El pueblo estadounidense cuenta con una larga historia de luchas por el ideal de la democracia, regidas por el principio de “nosotros el pueblo”. Cuando se rompieron las cadenas de la monarquía durante la Guerra de Independencia y estalló la Guerra Civil para poner fin a la esclavitud, al pueblo lo guió un ideal y una visión en torno a la democracia. Sin embargo, esto no se ha materializado por completo y no podrá lograrse bajo el sistema capitalista, el cual se basa en la dominación y la explotación de las clases —algo que es incompatible con una verdadera democracia y con la igualdad. Actualmente, en tanto se derrumba el capitalismo, destruyendo así a la sociedad, las personas están tomando conciencia de que este ideal por el que se luchó tan valientemente se ha transformado en poco menos que un voto para el candidato que represente un ‘mal menor’— todos están comprometidos con los intereses de las grandes corporaciones.
Bajo el capitalismo, ha habido tanta democracia como se ha permitido, siempre que la clase gobernante mantenga su dominio y permanezca el sistema de la propiedad privada. En una época en que las corporaciones necesitaban mano de obra para producir bienes, se permitió cierto grado de democracia y, de hecho, era lo que se necesitaba para mantener la paz social y para que el sistema pudiera funcionar. Con la introducción de la nueva tecnología que reemplaza y hasta elimina la mano de obra —computadoras y procesos de automatización y robotización—, estas relaciones se están deteriorando, a medida que el capitalismo — el sistema económico basado en una clase que saca provecho y obtiene ganancias del trabajo de otra— se está destruyendo a sí mismo objetivamente.
Si bien el pueblo estadounidense mantiene este ideal de democracia como su valor más grande y en reiteradas ocasiones ha estado dispuesto a luchar por el mismo, la estructura del capitalismo sólo lo permitió con ciertos límites. Desde hace 200 y hasta 100 años, la gran cantidad de estadounidenses que eran dueños de propiedades, de pequeñas fincas y negocios, hicieron que fuera posible la democracia basada en pequeñas empresas capitalistas, en la cual muchas personas tenían cierta participación e intereses en el sistema capitalista. Desde entonces, la consolidación de la producción económica en manos de unas pocas corporaciones monstruosas ha puesto fin a esto para siempre.
Anteriormente, la “democracia burguesa” permitía ciertos derechos y había creado una ilusión de que las cosas eran justas. Nunca se garantizaron los derechos económicos como parte de esto —es decir, los derechos para obtener lo necesario para sobrevivir: vivienda, alimentos y atención médica. Si bien estas cosas siempre se vendieron a cambio de alguna ganancia, la mayoría de los obreros podían —al vender su mano de obra— adquirir estas cosas básicas. Esto permitió que el sistema continuara funcionando y se utilizó como una medida para la paz social.
Las luchas entre los obreros y los capitalistas se libraban principalmente en torno a cuánto del fruto de su trabajo debían retener para sí mismos y cuánto debía expropiar la clase capitalista en forma de ganancias (una manera de robar). De hecho, la súper explotación de las partes más débiles y pobres del planeta permitió que un segmento de los trabajadores viviera relativamente de forma estable, con la posesión de cierta propiedad personal y la posibilidad de una vida mejor para sus hijos.
Con la introducción de la automatización computarizada en la producción, cuya aceleración es cada vez mayor, se está destruyendo la base del capitalismo y el resultado es la destrucción social. Tal como lo describieron Marx y Engels de forma tan poética en el Manifiesto Comunista, “todo lo sólido se desvanece en el aire”. La introducción de esta producción automatizada que reemplaza a la mano de obra está haciendo pedazos las relaciones capitalistas. Ninguna institución establecida en estos cimientos que se derrumban puede permanecer de pie, incluida la democracia burguesa, con las leyes, las tradiciones y las instituciones que en el pasado habían sustentado estas relaciones de clases.
Las personas están despertando ante la realidad de que lo que pensaban que era democracia se está desmantelando y están observando que sin importar por quién voten, los resultados son básicamente los mismos: el despojo de los derechos civiles y constitucionales y al debido proceso, ataques a los derechos de los trabajadores a negociar colectivamente, y la toma de pueblos y ciudades locales por parte de entidades no electas, tal como el denominado “gestor de emergencias financieras” en Michigan y en el Cinturón del Óxido. La creación legislativa de la personalidad corporativa y el fallo de la Corte Suprema sobre el caso de Citizen United (ciudadanos unidos), que da carta blanca a las corporaciones para que compren las elecciones, representa un inmenso paso hacia adelante para la imposición del fascismo —la integración de las corporaciones y el gobierno.
Las fuerzas policiales militarizadas actúan como fuerzas de ocupación en los barrios pobres, donde matan a voluntad. La criminalización de los pobres y los desposeídos —desde las leyes en contra de los actos de sobrevivencia de los indigentes (dormir, mendigar, etc.), hasta el auge del sector de prisiones privatizadas que se lucra de la mano de obra esclava— representa un paso hacia adelante para la instauración de un Estado policía fascista.
Ninguna democracia es posible bajo estas condiciones. La verdadera democracia universal sólo puede existir en una sociedad en la que el pueblo tiene plenos derechos económicos y políticos, con base en la posesión pública tanto de la producción como de la distribución — “a cada quién según sus necesidades”—, no para que el lucro y los beneficios privados de unos pocos.
Las personas están empezando a unir sus luchas dispersas bajo el estandarte de una visión y una comprensión de que la única alternativa posible ante este agonizante sistema explotador es una que se base en la cooperación. Ahora, en realidad la lucha por las reformas y la democracia es revolucionaria — reconstruir a la sociedad con elementos cooperativos y verdaderamente democráticos.
noviembre/diciembre 2013.Vol23.Ed6
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