La guerra en Ucrania se alarga, en medio de informes contradictorios sobre atrocidades y quiénes son los responsables. Los medios de comunicación occidentales repiten los despachos de la OTAN atribuyendo las muertes de civiles a las fuerzas rusas en retirada, humilladas, según dicen, por los defensores ucranianos. Otros informes deducen que las muertes de civiles y el bombardeo son obra de grupos ucranianos como el batallón Azov, conocidas milicias partidarias de nazis integradas en las fuerzas armadas regionales de Ucrania. Y otros informes indican que, tras lograr sus objetivos en esta etapa del conflicto, el ejército ruso dirige su atención a sus metas estratégicas en el este de Ucrania. Todas las partes concuerdan en que la guerra está devastando Ucrania. Hay poca duda de que el suministro a Ucrania de armas de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está prolongando la guerra y destruyendo aún más el país.
Una cosa permanece igual: mientras se prolongan las operaciones militares en Ucrania, han muerto un millón de estadounidenses debido al COVID. Cientos de miles se ven condenados a vivir en la calle, sin techo. Hay más estadounidenses en la cárcel que reclusos en cualquier otro país. Hay niños que sufren de hambre todos los días. Hay incendios e inundaciones asolando nuestras tierras. Y una vez más la clase gobernante está inmersa en una guerra, ¡ahora en Europa oriental! Para colmo, mientras manda más y más armas a Ucrania, nuestra clase dominante recrudece su guerra contra el pueblo estadounidense: los misiles para Ucrania significan que el hambre azota a más gente en Estados Unidos.
Desde el 2014, Estados Unidos ha invertido más de $6.2 mil millones en “asistencia para seguridad” para Ucrania. Pero hay gente durmiendo en la calle en EE. UU. EE. UU. fomenta la guerra en el Medio Oriente y suministra armas a los combatientes, pero no alimenta a su propio pueblo. Millones perdieron el trabajo durante la pandemia y todavía siguen sin trabajo. Nuestros líderes políticos trabajan horas extras para restringir el derecho al voto en Estados Unidos. Elogian a los migrantes y refugiados ucranianos como héroes, mientras ponen en jaulas a los migrantes centroamericanos en la frontera entre Estados Unidos y México. No luchan por la democracia en ninguna parte. En cuanto a la guerra actual, ¡no tenemos vela en ese entierro! Tenemos aquí nuestros propios autócratas con quienes lidiar.
La guerra es el modo de operar de Estados Unidos. Salvo por unos 15 años de su existencia, Estados Unidos ha estado en pie de guerra en algún lugar. Apenas acaba de retirar sus tropas de una guerra de 20 años en Afganistán, que se calcula le ha costado más de 2 millones de millones de dólares. Ahora está asignando recursos, tanto de tropas como de cientos de millones de dólares, a una guerra en Europa oriental. Los capitalistas están individualizando una tendencia histórica, la desintegración del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Al centrarse en los individuos, están desviando nuestra vista de su sistema en desintegración y cada vez más desesperado. Han matado a millones de personas en las últimas décadas haciendo la guerra contra países a que no teníamos por qué entrar, y todo en nuestro nombre. La guerra es simplemente algo propio del capitalismo.
Tenemos representantes políticos que todos los años, casi sin excepción, aprueban más dinero para las fuerzas armadas, pero que no parecen ponerse de acuerdo en cuanto al diluido proyecto de ley de Reconstruir Mejor (Build Back Better), en beneficio del pueblo estadounidense. Esta guerra ya es catastrófica, pero más aún ahora con la amenaza directa del uso de armas nucleares. La clase obrera de todo el planeta sufrirá debido a ello. El pueblo estadounidense tiene que responder a esta guerra desarmando a los que la hacen, a nuestros propios instigadores de la guerra.
Los medios occidentales siguen con el mito de que esta guerra empezó el 24 de febrero, con la invasión rusa de Ucrania. La verdad es que Estados Unidos está detrás de este conflicto. A pesar del acuerdo para no extender la OTAN hacia el este, EE. UU. ha apoyado la inclusión de los países de Europa del Este. La OTAN se formó en 1949 como una alianza militar contra la Unión Soviética y sigue en pie hoy como una alianza agresiva que busca estrangular Rusia.
Con más de 750 bases militares alrededor del mundo, EE. UU. tiene tropas emplazadas en más de 80 países. Sólo en Europa, destaca a más de 60,000 soldados. Las bases estadounidenses se disponen en forma de media luna desde el flanco occidental de Rusia hasta su frontera sur con Asia Central. Si bien EE. UU. sigue siendo la mayor potencia militar del mundo, la China esta desafiando su supremacía económica. Al encarar ese desafío, a EE. UU. le resulta cada vez más importante debilitar Rusia.
Además, Europa depende crecientemente de las fuentes de energía de Rusia, y Estados Unidos maniobra para cambiar esa dinámica. Cuanta más guerra hace, más pierden los trabajadores debido a la guerra, por los precios inflados, la falta de servicios y, directamente, en las muertes y la destrucción. Si EE. UU. logra ganar el derecho de suministrar energía a Europa, significará más fracking y contaminación de nuestras aguas subterráneas, más petróleo escapándose de oleoductos a nuestras reservas de agua y más destrucción ambiental. La amenaza de un holocausto resalta dramáticamente lo que está en juego para la supervivencia del planeta y da un nuevo sentido a la frase “O todo o nada, o todos o nadie”.
No somos impotentes. Lo que hagamos aquí también contribuirá a poner fin al sufrimiento en todo el planeta. Hay algo que los revolucionarios pueden hacer todos los días. Cada vez que nos lanzamos a la calle para ponerles fin a los asesinatos policiales o exigir el cuidado de la salud o acceso a la vivienda como derechos a la vida, estamos luchando por desmantelar la maquinaria de guerra. Nuestra mayor esperanza para lograr la “seguridad nacional”—y para la paz en Ucrania—es que nuestra clase trabajadora presione más a favor de nuestros bienestar y derechos democráticos, exigiendo empleos con sueldos razonables, el derecho de tener un hogar y atención médica, un futuro para nuestros niños, un planeta ecológicamente sostenible. Si la clase obrera gana nuestras guerras aquí, no habrá que seguir peleando.
mayo/junio 2022. vol.32. Ed3
Este artículo originó en Rally, camaradas!
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