María Fernández mantenía tres empleos, trabajando más de 87 horas a la semana en tres sucursales de Dunkin’ Donuts en New Jersey. NBC reportó que “Ella trabajaba tanto que su compañera de habitación, Amelia Resende, a veces pasaba tres semanas sin verla . . . En cinco o seis ocasiones durante el último año, dijo Resende, al salir de la casa, encontró a Fernández dormida en el coche con el motor en marcha.“ Hasta tenía un contenedor de gasolina en la parte de atrás en caso de que le faltara.
María trabajaba duro para llegar a fin de mes, pero era generosa y creía en ayudar a los demás. Informó NBC que “Ella compró una tienda de campaña, diciendo que era para un señor desamparado que había visto cerca de su trabajo. Cuando se murió la madre de Culhane [su novio entonces], Maria les compró trajes a él y a sus tres hijos para el funeral. . . . Los amigos recuerdan una cantidad de veces en que ella les dio dinero o una tarjeta de crédito para ayudarlos con la comida o el transporte.”
El domingo del 24 de agosto, 2014, trabajó sus tres jornadas como de costumbre, de 8 de la mañana a 1 de la tarde, luego de 2 de la tarde hasta las 9 de la noche y por último de 10 de la noche hasta las 6 de la mañana. El lunes por la mañana se estacionó en el aparcamiento de una tienda para dormir antes de pegar en su próximo trabajo y dejó el motor en marcha. Nunca despertó. Hubo una fuga de monóxido de carbono del motor al interior del coche y se había volteado el contenedor de gasolina, filtrándose. Los gases le tomaron la vida a María mientras dormía. Cuando María Fernández murió la mañana del 25 de agosto, todavía con la ropa de trabajo puesta, tenía 32 años.
La tragedia de la muerte de María parte el corazón, pero las circunstancias en que vivía son cada vez más comunes para los trabajadores jóvenes de hoy día.
Una generación enfrenta el deterioro económico
La generación de los trabajadores jóvenes de nuestros tiempos, nacidos entre principios de los 80 y de mediados a fines de los 90, se conocen como milenarios. Según Pew Research: “Los milenarios son los primeros en la época moderna con mayores niveles de deuda por préstamos escolares, pobreza y desempleo y menores niveles de riqueza e ingreso personal que las dos generaciones predecesoras en la misma etapa de su vida.”
El deterioro de la economía que están viviendo los milenarios se debe a cambios fundamentales en el sistema capitalista. Todo aspecto de la economía se encuentra en medio de una transición de décadas del trabajo asalariado a tecnologías que suplantan la mano de obra—la robótica, la tecnología de la información, la inteligencia artificial y la tecnología móvil.
Por primera vez en la historia existe la producción de bienes sin la labor humana. Y todo cambia.
La tecnología que sustituye la mano de obra, con el propósito de aumentar al máximo las ganancias, está a la vez reduciendo y desestabilizando la fuerza laboral. Una nueva clase de obreros nace de las entrañas de la clase trabajadora, aquéllos que se ven obligados a vivir fuera del marco capitalista. Esta nueva clase no puede vender su trabajo porque las nuevas tecnologías son más baratas que su mano de obra.
Esta clase consiste de trabajadores de todas las generaciones, pero los jóvenes son únicos en el sentido de que nunca conocerán un mundo en que no exista la tecnología que reemplaza el trabajo humano. Las generaciones mayores han perdido la seguridad económica, empleos y vivienda. Pero muchos jóvenes hoy día nunca tendrán acceso a la economía como lo tuvieron las generaciones anteriores. A ellos se les niega un futuro.
