La clase gobernante no puede materializar su propósito sin reestructurar la vida económica, política y cultural de los Estados Unidos. Ellos deben continuar consolidando y ampliando la fusión de las corporaciones y el gobierno mediante la nacionalización, a fin de estabilizar el capitalismo e instituir “reformas” económicas que abordarán todo el sistema en general.
Ellos deben conquistar a un segmento del pueblo estadounidense para que respalden su programa a la luz del creciente desempleo, la pobreza y la austeridad. Ellos apelan a la “clase media” de los grupos de todas las identidades en nombre de una unidad estadounidense general, mientras al mismo tiempo aíslan a las masas dentro de estos grupos al abandonar cualquier responsabilidad social para abordar su difícil situación y al instituir un Estado policial fascista. Las desigualdades estructurales y raciales dentro del capitalismo no permitirán que sea posible materializar este intento de lograr una unidad estadounidense en general.
La Economía Global y la Guerra Perpetua
Actualmente, el mundo se encuentra en pie de guerra de forma permanente. Se está militarizando a las economías y las sociedades del mundo. Se atacan con armas y tanques las manifestaciones que surgen tanto en los Estados Unidos como en otras partes. Se violan los derechos civiles. El punto es que ya estamos en guerra. La guerra es la política por otros medios.
A medida que empeoran las economías del mundo —se deteriora la compra y venta debido a la introducción de tecnologías que reemplazan la mano de obra—, se reduce el espacio para lograr una solución pacífica de los problemas económicos del mundo. Estamos observando una situación que se intensifica con rodear militarmente a China por parte de los Estados Unidos y el esfuerzo de este país por instalar un escudo de protección con misiles dirigidos hacia Rusia. Asimismo, observamos el potencial que tienen los pequeños antagonismos de transformarse en grandes guerras —tal como sucede con Japón y China, o el aumento militar de los Estados Unidos en las Filipinas. También lo observamos en el esfuerzo de los Estados Unidos dirigido a sabotear las capacidades industriales o a la propiedad intelectual de varios países.
Se están consolidando los bloques regionales entre los Estados Unidos y los europeos, por un lado —tal como se presenció en las recientes guerras en Libia, Siria y Malí— y en la alianza forzosa de Rusia y China, por otro. Esto no es simplemente una reacción ante la agresión militar de los Estados Unidos, sino más bien un intento de crear o proteger el mercado de sus respectivas economías, las cuales cada vez más se basan en la electrónica.
Entre más se reduce el mercado, más feroz es la competencia. Entre más rápidamente se desarrollen los medios de producción, mayor es la incapacidad de consumo de las masas. Junto con una guerra continua, la clase gobernante global está intentando resolver el problema del mercado a través de políticas tales como la Alianza Económica Transpacífica o mediante la renovación del NAFTA. Pero los intereses nacionales y el avance de los bloques regionales simplemente intensifican las contradicciones. Tanto los Estados Unidos como China aplican la denominada doctrina del “primer golpe nuclear”. El más mínimo cálculo erróneo de cualquiera de las partes podría provocar el lanzamiento de cohetes.
La Unidad General en los Estados Unidos es Algo Imposible
El empeño hacia una unidad estadounidense en general es un componente esencial de la estrategia de la clase gobernante. La misma está intentando establecer una unidad general en el país al obrar a través de los líderes que han establecido para que muevan las masas. Pero debido a la desigualdad racial objetiva dentro del capitalismo, esto no puede ser nada más que una unidad totalmente blanca.
Durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, la maquinaria propagandística de la clase gobernante de los Estados Unidos introdujo la definición moderna de una “clase media americana”. El capitalismo estadounidense, que prácticamente salió sin daño de la destrucción de la guerra, utilizó el Plan Marshall para ampliar rápidamente sus inversiones financieras y la producción industrial para reconstruir Japón y una Europa Occidental desgarrada por la guerra.
De manera simultánea, este país impulsó inversiones masivas y sin precedentes de capital en los nuevos mercados de África y Asia, creados mediante el desmantelamiento del colonialismo directo de Europa. Esta expansión, junto con el surgimiento de la Guerra Fría con la Unión Soviética, la “cacería anticomunista de brujas” caracterizada por el Comité de la Cámara de Representantes sobre Actividades Antiestadounidenses, al igual que la Guerra de Corea, entre otros acontecimientos, requirieron de una unidad política nacional. En efecto, esta fue una unidad totalmente blanca, la cual fue posible a través de la socialización de una pequeña parte del saqueo recién obtenido con los obreros blancos de los Estados Unidos.
En consecuencia, el segmento en expansión y predominantemente sindical de la clase obrera estadounidense, junto con el estrato social de rápido crecimiento compuesto por profesionales administrativos y funcionarios de oficina (denominados de “cuello blanco”) experimentaron un mejoramiento constante de sus niveles de vida durante 30 años. Estos obreros y profesionales predominantemente blancos se transformaron en un grupo con una nueva denominación, al cual comúnmente se hizo referencia como la “clase media estadounidense”.
