En las elecciones intermedias de 2018 para gobernador del estado de Georgia, Brian Kemp, entonces Secretario de Estado y candidato para gobernador, supervisó su propia elección mientras se enfrentaba a la candidata Demócrata, Stacy Abrams. Se han eliminado 1.4 millones de personas del censo electoral de Georgia desde el 2012. A tono con esta práctica, se inició el sistema “Eliminar por Postal” en que se manda una tarjeta postal a la gente que no había votado en las elecciones anteriores y se retiraban automáticamente del censo electoral a todos aquéllos que no devolvían la tarjeta — sin avisarles. Así se les privó del derecho al voto a por lo menos 340,000 personas.
La “Correspondencia Exacta” es otro método de supresión del voto aprobado por la legislatura de Georgia. Requiere una correspondencia exacta en todo detalle entre los formularios de inscripción rellenados a mano y la documentación existente. Hasta la discrepancia más insignificante descalificaba al votante. Se calcula que en 2018 se eliminaron unos 53,000 electores de las listas electorales mediante este método. La supresión generalizada del voto en Georgia es la razón por la cual Stacy Abrams no es la gobernadora de Georgia en este momento. Perdió las elecciones por unos 58,000 votos de los casi 4 millones de votos emitidos.
Un río revolucionario
En nuestro tiempo, hemos sido testigos del desarrollo de un proceso en que millones de trabajadores han sido desplazados, perdiendo su trabajo y su medio de subsistencia. Se han visto obligados a luchar hasta por su supervivencia y la de sus familias. Forzados a vivir en los márgenes de la sociedad, forman el núcleo de un movimiento social ascendente que busca satisfacer sus necesidades de vida — la vivienda, la atención médica, la alimentación, el agua potable. Este movimiento emergente se ha involucrado en el proceso electoral como medio para lograr sus objetivos. Se le opone como obstáculo a la supresión del voto.
En su editorial en el New York Times de septiembre de 2018 titulado “No somos la resistencia”, Michelle Alexander, la exitosa autora de El nuevo Jim Crow, escribió lo siguiente, “El largo y persistente anhelo y búsqueda de libertad corre por la historia como un río… Los orígenes de cada salto hacia delante se remontan a este río revolucionario”. Una nueva nación lucha por nacer, dice, una en que cada vida y cada voz realmente importan. Este río revolucionario nos hará avanzar. No estamos sólo resistiendo. Estamos luchando por una verdadera democracia en que cada ser humano recibe sus necesidades básicas.
Una historia de represión del voto
Aún cuando se escribía la Constitución, el sector esclavista de la clase capitalista tomaba medidas para consolidar su dominio sobre la nación. Insistió en incluir la Regla de las Tres Quintas Partes, asegurando el dominio de los esclavistas del Sur por medio del colegio electoral al estipular que por cada 100 esclavos de que era dueño, el esclavista podía emitir 60 votos en su nombre. En esencia, Estados Unidos fue un país dominado por el Sur por 80 años. Además, sólo podían votar hombres blancos propietarios.
La creciente marea del abolicionismo y la elección de Abraham Lincoln anunciaron el fin del poder de los esclavistas. Con la Guerra Civil, se abolió la esclavitud y se inició la reconstrucción del Sur. Las 14ª y 15ª Enmiendas de la Constitución concedieron la ciudadanía a los antiguos esclavos y amplió el derecho de voto a los hombres afroamericanas. Durante la Reconstrucción en el Sur, de los cuatro millones de antiguos esclavos recién liberados, cientos de miles votaron y muchos ocuparon puestos electos. Ya para 1872, se habían elegido 320 personas afroamericanas a cargos estatales y federales.
En las elecciones presidenciales de 1876, se cuestionaron los resultados, al parecer por fraude electoral. Lo que siguió se llegó a conocer como el “Gran Engaño” de los afroamericanos del Sur. Se concedieron las elecciones al Republicano Rutherford B. Hayes, a cambio de que se retiraran las tropas federales y no se cumpliera la 15ª Enmienda. Se impusieron los “derechos Estatales”. La clase en poder en la antigua Confederación volvió al mando.
Siguió un reino de terror. Con el látigo y la soga de linchamiento, se le arrebató del pueblo Afro-Americano sus cargos políticos y su participación en las urnas. Nuevas leyes estatales anularon la 15ª Enmienda. Se instituyeron pruebas de alfabetización, un impuesto electoral y otras estrategias que suprimían el voto. Se impusieron leyes segregacionistas. Hicieron dar paso atrás a los afroamericanos a los tiempos de la esclavitud. Jim Crow imperaba. El Sur del Cinturón Negro pasó a ser una región retrógrada, colonial y fascista.
