera transición de puestos de empleo regulares a trabajos temporales con apoyo de alta tecnología. Muchas de las familias desposeídas del campo terminaron trabajando nuevamente en el campo, pero en una cantidad mucho menor y para las corporaciones, las cuales empleaban tecnología que sólo éstas podían costear.
El cierre de plantas que ocasionó la eliminación de puestos de empleo generó una migración interna en los Estados Unidos, del denominado Cinturón del Óxido al Cinturón del Sol, de tener puestos de empleo regulares a ocupar trabajos temporales, y de poseer un hogar a vivir en la calle. La emigración fue mayor que la que se originó a partir del fenómeno de los años 30 conocido como “Dust Bowl” (cuenca de polvo). Estos obreros forman parte de una nueva clase y de una cantidad cada vez mayor de víctimas del creciente Estado policial. Una vez más, la historia nos muestra que una sociedad que cataloga a cierta gente como “otros” o como “personas de fuera”, se da cuenta que se puede despojar de sus derechos a cualquier persona. En Canadá, a pesar de las normas que requería el público, la legislación inspirada por el NAFTA redujo de forma radical los poderes gubernamentales de las provincias para restringir el ingreso corporativo que aumenta el grado de movilidad laboral.
La cantidad de personas empleadas en la rama de las manufacturas en el ámbito global se redujo dramáticamente y fueron remplazadas por robots y programas de cómputo. La gigantesca empresa multinacional manufacturera de componentes electrónicos por contrato Foxconn, que emplea a más de un millón de obreros sólo en China, ya ha adquirido decenas de miles de robots para sustituir a los trabajadores humanos y cuenta con plantas para remplazar a casi todos sus obreros con robots. Asimismo, en diversas fábricas automotrices de India, sólo se permite que los obreros altamente calificados trabajen 40 horas a la semana. Los trabajadores no especializados son obreros temporales y se les emplea mediante los denominados contratos contingentes.
Con miras al futuro
El capitalismo siempre ha configurado la educación pública para apoyar el mercado laboral y por consiguiente transfiere el costo de la capacitación de la mano de obra a la sociedad. Las corporaciones necesitan un sistema educativo que respalde ambos polos del mercado laboral. La tecnología educativa, al igual que cualquier tecnología, es simplemente un sistema de herramientas. Como propiedad privada, la misma se distorsiona para garantizar las ganancias privadas y de este modo refuerza la polarización de la sociedad. Como propiedad pública, se podría emplear para el beneficio de todos.
Los denominados cursos masivos y abiertos en línea (MOOC, por sus siglas en inglés) podrían ser una excelente forma de ofrecer acceso a una educación de calidad, al combinar lo mejor de los vídeos en línea con verdaderas interacciones en vivo con los profesores. Ya existen algunos ejemplos al respecto, pero por lo general las corporaciones configuran los MOOC para su propio beneficio.
En el 2011, Sebastian Thrun incluyó como curso MOOC en línea y gratuito su clase de estudios de posgrado en inteligencia artificial en Stanford. Más de 160.000 personas tomaron el curso y varias decenas de participantes finalizaron todas las tareas. El estudiante más destacado de Stanford ocupó el puesto 411 en este curso. Al respecto, Thrun aseveró lo siguiente: “Logramos encontrar más de 400 personas en el mundo que aventajaron al mejor estudiante de Stanford”.
Mientras tanto, a 20 millas de distancia, la Universidad Estatal de San José —una institución educativa pública— hizo pruebas con los cursos MOOC para matemática de enseñanza especial. Sólo el 23 por ciento aprobó el primer semestre, mientras que el 29 por ciento de éstos aprobó el semestre siguiente. La explicación de Thrun fue la siguiente: “tenemos un mal producto”. Esta corrupción de la educación pública es el resultado de la posesión en manos privadas de la tecnología como propiedad; no es algo inherente a la tecnología en sí.
Las corporaciones estadounidenses todavía gastan miles de millones de dólares en capacitación, pero están recortando los programas para aprendices, los cuales han disminuido en un 40 por ciento desde el 2008. Los programas de formación en el trabajo también están desapareciendo, ya que las corporaciones transfieren la carga de las capacitaciones a los colegios universitarios comunitarios y a la sociedad. A los propios obreros se les obliga a transformarse en esclavos de sus deudas al tener que financiar su propia formación. Este es un resultado depredador inevitable cuando la educación como derecho social se sustituye con “derechos del consumidor”.
