
Una revolución social en la era digital
Estamos viviendo una profunda transformación social, impulsada por una revolución tecnológica que ha cambiado la vida tanto como la Revolución Industrial del siglo XIX. Las tecnologías digitales y la inteligencia artificial están sustituyendo el trabajo humano con lo más rápido posible, cambiando cómo trabajamos y la estructura de la sociedad.
Los trabajadores sienten a diario este cambio a través de la desaparición de empleos, los crecientes costos, las escuelas en crisis y comunidades arruinadas. Aunque no lo llamen revolución social, saben que están siendo atacados. Esta conciencia generalizada refleja la realidad de nuestro tiempo. La cuestión es qué hay que hacer para afrontarla.
La nueva realidad de la lucha compartida
Esta transformación está creando una «igualdad de la miseria» en que gente de todos los ámbitos se enfrentan cada vez más a dificultades similares. Los obreros de fábricas pierden sus puestos por la automatización, los oficinistas son sustituidos por la inteligencia artificial y los profesionales se enfrentan a la interrupción de sus carreras. Esta creciente igualdad de la pobreza está uniendo a una clase desplazada, convirtiéndola en una fuerza social capaz de actuar en su interés colectivo.
Se están derrumbando las divisiones tradicionales. Cuando un obrero de fábrica rural y un oficinista urbano luchan por costearse la vivienda o el cuidado médico, empiezan a reconocer sus intereses comunes. Del mismo modo, cuando trabajadores inmigrantes y los nacidos aquí se enfrentan al mismo mercado laboral inestable, las barreras que antes los separaban empiezan a desaparecer. Sus luchas compartidas pueden fomentar una nueva conciencia y abrir la puerta a la unidad y la acción colectiva.
La creciente igualdad de la pobreza está impulsando las luchas obreras hacia la acción política coordinada. Tras las recientes elecciones, comunidades a través del país se están organizando para presionar a las legislaturas locales a que defiendan las necesidades de los trabajadores, como el servicio médico y la vivienda social. En ciudades como Oakland, están debatiendo estas cuestiones en contiendas presupuestarias en que los fascistas presionan para que se hagan recortes y culpan al Estado de California de desastres como los incendios forestales. Esto refleja la movilización política de una clase que ya no está dispuesta a aceptar la marginación.
La estructura de poder actual
Una nueva élite de multimillonarios de la tecnología como Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg manipula recursos públicos—contratos gubernamentales, reducciones de impuestos y financiación para la investigación científica—buscando aumentar su riqueza personal, a la vez que propagan sus mensajes tóxicos en los medios de comunicación y en la política para servir a sus intereses. Utilizan plataformas como Twitter/X, el Washington Post y Facebook para promover la desregulación y políticas que les den poder sobre el gobierno y la ley. Mientras tanto, se privatizan las necesidades esenciales—vivienda, sanidad y agua—para enriquecer la élite tecnológica aún más.
La clase dominante utiliza el racismo y el patriarcado para dividir a los trabajadores, mientras recurre al fascismo para asegurar su propia supervivencia. Este nuevo fascismo fusiona el poder estatal y corporativo para proteger el capital a costa de la democracia. Por ejemplo, la Ley CARES 2020, un paquete de estímulo económico de 2.2 billones de dólares en respuesta a la pandemia de Covid, canalizó recursos hacia las corporaciones mientras dejaba que los trabajadores sufrieran. La militarización de la policía, el encarcelamiento masivo y las violentas políticas fronterizas ilustran el papel del Estado de mantener el sistema social actual.
La importancia de la politización
La clase obrera actual es potencialmente la fuerza revolucionaria más transformadora de la historia. A diferencia de las clases revolucionarias anteriores, esta clase tiene una misión única: la abolición de la explotación. Representando a la mayoría de la humanidad, la clase obrera abarca todos los orígenes, encarnando la diversidad global. Con el potencial de democratizar la producción moderna, puede reorganizar la sociedad para el bien colectivo en lugar de los estrechos intereses de unos pocos privilegiados.
Es esencial politizar esta revolución social que implica concienciar, conectar las luchas con los problemas sistémicos e imaginar soluciones transformadoras. Las reivindicaciones económicas inmediatas—las demandas de alimentos, vivienda y atención médica—deben vincularse a cuestiones más amplias de desigualdad, propiedad privada y poder político. Los revolucionarios deben dar pasos concretos:
– Relacionar las reivindicaciones económicas a las demandas políticas
– Crear estructuras para una acción sostenida
– Formular programas educativos para desarrollar la comprensión política de clase social
– Fomentar coaliciones entre movimientos
– Proponer regímenes económicos alternativos
Por ejemplo, una protesta por la vivienda puede suscitar debates sobre la propiedad pública de la tierra, mientras que una huelga puede poner de relieve los peligros de la concentración de la riqueza. A través de la politización, las preocupaciones inmediatas pasan a formar parte de un marco revolucionario más amplio.