En el seno de la democracia norteamericana se implantó un régimen dictatorial brutal, que no tenía nada que ver con la democracia. Se fundamentaba en la supresión del voto, todo atado a la supremacía blanca.
El Sur de Jim Crow también se conocía como el “Sur Unificado”. No se podía elegir a ningún Republicano — del partido de Lincoln — a ningún puesto público en el Sur. Se votaba casi exclusivamente en las primarias del Partido Demócrata, que se proclamó abiertamente el partido de la supremacía blanca y sólo permitía votar a los blancos.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, las condiciones del mundo y del Sur empezaron a sufrir profundos cambios. Había que abrir el Sur a la expansión industrial, poniéndole fin a su época de reserva agrícola del capital del Norte. Esto abrió las puertas a un movimiento de masas dirigido por afroamericanos del Sur para ponerle fin a la segregación y el opresivo régimen de Jim Crow. El impulso primordial de este movimiento era el empeño de acabar con la supresión del voto y lograr la plena realización del derecho al voto y la participación en el proceso democrático.
La aprobación en 1965 de la Ley del Derecho al Voto fue un paso clave hacia el derrocamiento del sistema de Jim Crow. La ley prohibía las medidas que suprimían el voto, tales como la prueba de alfabetización y el impuesto electoral. Estipulaba que todos los estados con un historial de negar el voto tenían que obtener la aprobación del Departamento de Justicia antes de establecer nuevas leyes y reglas con respecto al voto. Millones de afroamericanos se entregaron al proceso electoral.
Pero una vez más, para el 2013, resurgió la contra revolución. En un fallo de 5 a 4 en el caso Shelby County v. Holder, la Corte Suprema decidió eliminar las secciones 4 y 5 de la Ley de Derecho al Voto, así descartando la obligación de los estados de obtener permiso para modificar sus procedimientos de votación.
Casi inmediatamente surgieron por todo el país, pero sobre todo en los estados sureños, nuevas leyes exigiendo documentos de identificación para votar. Por ejemplo, en Carolina del Norte, no sólo se aprobaron tales leyes sino también estipulaciones que limitaban la votación temprana, eliminaban la inscripción el mismo día de la votación, prohibían la extensión del horario para votar y obstaculizaban las campañas de inscripción de electores que organizaban las iglesias afroamericanas y la NAACP.
Toda una serie de medidas para suprimir el voto — todas permitidas desde el 2013—han influido los resultados de elecciones. Otro factor clave en los resultados de elecciones ha sido la práctica de “gerrymandering”, o manipulación política. La “Operación Mapa Rojo”, financiado con millones de dólares en dinero obscuro de donantes importantes no identificados, se propuso establecer distritos electorales a su favor en todo el país. El desenlace ha sido que en Wisconsin los candidatos Demócratas para la asamblea estatal, ganadores del 54% del voto, sólo obtuvieron el 37% de los cargos electos. En Ohio y Carolina, la votación fue de 50% a 50%, sin embargo los Republicanos obtuvieron el 75 por ciento de los escaños en ambos estados. A nivel nacional, el partido en poder cambió en casi 1,000 escaños estatales.
La visión de un nuevo país
Actualmente, se establecen nuevas condiciones que determinarán el camino a seguir. La Guerra Civil y la Reconstrucción marcaron una época decisiva en la batalla por la democracia. Siguió un régimen que, en el mismo corazón de Estados Unidos, sólo puede describirse como fascista — un régimen de terror brutal que sustituyó cualquier parecido a la democracia.
Hoy, más de un siglo después, volvemos a pasar por un período de crisis. Esta vez surgen millones de personas respondiendo a la embestida no sólo contra sus derechos sino incluso el acceso a su medio de subsistencia. La clase imperante, ateniéndose a los momentos más obscuros de la historia norteamericana, está luchando para mantenerse en el poder y preservar su riqueza y propiedad privada a cualquier precio.
En el marco actual, vemos cómo todas las medidas para suprimir el voto son parte del proceso de la clase gobernante de sustituir la democracia por medios legales e instituir un Estado fascista. Claro que tenemos que combatir estas medidas en todas sus manifestaciones. Pero también tenemos que entender que formamos parte de la marea ascendente del río revolucionario que desde un principio corre por la historia de Norteamérica.
Un río no se puede detener. Se puede intentar desviarlo y hasta ponerle una represa, pero tarde o temprano el río llega a su destino. Para nosotros, ese destino es todo un nuevo mundo en que se reconoce el valor de cada ser humano, en que todo el mundo puede contribuir al máximo posible y en que el tesoro de la sociedad se reparte a todos los necesitados. Este es el verdadero significado de la democracia, y es nuestro destino. AC
julio/augosto 2019. vol.29. Ed4
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