Durante más de una década, el Sistema Escolar de Chicago ha estado aplicando una serie de políticas para despojar a estas escuelas de los recursos que necesitan, mientras aumenta el grado de control corporativo en la educación pública de la ciudad. El Club Comercial de Chicago, la base del poder de las corporaciones y de los billonarios que controlan la ciudad, utiliza la reforma educativa para promover una agenda de los bienes raíces. El cierre de las escuelas públicas es un aspecto esencial de esto.
En Chicago, al igual que en el resto del país, durante mucho tiempo se ha obligado a la gente a hacer concesiones y a aceptar la pérdida de los programas gubernamentales que prestan apoyo a las personas. Pero la huelga del Sindicato de Maestros de Chicago (CTU, por sus siglas en inglés) que surgió en septiembre del 2012, evidenció que el cierre y la destrucción de las escuelas son el resultado de los esfuerzos de los billonarios que trabajan abiertamente en detrimento del pueblo. La gente considera que la educación es la única esperanza verdadera de la clase obrara para forjarse un futuro. Así hubo la necesidad de trazar una línea en la arena en cuanto se trató de la destrucción de la educación de sus hijos.
Al igual que la sublevación en Wisconsin y el movimiento “Ocupar”, la huelga del CTU representó una ruptura en la continuidad de la política de control en este país. Este sindicato comprendió y se organizó en torno al hecho de que sus problemas como maestros se fundieron con el enojo de la comunidad por el cierre de las escuelas públicas. Ni los maestros ni los padres pudieron ganar sin el apoyo mutuo. Las condiciones laborales de los docentes son las condiciones de aprendizaje de los niños.
El CTU observó que se encontraba rodeado de un grupo de billonarios que sólo permitían conversaciones o resoluciones dentro de los límites que ellos mismos habían establecido. A medida que la estructura política de la ciudad desvía cada vez más fondos públicos hacia las manos de los billonarios y las corporaciones, se hace evidente que esta clase representa el verdadero problema, no la falta de recursos para la educación.
Estos dos factores —la fusión de los intereses de los maestros y la comunidad para romper esta estrangulación —significaron que la batalla estaba rebasando objetivamente los confines impuestos por el sistema político. El CTU libró la batalla más allá de la tradicional lucha contractual para adentrarse en la conciencia social de una clase en contra de otra. Durante el primer día de la huelga, unas 30,000 personas acudieron a la marcha en apoyo a los maestros.
El pueblo está cada vez más claro de que los problemas sobre la educación pública no obedecen a la falta de dinero —supuestamente un déficit presupuestario de un $1,000 millones en el caso del Sistema Escolar Público de Chicago. Hay una abundancia de edificios, libros, computadoras, maestros, suministros, etc. Una educación pública de calidad para todos es totalmente posible. Así que surgen las siguientes preguntas: ¿Por qué se están cerrando las escuelas? ¿Por qué es que los Estados Unidos, el país que garantizó por primera vez en la historia mundial la educación pública, va rumbo a transformarse en el primero que le pondrá fin?
¿Por qué la educación Pública?
La huelga del CTU se produjo en un momento en que la tecnología computarizada y la robótica están transformando todas las instituciones de la sociedad. Históricamente, la educación ha sido un subsidio público para satisfacer las necesidades corporativas con tal de capacitar y adaptar a las personas para que llenen las plazas en las fábricas de los Estados Unidos. Por lo tanto, bajo el capitalismo, siempre se ha configurado la educación pública de forma tal que esté en servicio del mercado laboral.
Ya para principios del siglo XX, Chicago era el centro manufacturero del país. Con el uso del vapor y la electricidad, las fábricas hicieron posible la producción a gran escala con las máquinas. Los industrialistas insistieron en el establecimiento de escuelas secundarias para poder capacitar a los aprendices, sin que ello representara algún costo para ellos.
El desarrollo de la producción en cadena en los años 20 condujo a la instauración del “modelo industrial” para la educación. Como automóviles, cada hora los estudiantes se trasladaban de una clase a otra para que los formaran sus maestros. Éstos desarrollaban las destrezas de sus alumnos y por consiguiente su habilidad para trabajar: su mano de obra. En aquel tiempo, las fábricas ocupaban ejércitos de obreros no especializados y semi-especializados, al igual que unos cuantos obreros altamente calificados para que ocuparan los puestos superiores.
Para los años 50, las corporaciones y la producción agrícola se habían ampliado tanto que fue necesario contar con un gran grupo de gerentes y trabajadores de control. Asimismo, se aprobó la propuesta de ley denominada “G.I.Bill”, dirigida a financiar la educación universitaria que necesitaban estos obreros. Se permitió que estos trabajadores y los obreros calificados obtuvieran hipotecas y pensiones, al igual que la oportunidad de enviar sus hijos a la universidad. La pretensión ideológica de la “clase media” compró su lealtad, al menos mientras se pudiera ampliar la economía.