Es mucho lo que está en juego. La concentración de la riqueza impulsa el fascismo, la pobreza y el colapso ecológico. Sin embargo, con el auge del desplazamiento de los trabajadores, surge una clase revolucionaria. Uniéndose globalmente y rechazando ideologías divisorias como la supremacía blanca y el patriarcado, la humanidad puede construir una sociedad cooperativa que dé prioridad a la gente y al planeta sobre el lucro.
Nuevo liderazgo y fomentando la solidaridad
En este momento, la solidaridad es fundamental. Están surgiendo nuevas formas de liderazgo que reflejan la diversidad de las luchas modernas. Los organizadores comunitarios fomentan la confianza entre vecindarios, los trabajadores tecnológicos equipan a los movimientos con herramientas digitales, los trabajadores sanitarios vinculan la atención al paciente a cuestiones sociales más amplias y los activistas jóvenes aportan métodos innovadores. Actualmente, un liderazgo eficaz debe ser colaborativo y basarse en diversas capacidades y perspectivas. Se necesitan redes de líderes para tender puentes entre comunidades, elaborar estrategias para las necesidades inmediatas y los objetivos a largo plazo y compartir recursos entre movimientos.
Las dificultades compartidas crean oportunidades para la solidaridad. Las campañas sindicales unen a los trabajadores de distintos sectores, los movimientos por la vivienda unen a inquilinos y propietarios de casas y los esfuerzos por la justicia medioambiental vinculan a las comunidades urbanas y rurales. Estos movimientos son más fuertes cuando reconocen sus interconexiones: las huelgas ganan poder cuando las apoyan grupos comunitarios, los activistas de la vivienda cobran fuerza colaborando con los sindicatos y las campañas medioambientales prosperan cuando abordan tanto el cambio climático como la justicia económica.
El poder de la solidaridad entre movimientos queda patente en los logros por la salud reproductiva. A pesar de los intentos de imponer una prohibición nacional de las libertades reproductivas de las mujeres, las activistas han conseguido protecciones legales. Esto demuestra cómo los movimientos unidos por objetivos comunes—como los derechos de clase, la igualdad de género y la salud pública—pueden obtener triunfos concretos e impulsar la revolución social en general.
Un futuro por el que vale la pena luchar
La revolución tecnológica presenta una clarísima alternativa: el fascismo corporativo, en el que la riqueza y el poder se concentran en manos de unos pocos, o una verdadera democracia en la que la humanidad utiliza su creatividad colectiva para construir una sociedad justa y equitativa. La clase trabajadora—especialmente el creciente sector desplazado—unida por luchas compartidas, tiene el potencial de convertir esta crisis en un cambio duradero. Politizando la revolución social—concienciando, desafiando la injusticia sistémica y conectando las luchas con demandas más amplias de equidad y propiedad pública—podemos forjar un camino hacia una sociedad que priorice a las personas por encima de los beneficios.
La creciente igualdad de la miseria y la solidaridad entre los trabajadores y las comunidades demuestra que se está produciendo un cambio significativo y que una sociedad cooperativa y sostenible está al alcance de la mano.
A pesar de los enormes obstáculos, detener el Proyecto 2025 nos permite trabajar en solidaridad mientras nos aferramos a nuestra visión: la tecnología, que la clase dominante utiliza para echar a la gente del trabajo, también puede servir para liberarla.
Mirando hacia el futuro, el 1 de mayo de 2028 ofrece un punto de encuentro crucial para profundizar la lucha de los trabajadores. Un grupo de sindicatos de todas partes, entre ellos United Auto Workers y AFT, han invitado a los sindicatos de todo el país a alinear el vencimiento de sus contratos en esa fecha para una posible huelga masiva abarcando todos los sectores y regiones. Esto no nos devolverá a la era pasada de abundantes puestos de trabajo, pero sí sentará las bases para una nueva comprensión de la lucha de clases—una visión revolucionaria en formulación para sustituir el capitalismo por una sociedad basada en la cooperación, la igualdad y la sostenibilidad.
Publicado el 20 enero de 2025
Este artículo se originó en Rally!
CORREOS. Box 477113 Chicago, IL 60647 rally@lrna.org
Libre de reproducir a menos que se indique lo contrario.
Incluya este mensaje con cualquier reproducción.