Estamos presenciando el avance exponencial de la revolución electrónica y su huella en la economía. Mientras se profundizan mundialmente la polarización y la crisis, vemos que la clase dominante acelera sus esfuerzos para lidiar con la propiedad privada y mantener su dominio sobre ella. Al enfrentarse a los cambios en curso en la economía y geopolítica del mundo, dentro de los círculos gobernantes se ha desatado una lucha a nivel nacional e internacional. El orden global actual ha imperado desde el derrumbe de la Unión Soviética. El orden unipolar y hegemónico se ve retado por el auge de un nuevo orden multipolar, en especial por la Federación Rusia y la China, potencias emergentes haciendo frente a la hegemonía estadounidense. La base fundamental del proceso es la profundización de la polarización y la inestabilidad.
El avance del ritmo de la producción automatizada, la destrucción de valor en curso y, al paso, la disminución del valor del obrero junto con la polarización de la riqueza y la pobreza: todo esto conduce forzosamente al aumento y predominio del capital especulativo. La actual hegemonía del capital especulativo es un fenómeno global. Conforma una dimensión integral de la globalización en la época de la electrónica. La producción sin mano de obra equivale a la producción sin valor. El capital especulativo no crea valor, sino que se lucre mayormente acumulando enormes cantidades en base a la deuda.
Con la creación de un mercado mundial, las corporaciones nacionales se convierten en corporaciones multinacionales, las multinacionales se transforman en transnacionales y las corporaciones transnacionales llegan a ser supranacionales. Estas corporaciones supranacionales se han incorporado en los Estados nacionales. Para proteger los intereses de la propiedad privada, la emergente clase dominante a nivel global está creando un orden mundial fascista y formulando una cosmovisión fascista.
En el capitalismo, la guerra es políticamente inevitable. Se entremete en la política, como instrumento, a tal punto que, al fijarse la política, la guerra se vuelve el medio inevitable de desarrollar e implementar.
Alrededor del mundo, la polarización económica y política, cada vez más aguda, define nuestra época. El mercado global sigue encogiéndose y el centro de gravedad económico se desplaza del Occidente hacia el Oriente. Se desarrollan nuevas polaridades entre los EE. UU. y sus aliados, ahora obligados a defender sus economías nacionales. Los bloques regionales fuera de las áreas de influencia de EE. UU. se van consolidando con el fin de proteger sus propios mercados.
Mientras tanto, más países discuten las alternativas al petrodólar norteamericano como cambio de divisa en el comercio del petróleo. Al ir perdiendo su predominio económico en el mundo, los EE. UU. se pone progresivamente en pie de guerra con más de 800 bases militares alrededor del planeta. Aparte de su cerco militar de la Federación de Rusia y la China, la política militar norteamericana está diseñada para crear inestabilidad regional y conflictos alrededor del mundo como respuesta a la creciente influencia económica de sus adversarios. Estas condiciones no sólo dan paso a la guerra mundial total, sino también a la posible aniquilación de la humanidad en una guerra nuclear.
La paz es una cuestión de vida o muerte para las masas de las clases trabajadores del mundo, incluyendo el movimiento emergente aquí en nuestro país. Ahora es una cuestión de supervivencia para la propia humanidad. Imponerles la paz a los que hacen guerra es un acto profundamente revolucionario. Implica crear una sociedad en que la explotación, la competencia y la desigualdad se erradican, y, en el acto, se pone fin a la guerra para siempre.
Extracto de Resolución Política de la Liga de Revolucionarios para una Nueva América AC
julio/augosto 2019. vol.29. Ed4
Este artículo originó en Rally, camaradas!
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