El pasado 13 de junio, los residentes de la ciudad costera puertorriqueña de Salinas protagonizaron una enérgica y airada protesta en el patio del complejo de apartamentos más lujoso del principal centro urbano de San Juan. Su propietario mayoritario es Nicholas Prouty, figura clave en la condenable lista de inversores inmobiliarios y financieros que actualmente se alimentan de la crisis energética y económica de Puerto Rico, provocada por ellos mismos. Este tipo se afiló los dientes en el mercado de los fondos de cobertura y hoy devora casas embargadas por todo Estados Unidos y Puerto Rico, a donde se trasladó por la exención fiscal del 100% sobre los ingresos por intereses y dividendos ofrecido a los inversores ricos de afuera (pero no a los locales).
Estos especuladores no sólo se lucran, sino que sus acciones empeoran las condiciones de vida de mucha gente. Hedge Clippers, un grupo de vigilancia con sede en Estados Unidos, describió la reciente legislación que favorece a los promotores inmobiliarios como “una sangría fiscal para la isla” de 2.220 millones de dólares entre 2017 y 2023, y de unos 4.400 millones proyectados para 2026. Concluyen que esta sangría fiscal y la especulación inmobiliaria están “alimentando la crisis de la vivienda” y “perjudicando al medio ambiente”.
La producción de energía es otro objetivo del saqueo y la destrucción capitalistas. La isla consume casi 70 veces más energía de la que produce, gran parte de ella al servicio de las grandes empresas y los ricos. Es casi toda energía sucia: 58% de petróleo, 28% de gas natural, 12% de carbón, aproximadamente un 1% de energías renovables [Administración de Información Energética de EE.UU., Estadísticas Energéticas Internacionales, Puerto Rico, 2021]. En 2023, las energías renovables (2/5 de las cuales consisten en paneles solares) sólo representaban el 3% de la electricidad generada, una gota de agua en una isla bendecida con una superabundancia de sol, viento y agua.
Las empresas y los políticos prometen un futuro “paraíso ecológico” de energía limpia y sostenible, al tiempo que afirman que los combustibles fósiles siguen siendo “indispensables”. Sin embargo, mientras los magnates de la energía se oponen a cualquier amenaza a los viejos combustibles, sacan beneficios de las alternativas que busca la gente. Su última propuesta contempla la instalación masiva de paneles solares, ¡en algunos de los campos agrícolas más fértiles del mundo! Sacrificarían un recurso por otro más rentable— que se fastidie la salud de la gente. Mientras tanto, los paneles solares se levantan de forma espontánea y caótica, sin tener en cuenta el impacto social y medioambiental en las comunidades, donde no todo el mundo puede permitírselos.
LA ENERGÍA ES UNA CUESTIÓN DE CLASE
A largo plazo, la cuestión de la energía está ligada a otras más amplias de la economía, la estructura social, el medio ambiente, el control político, etc. Es una parte de lo que las comunidades obreras puertorriqueñas han estado soportando bajo los talones de los capitalistas estadounidenses y locales, con un 43% de la población viviendo por debajo del nivel de la pobreza en 2021. La situación es extrema, tras dos décadas desastrosas de calamidades naturales y no naturales como huracanes y terremotos, un colapso financiero y económico fabricado, el desmantelamiento de los servicios sociales, los recortes en viviendas públicas, escuelas y hospitales, y la paralizante epidemia del Covid.
El 70% de las infraestructuras destruidas en la última década aún no se han repuesto. En lugar de reconstruir mejor, el sistema utilizó estas catástrofes para producir más ganancias y hacerse con más poder, y causando un desplazamiento masivo de personas. La mayoría de los trabajadores que perdieron sus casas las han perdido para siempre. Los costes han aumentado aún más que en Estados Unidos, incluidos los de la vivienda, la energía y los alimentos (¡el 85% se importa del continente a esta isla rica en agricultura!).
Para los trabajadores, la dolorosa realidad de la vivienda, los servicios y la energía es similar a la de los trabajadores estadounidenses, pero ampliada. Los ingresos per cápita de Puerto Rico es inferior a los de Mississippi (los más bajos de los estados), y no puede negociar directamente con otros países por fuentes de energía—ni ninguna otra cosa—debido a la subyugación colonial de la isla al capital estadounidense. Mientras capitalistas como Prouty y políticos corruptos se benefician de la catástrofe, la gente paga con su bienestar físico, mental y emocional.
LA UNIDAD CONTRA UN ENEMIGO COMÚN
La falta de reparar y renovar la red energética para el beneficio de todos ha tenido un impacto crítico en la gente corriente y trabajadora. La vida en sus comunidades es una constante de cortes y apagones que perturban y ponen en peligro la vida. Las personas que dependen de máquinas respiratorias pueden morir. Con la nueva norma de temperaturas abrasadoras y repetidas olas de calor, los apagones que inutilizan ventiladores y aparatos de aire acondicionado amenazan la vida de aún más personas. Los “dueños” de la energía tienen la vista puesta en su interés, las ganancias, pero la gente necesita una sociedad en la que el interés de la humanidad dicte lo que pasa.
Algunas comunidades bregan con todo esto a la vez que se enfrentan a la pérdida de sus tierras ancestrales, ahora amenazadas por la campaña de privatización de playas, bosques y terrenos comunales impulsada por gente como Nicholas Prouty y sus secuaces políticos. Esta es la chispa encendiendo la lucha del pueblo de Salinas, dependiente durante generaciones de sus playas, su costa y sus ricas aguas. Heredaron la custodia de estas tierras y aguas del pueblo indígena que las cuidó durante milenios, y luchan porque saben que la privatización inevitablemente significa la degradación.
Esta situación no puede resolverse bajo el dominio capitalista basado en la ganancia. Es la misma lucha que se libra en Estados Unidos contra un enemigo de clase común, pero es más intensa, ya que la ofensiva del capital en la colonia es aún más descarada. De hecho, los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses y han muerto en las guerras norteamericanas desde que Estados Unidos se apoderó de la isla en la guerra hispano-estadounidense (1898). En la actualidad, nuestras luchas aquí y allá siguen desvinculadas, para beneficio del capital y nuestra pérdida. Los capitalistas hambrientos por lucro no ven fronteras; los trabajadores amantes de la libertad tampoco deberían verlas.
Publicado el 28 de agosto de 2024
Este artículo se originó en Rally!
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