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Ganando la guerra por la vivienda para nuestra gente

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En febrero de 2018, el Juez de Distrito de EE.UU. David O. Carter provocó una crisis política en Orange County, California. Les ordenó a los oficiales locales a que, al no poder proveerles alojamiento o algún otro refugio a unas 700 personas sin hogar, dejaran de desalojarlas de sus campamentos a orillas del Río Santa Ana. Estaban respondiendo a la demanda de siete individuos sin techo, el Orange County Catholic Worker y la American Civil Liberties Union exigiendo que se respetaran sus derechos constitucionales.

En cuanto el condado montó un programa temporero de habitaciones en moteles y refugios en arsenales, abrió el campo libre al desalojo. Pero desde aquel entonces se le han descalabrado los planes. Los agentes de bienes raíces y los caseros se movilizaron para amontonar hasta mil manifestantes contra la gente sin dónde vivir, atestando las reuniones de la Junta de Supervisores para cerrarle el paso en sus vecindades a la vivienda para los sin techo. En Los Ángeles, Florida, Nueva York, Washington y por todo el país los funcionarios enfrentan la misma escena. La intensificación de la crisis económica está causando un enorme aumento en los desahucios, el desplazamiento y la cantidad de personas que no tienen hogar.

La Falta De Hogar Y La Automatización

En última instancia, vivir sin techo es el resultado de la automatización acelerada en EE.UU. y en la economía global. La automatización está desplazando a los trabajadores en la industria y en otros sectores de la economía y causando las bajas en los salarios de los que aún tienen trabajo. Estos últimos cuentan con menos para el alquiler, si acaso tienen dinero alguno. Antes, cuando las compañías norteamericanas todavía dependían de los trabajadores industriales, estaban dispuestas a pagar los impuestos para mantenerlos durante los malos tiempos, pero ya no. Ahora las corporaciones pelean con todo a su alcance por exenciones fiscales, como las que el Congreso y el Presidente aprobaron hace poco, mientras paso a paso se eliminan los fondos para vivienda al alcance de la gente desempleada y trabajadores de bajos ingresos.

La baja de la tasa de rentabilidad en la industria ha dado lugar a una fuerte circulación de capitales hacia inversiones especulativas, incluso la propiedad inmobiliaria, especialmente en las ciudades de “todo para el ganador”, donde se concentran la tecnología, la financiación y los sectores culturales. Los alquileres están por las nubes, desatando ola tras ola de seres desplazados y sin dónde vivir. Estas repercusiones hasta alcanzan las ciudades de costos relativamente bajos de la región desindustrializada en el “Cinturón del Óxido” (“Rust Belt”). Allí una combinación de ejecución hipotecaria, la cuenta del agua y el desempleo han aumentado la población sin hogar.

El asalto a los derechos de personas sin hogar se incorpora sin problemas en la ofensiva fascista general que está reorganizando el Estado, tal como existe, para arrasar con todo derecho que no sea de los de la propiedad privada. Ya lo hemos visto en el sistema judicial criminal, donde se han restringido los derechos a apelar y se ha disparado la encarcelación en masa.

Uno de los ejemplos más dramáticos de la arremetida fascista es la descarada movilización para negarles a los inmigrantes el proceso legal debido y derechos constitucionales, aumentando enormemente el uso de la “expulsión acelerada” y deportando a inmigrantes sin ninguna audiencia judicial. A esto le acompaña la notoria separación de niños y niñas de sus familias.

Los Derechos Constitucionales

La gente misma sin hogar y sus compañeros trabajadores de todas las condiciones de la vida han resistido duramente la campaña en su contra. Les han advertido a los funcionarios electos en todas partes que tienen derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad y que no van a desaparecerse. Mientras el fascismo pueda cubrirse con la bandera norteamericana, podrá consolidar su control. Pero da un tropiezo cuando viola y le falta el respeto al mismo documento que pretende honrar. El pueblo norteamericano se levantará para defender lo que ellos ven como sus derechos.

Por todo el país, la implacable lucha en defensa de los derechos de la gente sin hogar ha dado lugar a enfrentamientos políticos como los de Orange County. En la ciudad de Nueva York, las demandas dieron paso al llamado “Decreto de Callahan” que obliga a la ciudad a proveerles albergue todas las noches a 95% de las personas sin vivienda en una enorme red de refugios y habitaciones hoteleras. En Florida en el 1992, el fallo del Tribunal de distrito de EE.UU. en el caso Pottinger halló que las redadas de gente sin casa en Miami violaban las enmiendas 4, 5, 8 y 14 de la Constitución de EE.UU. En Los Ángeles la Conciliación Judicial en el caso Jones de 2007 le ha impedido a la ciudad desalojar sus campamentos en las aceras.