Durante este mismo período de posguerra, se estaban moldeando los movimientos de derechos civiles y de las mujeres. Sus luchas, que duraron varias décadas, fueron en gran parte una exigencia para que se les incluyera en los beneficios derivados de la expansión económica y que provenían desde la clase alta. Las organizaciones que surgieron a partir de estos movimientos enmarcaron los temas políticos de la igualdad, específicos para la identidad de sus movimientos respectivos, todo con el objetivo de poder materializar aunque fuera una parte del denominado
“sueño americano”. A medida que se expandieron los enormes centros industriales del país, cada vez más, los negros, los latinos y las mujeres lograron ingresar a la fuerza laboral industrial y profesional y pasaron a formar parte de la creciente agrupación constituida por los propietarios de viviendas. Durante este período, la política de identidades logró determinar una base y formas estables de organización y centros ideológicos entre aquellos que eran lo suficientemente afortunados para poder integrarse a la nueva “clase media estadounidense”.
Al mismo tiempo, las desigualdades raciales se encuentran dentro del propio sistema del capitalismo, lo cual hace que sea imposible que los negros y los latinos se integren por completo a la “clase media”. Debido a que ellos comenzaron a partir de esta posición en la sociedad, la situación de los negros y los latinos se deterioró más profundamente que la de otros segmentos de la clase obrera. Los Estados Unidos no puede superar su historia sin cambiar el sistema económico. Mientras que la clase gobernante debe evitar la unificación de estos grupos en base a la clase, los revolucionarios deben mostrar a estos grupos que el hecho de unirse en torno a los intereses de su clase es un elemento indispensable para resolver de una vez por todas sus problemas.
A principios de los años 80, la expansión económica industrial de la posguerra llegó a su fin y todos los rincones del mundo comenzaron a integrar un mercado global en desarrollo, tanto para la producción como para el intercambio. El uso acelerado de la robótica, la producción impulsada por la computación, la consiguiente globalización de la economía y los cientos de millones de puestos de empleo eliminados en todo el mundo durante los últimos 40 años han destruido el mercado capitalista. La nueva economía basada en la electrónica y en el capitalismo global produce mucho más que lo que se puede consumir.
El resultado de todo esto es una economía que se está polarizando rápidamente a medida que se va destruyendo su segmento económico intermedio. Se ha abandonado y hasta destruido la mayoría de los viejos centros industriales de los Estados Unidos y sus alrededores suburbanos. Lo mismo ha sucedido con el destino de un gran segmento de esa amplia “clase media” industrial de la posguerra. Si bien la continua destrucción de la economía está estrechando la amplitud de ese segmento económico intermedio, lo que todavía queda ofrece un elemento adherente, tanto ideológico como político —el centro— que ata a la clase media con la estrategia y las políticas de la clase capitalista y los dos partidos corporativos.
La propaganda de la clase gobernante se dirige diariamente a este segmento económico intermedio, a fin de influir políticamente en el país en general. Los dos partidos políticos de la clase gobernante están trabajando horas extras para apelar a través de temas sociales a los aspectos más fundamentales de la “clase media” y que tienen en común varias agrupaciones de identidades, incluidos los blancos. Entre estos llamados se incluyen “la protección de la clase media”, “la igualdad de derechos y oportunidades”, “los valores de la clase media”, “el derecho a escoger”, “matrimonios de personas del mismo sexo”, “una vía para obtener la ciudadanía” y declaraciones sobre el fortalecimiento de la economía y la creación de más puestos de empleo.
No obstante, actualmente el significado del término “clase media” es puramente político y no es económico del todo. La clase gobernante ya no cuenta con una expansión económica ni tampoco puede ofrecer sobornos derivados de ésta, pero todavía necesita mantener sus nexos con las masas. Para hacerlo, la clase gobernante necesita conquistar ideológicamente a aquellos —ese núcleo— que todavía poseen propiedades. Es aquí donde encontramos la importancia central del término “clase media” que ha establecido la clase gobernante.
Reorganización Económica y Política
La victoria del Partido Demócrata en las elecciones del 2012 dio origen a muchos debates en torno a un “creciente electorado estadounidense” (RAE, por sus siglas en inglés). Los medios de comunicación redujeron este fenómeno a una cuestión puramente de etnicidad o de género, pero estos elementos únicamente representan sus características.
Ya en el año 2002, en su artículo titulado “ Majority Rules — The Coming Democratic Dominance” [La mayoría manda —El predominio democrático venidero], publicado en The New Republic [La Nueva República] en el 2002 y en su libro The Emerging Democratic Majority [La emergente mayoría democrática] publicado ese mismo año, John Judis y Ruy Texeira escribieron acerca de este nuevo y creciente electorado estadounidense. Los autores mostraron que el cambio no se trataba simplemente de la cantidad o de los grupos de identidad, sino que también, según lo plantearon, la importancia de este nuevo electorado yace en el papel que desempeña y en su relación con la nueva economía en desarrollo, basada en la electrónica, y con la sociedad que la misma estaba creando.