Para los años 80, los grandes molinos y fábricas de Chicago ya estaban cerrando sus puertas. Esto fue el resultado inevitable del reemplazo de la mano de obra con tecnologías computarizadas y la robótica. Nuevamente, cambió el papel de la educación, a fin de preparar la mano de obra que corresponde al mercado laboral de ese tiempo.
En el 2010, el New York Times informo que “desde el año 2000, la automatización ha ayudado a la rama manufacturera a eliminar 5,6 millones de puestos de empleo —el tipo de trabajo que en su momento ofreció a los obreros no calificados sueldos correspondientes a la clase media. En el mismo artículo, Allen Sinai, economista general en jefe de la empresa Decision Economics señaló lo siguiente: “Básicamente no quieres tener trabajadores. Tienes menos e intentas buscar bienes en equipo para reemplazarlos (“Despite Signs of Recovery Chronic Joblessness Rises”, NYT, 20 de febrero del 2010).
La introducción de la electrónica está destruyendo los puestos de trabajo no especializados y semi-especializados que marcaron la era industrial. Sus destrezas son redundantes y por consiguiente son inútiles. Las computadoras están transformando estos puestos en trabajos temporales y en una mano de obra precaria que trabaja poco pero siempre debe de estar disponible. Debido a que la educación bajo el capitalismo reproduce la fuerza laboral, esta por consecuencia pierde valor cuando la fuerza laboral lo hace. Cuando la mano de obra es redundante, las escuelas también lo son, al igual que las comunidades.
Pero los capitalistas se encuentran frente a un dilema. Si bien reservan la educación para un estrato muy restringido que todavía es necesario, ellos deben mantener la esperanza de que la educación ofrecerá los medios suficientes para garantizar un futuro, a lo cual describen como “puestos de trabajo de la clase media”. En este contexto, ellos afirman que los recortes a los fondos de la educación obedecen a los déficits presupuestarios y la austeridad, mientras roban todo lo que pueden del sector público para impulsar la privatización de las escuelas.
Entonces, no resulta tan extraño que los capitalistas estén proclamando la necesidad de actuar con austeridad y sigan recortando los presupuestos estatales para las escuelas primarias, secundarias y las instituciones de educación superior y logrando que los estudiantes se endeuden de forma permanente para poder pagar su educación universitaria. Y ellos se preguntan ¿por qué se deberían utilizar los fondos recaudados de los impuestos para educar a los obreros que ya no necesitamos? ¿Por qué no desviar las ganancias estatales directamente hacia las corporaciones? Al mismo tiempo, ellos aplican métodos puramente mecánicos y repetitivos en el aprendizaje digital y de pruebas con un alto grado de exigencia, todo lo cual sirve para agotar ideológicamente la vitalidad revolucionaria de los estudiantes que ya no tienen futuro.
Los Trabajos Temporales Comienzan a Impulsar la Educación Pública
La Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos predice que para el año 2020, los Estados Unidos tendrá 163,5 millones de puestos de empleos. De éstos, 138,4 millones – el 84,6 por ciento – exigirán un grado de asociado o un nivel universitario menor. De las 30 ocupaciones principales más grandes, sólo 6 exigirán una educación universitaria. Se prevé que los tres puestos principales más grandes sean en la atención a la salud, los servicios comerciales, incluidas las ventas minoristas, y la industria de la construcción (BLS News Release, 1° de febrero del 2012).
Esencialmente, estos son trabajos no calificados y semi-especializados, muchos de los cuales ya los están devorando las computadoras o se están transformando en puestos de contingencia. Los denominados puestos perma-temporales, “flexibles”, inestables y precarios se están transformando en la nueva norma laboral. Los escritores y los trabajadores en las bodegas, los conserjes y los consultores empresariales, los conductores de camiones, los diseñadores gráficos y cada vez más los obreros de las fábricas no cuentan con medidas de protección social.
En agosto del 2012, al publicar su artículo en Alternettitulado “Temp Worker Nation: If You Do Get Hired It Might Not Be For Long” (Una nación de obreros temporales: Si se le contrata, podría no ser por mucho tiempo), Steve Wishnia escribió lo siguiente: “No se les paga nada por sus horas extras. Por lo general, no reúnen los requisitos para obtener beneficios de desempleo. Generalmente deben pagar la cuota del empleado y del empleador relativa a los impuestos de seguridad social. Asimismo, deben pagar su propio seguro de salud y Obama no va a cambiar eso. Ellos tienen pocas opciones si un empleador no les paga lo que les corresponde. Si son contratistas independientes, no tienen derecho a formar un sindicato laboral.”