A medida que la productividad y las ganancias corporativas continúan disparándose debido a la tecnología electrónica, aumenta la oferta excesiva de obreros, tanto de calificados como de no especializados por igual. No están haciendo falta obreros, lo que hace falta es trabajo. Toda comunidad puede identificar muchas cosas que deben hacerse para beneficiar al pueblo, pero las corporaciones no permitirán que sean “trabajos”, ya que éstos no producen ganancias.
La política de transformación
Las corporaciones exigen nuevas destrezas: el desarrollo de ideas a partir de diversos datos, la identificación de patrones dentro del panorama general y comunicaciones complejas que utilizan muchas formas de tecnología. Los seres humanos son los que pueden impartir estas destrezas de mejor forma, en pequeños entornos de aprendizaje que reciban un alto grado de apoyo. Si bien se reservarán para la facción de la élite dentro de la fuerza laboral, estas destrezas son esenciales para todos en una sociedad que está rebosando con transformaciones.
Todos saben que los recursos que necesitan los niños para desencadenar su potencial en un plano individual son abundantes, baratos y pueden estar disponibles en todas partes. Pero en una sociedad desesperadamente desigual, sólo se distribuyen los recursos abundantes con base en las necesidades del capitalismo. Cuando las necesidades de la vida son potencialmente abundantes, el capitalismo no tiene otra opción que imponer la escasez para poder crear mercados.
A medida que la revolución tecnológica destruye la vieja sociedad industrial, la mayoría de la gente que pertenece a la clase obrera espera “luchar de vuelta” de algún modo y regresar a los míticos buenos tiempos del pasado. Pero las corporaciones están “luchando con un paso al frente” hacia un nuevo capitalismo de alta tecnología que sacrifica nuestro futuro por el suyo. La transformación de la sociedad no es reversible, pero se puede aprovechar y redirigirla hacia el beneficio de la humanidad y la supervivencia del planeta.
La huelga de maestros de Chicago en el 2012 mostró que las condiciones materiales de la transformación ya están pasando a formar parte del proceso político real. Al trabajar de forma conjunta, tanto el sindicato como la comunidad obtuvieron una importante experiencia práctica sobre el poder que se puede llegar a ejercer cuando el pueblo se une. Esto muestra el enorme potencial con el que cuentan los obreros para colaborar y transformar a la sociedad en beneficio de sus intereses.
Si bien las corporaciones redactaron el NAFTA, los Estados Unidos, México y Canadá se encargaron de aplicarlo. En todo país, el Estado toma cartas en el asunto para obstaculizar los intentos del pueblo dirigidos a controlar las corporaciones. Por consiguiente, el Estado se transforma en un punto de contención.
El año pasado, el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, impuso cambios a la Constitución del país, la cual había garantizado una educación pública de calidad. El mandatario eliminó fondos para la educación y sustituyó el derecho a un salario decente con el derecho a un trabajo temporal. Decenas de miles de maestros se unieron a otros trabajadores para obstaculizar las vías en la ciudad de México, con el propósito de ejercer presión contra el Estado. En Quebec, cuando el gobierno al servicio de las corporaciones duplicó el costo de la educación superior, el pueblo luchó contra el Estado durante varios meses, hasta que logró una revocación. En Chile, un país donde se ha privatizado toda la educación superior, los estudiantes participaron en una ofensiva para luchar por una educación pública gratuita y abierta, y hasta intensificaron la movilización para deponer al Presidente.
El futuro será totalmente corporativo y privado, o bien, completamente público y libre. La humanidad se encuentra frente al umbral. Actualmente, las personas vivas tendrán que tomar esta determinación. La magnífica visión —de que la educación pública puede elevar a todos los seres humanos hasta el punto en que logren materializar su pleno potencial— contiene el embrión del futuro.
Actualmente, las corporaciones y los Estados se están preparando para que mediante la Alianza Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) se amplíe, entre otras cosas, la “corporatización” y la privatización de la educación pública en toda la Cuenca del Pacífico. Las corporaciones buscarán de forma inexorable la imposición de este nuevo orden. El reto de la TPP es que obliga a la clase obrera de cada país a enfrentar el poder capitalista detrás de este acuerdo, mientras que al mismo tiempo deben lidiar con los Estados que están ejecutándola.
En tanto luchamos por una educación pública y gratuita para todos, también debemos tomar en consideración la forma en que podremos quitar el poder de las manos de las corporaciones. El papel de los revolucionarios es ofrecer las ideas que muestren la causa real y verdadera de la destrucción de la sociedad y por lo tanto revelar qué tan lejos puede llegar esta batalla.
noviembre/diciembre 2014.Vol24.Ed6
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