Los autores escribieron lo siguiente: “Si esta emergente mayoría democrática ha eludido a muchos observadores, es quizás de-bido a que difiere considerablemente de la coalición del Nuevo Trato que predominó en la política estadounidense entre 1932 y 1968… Los [republicanos] pueden explorar las minas de carbón en Virginia Occidental o las plantas siderúrgicas clausuradas en Youngstown para buscar más prosélitos, pero el futuro de los Estados Unidos yace en lugares como el Valle del Silicio y el Triángulo de la Investigación en Carolina del Norte. El partido que más personifique la cultura y las creencias de estas zonas dominará el discurso político en los Estados Unidos posindustrial en el umbral del nuevo siglo, tal como los republicanos de McKinley dominaron los Estados Unidos en la naciente época industrial, en el umbral del siglo anterior”.
El Partido Democrático comenzó a reestructurarse en los años 90 para alinearse con los masivos cambios que están surgiendo como resultado de la electrónica. El partido se posicionó para representar las fuerzas capitalistas que estaban impulsando el desarrollo de una economía mundial. Entre el pueblo estadounidense, el partido se alejó de su base tradicional y se transformó en la agrupación política de este “nuevo electorado”, tal como lo plantean Judis y Texeira, de “profesionales, mujeres y minorías, en vez de obreros [trabajadores de “cuello azul”]”.
El Partido Republicano está atravesando por su propio proceso de reestructuración y su situación actual se refleja en los resultados de las elecciones presidenciales del año 2012. En la edición del 10 de febrero del 2013 de la publicación en línea New Republic, Sam Tanenhaus escribió lo siguiente: “La derrota de Romney fue en 13 de las 15 ciudades más grandes de la nación, pero también en Indianápolis, San Diego, Houston y hasta Dallas.Si continúa la tendencia de las elecciones del 2012, el Gran Viejo Partido [como también se conoce al Partido Republicano] podría no ser capaz de contar con un solo estado que tenga hasta 20 votos electorales”.
A pesar de sus problemas actuales, el Partido Republicano aún no está acabado. El mismo continúa siendo un elemento esencial para la fachada bipartidista de la democracia capitalista. Tampoco se ha eliminado el método de gobernar de los capitalistas —el uso del sur como la reserva política para controlar todo el país. Este programa del sur para detentar el poder se expresa políticamente en un mantra neoliberal: recortar los programas sociales, privatizar los servicios públicos, desreglamentar la economía y el medio ambiente, reducir los impuestos para los ricos, aumentar los gastos militares para financiar el impulso de extender el imperio. Bajo las condiciones actuales, este programa es el fin de la democracia y la instauración de un orden fascista.
El aspecto que hace falta en el análisis de los comentaristas que intentan entender el fenómeno del “creciente electorado estadounidense” es la transformación cualitativa que se está llevando a cabo en la economía y la forma en que esto se encuentra reformando la política en este país. A medida que la economía se vaya deteriorando, la sociedad se polarizará aún más. Se ha limitado y estrechado la participación en el proceso político y esto se está justificando mediante el uso de las divisiones históricas dentro de la sociedad estadounidense, a fin de facilitar el desarrollo del fascismo, donde la raza es un factor central.
Los ataques relativos a la democracia en Michigan bajo las leyes para designar a los gestores de emergencias financieras se instituyeron primero en ciudades predominantemente afroamericanas, y al sumarse Detroit, despojaron de la democracia local a la mitad de los afroamericanos de Michigan. Pero en noviembre, se rechazó por completo esta táctica de usar el pretexto de raza inferior para destruir la democracia en todo el estado e imponer una dictadura como solución a la crisis fiscal. (El gobernador irrespetó el deseo del pueblo e instituyó otro gestor de emergencias financieras, esta vez en Detroit).
En realidad, los promotores de esta visión de un “creciente electorado estadounidense” se están refiriendo a los estratos superiores de todos los grupos de identidad, incluidos los blancos. De hecho, un gran segmento de la
“coalición” del RAE es pobre y forma parte del grupo cada vez más grande de desposeídos. Ellos son económicamente inestables y enfrentan ejecuciones hipotecarias, desempleo y pobreza. Los programas dirigidos a ayudar a la “clase media” no la ayudarán, pero aún así se le está arrastrando hacia esta coalición bajo el liderazgo de los estratos superiores.
El sistema bipartidista todavía no ha llegado a su fin y continuará desempeñando su papel para reforzar las normas del capital. Al mismo tiempo, a la clase gobernante no le preocupa que salga a la superficie la idea de un tercer partido —siempre que esté bajo su control. Por otra parte, un tercer partido no es sencillamente un asunto subjetivo. El mismo es una expresión del verdadero movimiento político y económico. Si bien pareciera que el Partido Demócrata y el Republicano se están alejando, en realidad ambos tienen el mismo programa. Debido a que el pueblo no puede reparar sus agravios dentro de este sistema partidista, el resultado es un movimiento social alejado de ambos partidos. Esta es la base objetiva para que surja un tercer partido.
Los revolucionarios deben estar preparados para utilizar el movimiento social en desarrollo para sentar las bases necesarias para que el partido de los obreros pueda representar los intereses políticos independientes de nuestra clase.
Informe del Comité Permanente de la LRNA, marzo del 2013.
marzo/abril 2013. vol 23. Ed3
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