Políticamente, las personas sin techo están bien situadas para resistir. Como sus condiciones económicas en común abarcan a personas de todas las etnicidades, no es tan fácil aislarlas y lanzarse sobre ellas como se hace en contra de los amenazados sólo por el color de su piel. Sin embargo, los funcionarios municipales han recurrido a sofisticadas campañas de relaciones públicas y encubrimientos masivos para seguir adelante con sus redadas ilegales, actos de violencia y confiscaciones de propiedades personales.

Como consecuencia, la expulsión y ataques que sufre la gente sin hogar se combina con respuestas liberales, que incluyen construir más albergues temporeros como táctica política de la clase gobernante para desviar la atención sobre el recrudecimiento de los ataques.

El Papel De Los Revolucionarios

Las personas sin techo se ven obligadas a confrontar el sistema, quiéranlo o no. Día tras día enfrentan las redadas de los policías, el hostigamiento, la violencia y la detención. Pero no se puede ganar la guerra sólo con una postura defensiva. Para seguir adelante tenemos que conocer la causa de la embestida. Un sistema de propiedad privada a que no le sirven para nada sus trabajadores abandonados, esta literalmente condenándolos a la miseria y la muerte.

Las cosas no tienen que ser así. El sistema que físicamente ataca a la gente en la calle es el mismo que, en primera instancia, les niega hogar. La propiedad privada no tiene ni moral ni conciencia, sólo el todopoderoso dólar y la ganancia corporativa como principio orientador. El sistema de propiedad privada no debe ni puede durar para siempre. Cualquier sistema incapaz de alimentar, alojar y arropar a su pueblo se puede vencer y será vencido.

Para triunfar, los revolucionarios tienen que señalar que el sistema lo maneja una minúscula clase capitalista y que el movimiento por la vivienda forma parte de una clase trabajadora mucho más grande. La lucha es mucho mayor que la contienda en defensa de los desamparados o por la vivienda. Es una lucha por arrebatarle el poder político a las corporaciones y hacerlo pasar a manos de la clase trabajadora. Es una batalla por un sistema cooperativo en que se satisfagan todas las necesidades humanas y se distribuya toda la riqueza según la necesidad, no la ganancia privada.

La noción de que Estados Unidos no puede proveerle vivienda a su gente es absurda. El sólo hecho de que haya alguien hoy día que lo sugiera es prueba de que nuestro sistema económico está roto y hay que cambiarlo. Los programas de vivienda pública que por décadas dieron hogares a millones de norteamericanos empezaron en los años 30 cuando nuestro Producto Doméstico Neto era menos del 5% de lo que es ahora.

Las formas de lucha en el movimiento por la vivienda incluyen campamentos de tiendas, rescates de edificios, choques en los campamentos y luchas por vivienda cooperativa, vivienda pública y el control de alquileres. La propia gente sin hogar está al frente de las agrupaciones de campamentos de tiendas, tales como Out Loud (A toda voz) en Denver, Skid Row (Zona de Refugio) en Los Ángeles y “First They Came for the Homeless” (Primera vinieron por la gente sin casa) en el área de la Bahía de San Francisco. Estas comunidades son las bases de operaciones del movimiento de la gente sin hogar y el campo de entrenamiento de sus líderes en la lucha por la vivienda y las necesidades básicas de la vida. El liderato surge de las propias filas de los sin techo, donde muchos, hasta hace poco, tenían cierta seguridad económica y vivían en la sociedad en situaciones más o menos estables.

Estas comunidades, cooperativas y luchas son los escenarios donde pueden adquirirse las ideas políticas y la visión de una sociedad cooperativa. El papel de los revolucionarios es presentar en aquellos escenarios la visión e ideas políticas. A fin de cuentas, estas comunidades sobrevivirán cuando se unan para acabar con el sistema de propiedad privada y reemplazarlo con una sociedad cooperativa basándose en las necesidades humanas. El primer paso es educar a los luchadores ante la necesidad de pedir cuentas al gobierno responsable por facilitarle vivienda al pueblo. AC

enero-febrero 2019. vol 29. Ed 1
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