María Fernández era sólo una de muchos trabajadores jóvenes estresados. Un 40% de los milenarios se identifican como “trabajadores mártires”, siempre trabajando demasiado, y “abrumados por el sentimiento de culpa si toman tiempo libre”. Según un estudio de Bankrate, el 25% de jóvenes de 19 a 25 años de edad no toman sus vacaciones pagadas ni tiempo libre por enfermedad. El trabajo que consigue la mayoría de ellos es en el sector de servicios a bajo salario. Los que han logrado conseguir trabajo asalariado a tiempo completo ganan el equivalente de $13 la hora. Los sueldos de los milenarios no pueden ni mantenerse a la par con el creciente costo de los bienes básicos. Muchos no consiguen trabajo. Conforman un 40% de las filas de los desempleados.
Los bajos ingresos y el desempleo significan que los recursos económicos de los milenarios llegan a sólo la mitad de los de sus semejantes en generaciones anteriores. Uno de cada tres vive con sus padres para ahorrar dinero y poder contribuir algo a sus familias en apuros. La economía está perjudicando la salud de los milenarios. Son la primera generación norteamericana en más de un siglo cuyo promedio de años de vida ha disminuido. Sufren los niveles más altos de depresión.
Según USA Today, nuevos datos de la Reserva Federal revelan que “Los milenarios blancos, que aún ganan más que sus pares Afro-Americanos y latinos, han sufrido la mayor baja en sus salarios en comparación con los baby boomers [nacidos tras la Segunda Guerra Mundial],” al contraerse un 21%. Los trabajadores blancos jóvenes se ven llevados a la misma privación económica que han sufrido los trabajadores de color debido a la historia de racismo del país. La desigualdad económica es una de las formas principales utilizadas por los capitalistas para dividir a los trabajadores e impedir la unidad.
Al escasear el empleo tradicional, ha pasado a un primer plano la “economía de la busca”, en que los trabajadores son contratistas independientes, empleados temporeros o trabajadores que están a disponibilidad o de algún otro modo empleados precariamente. Según el New York Times, “’Del 2005 a 2015, el número de norteamericanos recurriendo a tales acuerdos labores alternos aumentó a 9.4 millones. Es un incremento mayor al del empleo en general, que significa que hubo una pequeña baja en el número de trabajadores con empleos convencionales . . . Los patronos han logrado pasarles a los trabajadores gran parte de la carga de seguridad social,” deshaciéndose de la responsabilidad de proveerles cuidado de salud, vacaciones, días de enfermedad, retiro, seguro social, compensación y subsidios de desempleo. La “economía de la busca” es un paso más hacia la destrucción del trabajo tal y como lo conocemos.
Los niños en el punto de mira
Mientras que los trabajadores jóvenes tratan de sobrevivir en esta economía en crisis, el capitalismo también les está fallando a los niños y adolescentes de hoy. Cada año, uno de cada cinco niños norteamericanos está expuesto al hambre. El Urban Institute realizó grupos focales con adolescentes sufriendo hambre en diez comunidades diversas a lo largo del país. En su informe del 2016, “Opciones imposibles: los adolescentes y la inseguridad alimentaria en Estados Unidos”, hallaron que en estas diez comunidades hubo casos de muchachas que vendían su cuerpo en arreglos de “sexo a cambio de dinero” y varones que robaban en las tiendas y vendían drogas, todo sólo para poder comer. Una chica en San Diego, California, dijo: “Alguien que yo conocía abandonó la escuela para ganar dinero y ayudar a la familia. Pensaba que tenía que hacer algo. Empezó a vender su cuerpo.” Una niña en Chicago habló de otra de once años que dejó la escuela en el sexto grado para emplearse como trabajadora sexual. Y otra en Portland, Oregon, les dijo a los investigadores: “Realmente es como venderse a una misma, como que una hace lo que sea necesario por dinero o para poder comer”.
Los hallazgos muestran que este comportamiento es el mismo independientemente del género, la raza o el lugar. Susan Popkin, alto miembro del Urban Institute y una de las autores del informe, dijo: “Me sorprendió hasta qué punto veíamos que la comida era un elemento de esta vulnerabilidad, y realmente me sacudió el nivel de desesperación que implica. Me parece que es una situación que va empeorando con el tiempo”.
