¿Por qué está aumentando actualmente la violencia en los Estados Unidos y en el resto del mundo? La explosión de la violencia es un fenómeno complejo en el cual entran en juego diversas fuerzas que interactúan. La clase gobernante capitalista culpa a las personas pero, a decir verdad, la violencia en nuestras comunidades refleja la decadencia social que ha generado una sociedad en transición. No se nos valora como seres humanos, sino únicamente según nuestra habilidad de generar ganancias para la clase capitalista.
La violencia está emanando de la disolución de una sociedad establecida con base en el capitalismo industrial. El uso cada vez mayor de una tecnología electrónica basada en elementos digitales está transformando la sociedad humana, puesto que los robots y la producción en función de las computadoras reemplazan la mano de obra semicalificada, tanto en la producción como en la gestión de ésta. Muchos de estos obreros nunca volverán a trabajar.
La producción electrónica corroe la propia base de la explotación capitalista. Se está transformando la forma en que labora la gente, la propia naturaleza del trabajo, la relación entre los jefes y los obreros y todas las instituciones establecidas en torno a esta base.
Las clases se ven enfrascadas en una lucha por el control de esta tecnología. Actualmente, se están sentando las bases para un nuevo mundo. En esta transición histórica, la clase capitalista utiliza la violencia más extrema con una indiferencia desalmada hacia la vida humana, mientras lucha por mantener el control global.
Bajo el capitalismo, el valor de un ser humano se relaciona con el valor de una unidad productiva. El valor del poder laboral de una persona es el valor de las necesidades de su vida para mantenerse y reproducirse; es decir, el valor de los alimentos, ropa, vivienda, educación, servicios de salud y otras necesidades para que un obrero se gane la vida y críe a su familia.
La propia base del valor bajo el capitalismo es la cantidad de tiempo laborado de un obrero para generar un producto determinado. En la medida en que la electrónica reemplace la mano de obra humana, el valor de los productos necesarios para mantener vivo al obrero será cada vez más barato. Por consiguiente, el valor de ese poder laboral y de la vida humana tiende a aproximarse a cero. El obrero, ya sea que esté empleado o desempleado, tiene un valor decreciente para la clase capitalista.
Se está obligando a una cantidad cada vez mayor de hasta millones de personas en todo el mundo a quedar fuera de las relaciones capitalistas de producción y por ello se están transformando en actores externos del sistema. La clase capitalista requiere de un aumento dramático en la violencia organizada para vigilar a esta nueva clase de personas que están luchando contra el hecho de que se les está arrastrando hacia la miseria.
Se está destruyendo el contrato social
Cuando el capitalismo se organizó principalmente en torno a la producción agrícola, la sociedad ofreció un nivel básico de mantenimiento de la fuerza laboral que necesitaban los capitalistas. Bajo el contrato social de esa época, los obreros podían obtener viviendas y servicios de salud, el gobierno suministraba agua al púbico, la educación estaba disponible y se orientaba hacia la capacitación de los obreros, y se ofrecían prestaciones sociales y en casos de desempleo y períodos en los que no se percibían ingresos.
Ahora se han eliminado estos “derechos”. Las familias están viendo cómo les anulan las medidas de protección social. Estas son políticas gubernamentales, no casos fortuitos, y están generando un grado cada vez mayor de desesperación entre las personas, algunas de las cuales se vuelven violentas. De mil formas distintas, se envía un mensaje de que los seres humanos y la propia vida ya no tienen valor, y se enseña a la clase obrera a que se ataque a sí misma.
En el nuevo orden mundial, el cual presenta un alto grado de polarización, la mayor amenaza a la clase capitalista es la nueva clase de personas que tomarán conciencia de que no tienen que depender de la clase capitalista. Por lo tanto, se están empleando las armas para evitar que a la polarización económica le siga una de índole política.
Una de las tácticas de la guerra, incluyendo la guerra de clases, es dividir y conquistar, y lograr que el enemigo luche contra sí mismo. Por ello, los Estados Unidos trabajó arduamente en Irak para definir al pueblo como “sunitas” o “chiitas”, pero no como iraquíes. El gobierno, los medios de comunicación y las instituciones educativas bombardean a los trabajadores estadounidenses con propaganda de que son primordialmente afroamericanos, blancos o latinos, cualquier cosa menos obreros. Se denomina a los trabajadores como clase media o pobres, o se les identifica como consumidores, amas de casa y compradores, cualquier cosa que no sea la clase obrera. La juventud está dividida entre las pandillas Bloods y Crips, Norteños y Sureños, cualquier cosa que no sean obreros jóvenes.
Para contrarrestar esta forma de pensar, el gran revolucionario sudafricano, Steve Biko, escribió lo siguiente: “El arma más grande en manos del enemigo es tu mente”. Con esto se sugiere que la forma de avanzar es luchar con las ideas para arrebatar esta arma al capitalismo.