A medida que los trabajos van despareciendo o se transforman en “perma-temporales”, se hace evidente que los puestos de empleo que pueden mantener a una familia sólo pertenecen a un estrato muy reducido de obreros. Los políticos todavía siguen afirmando que “producirán empleo” y que debemos pagar impuestos a las corporaciones —autodenominadas “creadoras de trabajo”. El capitalismo todavía pretende que la educación es el boleto necesario para obtener un buen trabajo y forjarse un buen futuro, a pesar de que ahora son las propias personas quienes deben costeársela.
Sin un voto o un debate social, los Estados Unidos ha otorgado a las corporaciones el poder de determinar qué representa un trabajo. Una comunidad en cualquier ciudad puede idear cientos de puestos de empleo que son necesarios. Pero estos trabajos no son permitidos porque ayudan a la gente y no representan el mayor nivel de ganancias para las corporaciones.
La clase capitalista está reconfigurando a la inmensa población estadounidense en un ejército de trabajadores flexibles y de salarios muy bajos, los cuales pronto estarán listos para trabajar por unos cuantos centavos. Entonces, repentinamente, los puestos de em-pleo subcontratados externamente en países con bajos salarios reingresarán a este país, también de bajos salarios. Se está configurando la educación pública para que respalde este proceso.
Próximos Pasos
El capitalismo está utilizando su poder político para restructurar la educación pública para su propio beneficio. El programa de George Bush denominado “No Child Left Behind” (Que ningún niño se quede atrás) al igual que el de Obama llamado “Race to The Top” (Carrera hacia la cumbre) y el impulso de un “plan educativo central en común” representan la restructuración federal de la educación, una forma de “nacionalización” pero al servicio de los intereses de las corporaciones. Estos programas redistribuyen recursos, generalmente en el ámbito local, entre las corporaciones.
Mientras tanto, los maestros, los padres de familia y los estudiantes de Chicago se encuentran en una posición muy singular: necesitan luchar juntos para lograr lo que ha prohibido el aparato jurídico. Esta sensibilización es la razón por la que el pueblo de Chicago respaldó firmemente la huelga. En este proceso, los combatientes comenzaron a reconocer que la desigualdad de la educación es un plan práctico de los capitalistas —tal como lo representa el Club Comercial de Chicago— que no tiene nada que ver con la disponibilidad de recursos. Los robots que disminuyen el valor de la mano de obra también proporcionan grandes cantidades de productos esenciales para la educación pública. Hay suficiente riqueza para todos.
La mayoría de los estudiantes en las escuelas públicas de Chicago pertenece a las minorías. La destrucción de las escuelas se ha dirigido especialmente a las zonas obre-ras de los negros y los latinos en esta ciudad. La única forma de resolver este problema de antaño es distribuir los abundantes recursos educativos según las necesidades. No se debe permitir que el reducido grupo de billonarios que se encargan de nuestra educación decida quién puede recibirla.
De forma similar a los alimentos, la educación pública es un recurso. No aceptamos una sociedad que permita que la gente se muera de hambre. Ya ha iniciado la siguiente fase de esta batalla en Chicago. Rahm Emmanuel, alcalde de esta ciudad, ha amenazado con cerrar más de 100 escuelas para poder “pagar” los contratos de los maestros. Alegan nuevamente que no hay dinero. El alcalde escogió despojar a las escuelas de sus recursos, desestabilizar las comunidades y lanzarlas hacia un círculo de violencia, en vez de imponer impuestos a los capitalistas que lo mantienen en el poder.
Una vez más, el CTU se dirige al pueblo de Chicago para superar la red de legalismos capitalistas y librar la lucha para lograr lo que Karen Lewis, presidenta del CTU, denomina “el alma de la educación pública”. El CTU recibió un apoyo sindical limitado debido a que las leyes laborales y los contratos actuales reducen las formas de apoyo político que se puede prestar. Ahora el sindicato está haciendo uso de la fortaleza que logró desarrollar en prueba de la huelga —un mayor grado de unidad que han logrado— para llegar a todas las escuelas públicas de los barrios y transformarse en un centro de organización. La huelga del CTU mostró que las soluciones políticas no comienzan con lo que es “entregable”, sino más bien con los preparativos para el futuro. Tal como sucede en toda lucha de una clase contra otra, el rumbo de la victoria comienza con una mayor unidad en la acción de la clase obrera.
enero-febrero 2013. vol 23. Ed 1
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