En el primer cuarto del siglo XXI, el gobierno de los EE. UU. está envuelto en otro conflicto militar a gran escala que el pueblo estadounidense está financiando. Se está destruyendo Ucrania y mueren miles de ucranianos y rusos porque los dirigentes de Estados Unidos están decididos a destruir o debilitar a Rusia, como primer paso para atacar a la China, pero se arriesga una guerra nuclear.
Ucrania fue durante mucho tiempo un país estratégico en la expansión d la OTAN hacia el este, en dirección de Rusia, bajo los auspicios de Estados Unidos. El conflicto se intensificó en las dos últimas décadas, y fue el golpe de Estado de Maidan de 2014, respaldado por Estados Unidos, que utilizó como fuerza de ataque a las milicias fascistas de derecha que derrocaron al líder electo de Ucrania, Viktor Yanukovich.
De los más de $ 27 mil millones enviados a Ucrania por Estados Unidos desde entonces, $ 24 mil millones se han gastado desde febrero de 2022. Las muertes de ambos lados se estiman en alrededor de 200,000. Estados Unidos está gastando miles de millones en armamento que las fuerzas ucranianas necesitan meses de entrenamiento para dominar. Prolongar este conflicto trae devastación humana y ecológica. Gran Bretaña, por ejemplo, está enviando proyectiles de uranio empobrecido al campo de batalla que destruirían el sector agrícola de Ucrania, que exporta más del 10% del grano del planeta.
Durante los primeros años de la invasión y ocupación de Irak por EE. UU., la administración Bush había realizado profundos recortes de impuestos sin precedentes para los estadounidenses más ricos, en lugar de aumentar los impuestos para compensar el costo del gasto bélico. Esos costos serán pagados por las generaciones futuras y la tensión es palpable. Mientras tanto, el Congreso no puede encontrar dinero para garantizar vivienda, atención médica, educación, caminos y puentes seguros, o incluso alimentos seguros y agua limpia para todos en este país.
Crisis tras crisis en el capitalismo
Tenemos que preguntarnos por qué se libra la guerra. Por difícil que sea desentrañar los complejos acontecimientos históricos que llevaron a la guerra en Ucrania, podemos comprender la contradicción fundamental que subyace. Se está invirtiendo mucho más dinero en alimentar un conflicto que está destruyendo a otro país que se está utilizando para abordar las crisis que enfrentamos donde vivimos. Por esta razón, la guerra debe ser considerada como un ataque a la clase obrera, tanto en el interior como en el extranjero.
Estados Unidos ha sufrido dos catástrofes en las últimas dos décadas. En 2008, el endeudamiento irresponsable provocó un colapso financiero. La pandemia global que aquí mató a más de un millón de personas dejó a millones más sin trabajo y a millones sin hogar. Ambas desgracias expusieron la crisis cíclica del capitalismo y su incapacidad para satisfacer las necesidades del pueblo en tiempos de crisis. El descarrilamiento del tren en East Palestine, Ohio, que provocó que los vagones cisterna derramaran diversos productos químicos tóxicos como el cloruro de vinilo, debería haber provocado una reacción de emergencia. Esto, después de que el ferrocarril presionara contra los mandatos de seguridad federal que podrían haber evitado esta y otras tragedias más recientes. La serie de crisis revela una sociedad con líderes enfocados en acaparrar riqueza y extender su poder político por todo el planeta.
El conflicto de Ucrania sacó a la luz la postura cada vez más agresiva de Estados Unidos hacia Rusia y China. Esta postura ha fortalecido la coalición de Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica (los países BRICS) y otras organizaciones regionales. Hay más países tomando medidas para establecer una moneda y sistemas de pago no vinculados al dólar. La noción de una alternativa al orden mundial dominado por Estados Unidos es una amenaza para la clase capitalista gobernante de EE.UU.
La guerra no ha beneficiado a la clase obrera en nada. El régimen de sanciones orquestado para arruinar la economía de Rusia resultó ser miope, dejando a Alemania y gran parte de Europa sin una fuente de energía barata y aumentando el costo de la vida en Estados Unidos. Los consumidores y los trabajadores están presionados por el costo del petróleo y los alimentos.
Los costos humanos y ecológicos de la guerra
¿Qué significa esto en términos de costos humanos y ecológicos de la guerra?
Somos un país traumatizado: crisis de opioides y tiroteos masivos, personas sin hogar, hambre. Nuestra clase dominante y su política exterior no responden a los intereses de la clase trabajadora en los Estados Unidos o el mundo. Cada escalada de esta guerra nos acerca más que nunca a la amenaza de la aniquilación nuclear.
Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, no podemos tolerar que nuestros “líderes” inviertan dinero en la destrucción en el extranjero mientras afirman que no hay suficiente fondos para satisfacer las necesidades humanas básicas aquí. La lucha por obtener las necesidades y los derechos en casa puede convertirse en una lucha por la paz, una lucha para detener la mano de nuestra belicosa clase dirigente, aterrorizando a un país tras otro, aumentando el peligro de una guerra nuclear y causando una devastación ecológica. Hay que convertir cada lucha por las necesidades y los derechos humanos en una lucha por la paz.
Desde que comenzó la guerra, la administración Biden y el Congreso han destinado más de $75 mil millones en asistencia a Ucrania, que incluye apoyo “humanitario”, financiero y militar. Mientras tanto, Estados Unidos se haya ante las tasas de reclutamiento militar más bajas en los últimos tiempos, con solo el 9% de los ciudadanos admisibles de 17 a 24 años dispuestos a integrarse. El atractivo del servicio militar siempre ha sido el empleo estable y los beneficios, pero actualmente casi una cuarta parte del personal militar activo sufre de la inseguridad alimentaria, según las últimas cifras del Departamento de Defensa.
Todavía hay ciudades en los Estados Unidos (Flint, Baltimore, Jackson y otras) que no tienen agua limpia y segura, mientras que muchas más se enfrentan a una infraestructura básica en deterioro. Un solo día del presupuesto del Pentágono ($1 mil millones) podría solucionar la mayoría—si no todos—de estos problemas.
El pueblo norteamericano está cada vez más consciente de que la guerra no le rinde ningún beneficio concreto. Las sanciones económicas son esencialmente actos de guerra, que impiden que productos esenciales, como los alimentos o medicamentos, lleguen a la población afectada. Las sanciones no sólo hacen daño a la población objeto, y las víctimas no son sólo las de la guerra. Los que vivimos en Estados Unidos también pagamos el precio. Hay por lo menos una comprensión intuitiva de que no cuadra lo que nos cuentan sobre el conflicto en Ucrania con lo que se ve aquí. Las guerras se libran por el poder y por el control de la riqueza de una tierra y de su población. La base para la paz requiere no sólo que se satisfagan las necesidades elementales para la supervivencia, sino que se garantice el derecho a vivir plenamente como seres humanos en la sociedad.
Publicado el 15 de mayo de 2023
Este artículo originó en ¡Agrupémonos!
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