Desechos tóxicos de un sistema en decadencia
El capitalismo usa la violencia organizada para idear su visión sobre una sociedad postindustrial. Debido a que el futuro depende de qué clase controla los medios de producción, la clase capitalista esta librando una lucha abierta de clases, a fin de garantizar los objetivos de su clase.
Por lo tanto, el capitalismo está fomentando el desarrollo de la violencia de formas cada vez más malignas. La pornografía violenta es legal y es un negocio que está prosperando en los Estados Unidos. Asimismo, prácticamente todos los tipos de los medios de comunicación presentan de forma constante historias relacionadas con la violencia. Las películas también glorifican la violencia a un nivel que antes era inimaginable. Ahora que la tortura es una política oficial de nuestro gobierno, hasta escuchamos una moralidad oficial de la violencia aun cuando el capitalismo intenta transformar una repugnancia legítima hacia la violencia en una solución fascista. La violencia — y el temor que ésta origina— es un arma de control social.
Ahora que segmentos enteros de la clase obrera son inutilizables en todo, salvo los trabajos más degradantes y que pagan menos, sus comunidades se ven inundadas de forma abierta por las drogas. En combinación con un acceso fácil a las armas, estas políticas sociales mantienen a las comunidades luchando contra sí mismas. La denominada “Guerra contra las drogas” ha originado que en la “Tierra de los Libres” exista la tasa más alta de encarcelamientos del mundo y la mayor cantidad de población carcelaria.
Para obtener ganancias, las prisiones administradas por las corporaciones encarcelan a los niños de los obreros indocumentados. Cada vez más se explota a los prisioneros de forma directa, los cuales ganan sólo centavos al día por su mano de obra. Las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) son algo rutinario y los estadounidenses se están teniendo que acostumbrar a la violencia estilo guardias de asalto como parte de la vida cotidiana. Siempre se presenta a los agentes policiales como la respuesta a todo problema social y hay peticiones abiertas para que se utilice al ejército para propósitos de control interno.
La clase capitalista ha prometido a los Estados Unidos que veremos la guerra durante toda nuestra vida. La guerra por el imperio siempre ha generado ganancias y beneficiado a la clase gobernante, aun cuando exige que sea la clase obrera la que aporte las tropas. La guerra en el exterior siempre exige violencia a lo interno del país. Una vez más estamos observando que la terrible degradación de la población civil por parte de los soldados estadunidenses en guerra deja cicatrices horribles en tanto en el espíritu como en el cuerpo humano. El síndrome de estrés postraumático ya ha empezado a formar parte de la vida cotidiana en los Estados Unidos.
Las únicas personas con la probabilidad de tener suficiente poder para poner un alto a esta maquinaria masiva de guerra son los estadounidenses. La clase capitalista reconoce con claridad este papel histórico. Por lo tanto, el pueblo de los Estados Unidos son los verdaderos blancos a los que se dirigen los ataques y las verdaderas víctimas de la denominada guerra contra el terror. Es por ello que se observa el tremendo crecimiento del Estado mediante la Agencia de Seguridad nacional y la nueva legislación represiva, cuyo propósito es limitar los derechos civiles.
Los propietarios cosechan los beneficios
La producción electrónica hace posible que haya una verdadera abundancia para todas y cada una de las personas del planeta. Si el público la controla, la nueva tecnología garantizará el sueño que se ha acariciado desde hace tanto tiempo de poner fin a las carencias y lograr un planeta sostenible.
La energía social para transformar la situación es latente dentro de la nueva clase entre los millones de personas a las que se ha expulsado de las relaciones capitalistas de producción. A estas personas no les queda más que exigir derechos económicos para todos: acceso a viviendas, alimentos, educación, servicios de salud, cultura y una vida digna y productiva.
Actualmente el logro de cualquiera de estos derechos desafía por completo el derecho de la propiedad corporativa privada a determinar la forma en que trabaja la sociedad y cuáles son las relaciones sociales humanas que deben haber. Tarde o temprano, la humanidad tendrá que tomar el paso siguiente: O el control de las cosas que utilizamos y necesitamos en común, lo que incluye la tecnología, está en manos privadas, o bien es de propiedad pública y comunal. No hay un punto intermedio.
Como siempre, la transformación social empieza con la lucha por los corazones y las mentes. El paso decisivo es integrarse a la batalla por las ideas que están surgiendo en los Estados Unidos actualmente. Podemos promover una visión de un mundo comunal y tomar la ofensiva con ideas para desmantelar las justificaciones morales para un sistema explotador que no puede existir sin violencia.
marzo/abril 2015. vol.25. Ed2
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