Mientras que la mayoría de los niños que carecen de suficiente comida no se ven obligados a venderse sexualmente, muchos se comprometen a ayudar a la familia para alimentarse. Comen en casa de amistades o familiares y guardan el almuerzo de la escuela para sus hermanos o para los fines de semana.
La situación que enfrentan estos jóvenes deja al descubierto la verdad de que el capitalismo es un sistema inmoral, no sólo roto sino corrompido hasta la médula, un sistema cada día más desesperado y odioso. Nuestra situación empeora porque el capitalismo es incompatible con la creciente producción libre de mano de obra.
El sistema capitalista agoniza y es imperativo que nos unamos para actuar y reemplazar nuestra economía fracasada con una que sostenga a todo el mundo, especialmente a nuestros niños. Los horrores que estamos viviendo no son nada comparado con lo que traerá el futuro si no nos organizamos para cambiar el mundo.
Los trabajadores jóvenes, sector clave del movimiento
¿Cómo sería un mundo en que María Fernández no trabajara hasta la muerte?
Los jóvenes, llenos de energía e idealismo, a menudo se encuentran en el centro del cambio social. La juventud jugó un papel de liderazgo y determinante en los movimientos de Derechos Civiles y femenino y en contra de la guerra durante las décadas de los 60 y los 70. Volvieron a tomar la delantera durante la Primavera Árabe, el movimiento de Ocupar Wall Street, Las Vidas Afro-Americanas Importan y NoDAPL (No al Oleoducto en Standing Rock). Aún durante la Revolución Americana, George Washington contaba en su diario que la mitad de su ejército consistía de jóvenes de 15 años. De hecho, la juventud siempre ha estado en el frente de batalla de las revoluciones sociales, sin ataduras al pasado y llena de imaginación y energía para convertir el futuro en lo que debe ser.
Sólo hay que ver el ejemplo de María Fernández y sus energías inagotables, trabajando jornadas extraordinarias para ganarse la vida para sí misma y sus seres queridos. Tenemos que apoderarnos de lo que podamos del sistema capitalista, antes de que nos quite más vidas, y dedicar toda nuestra energía a labrar un futuro que nos permita una vida libre de la explotación y el hambre. La tecnología que sustituye la mano de obra ya está creando una abundancia material. Ya hay suficiente comida para eliminar el hambre y suficientes casas para ponerle fin al desamparo.
Para los jóvenes, no existe un pasado añorado que recuperar; sólo un nuevo mundo que conquistar. Sin las trabas de ideas anticuadas, la imaginación juvenil puede prever un porvenir que libra la abundancia del mundo en beneficio de todos y puede forjar un camino hacia ese futuro.
Los trabajadores jóvenes, abandonados por el capitalismo en su etapa tardía, pero ansiosos por asegurar el porvenir para sí mismos y toda la sociedad, están cada vez más abiertos a las ideas del socialismo y el comunismo. Hoy, con el franco declive del capitalismo, el comunismo no es una mera “buena idea”; es el concepto básico que los bienes y la riqueza de la sociedad se deben emplear para satisfacer las necesidades de todo el mundo, y es absolutamente necesario para sobrevivir.
Podemos rehacer nuestra economía de modo que la tecnología que reemplaza la mano de obra se emplee para atender las necesidades de todos. La fabricación de todo lo necesario para gozar de vidas saludables y felices puede pertenecer a todos en aras del bien de todos, en vez de ser propiedad de las corporaciones. Podemos desarrollar tecnologías para reparar el daño que le hemos hecho a nuestro planeta y restaurar nuestros ecosistemas para las generaciones venideras.
Hay todo un mundo que ganar. Tenemos que unirnos y organizarnos para tomar el poder político y convertir en realidad nuestra visión. Luchemos por un mundo en que María Fernández todavía podría estar con nosotros, en que ella podría entregar todo su vigor inagotable a sus seres queridos y su comunidad.
septiembre/octubre.2017.Vol27.Ed5
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