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Recordando quiénes somos en medio de la pandemia

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“Los dogmas del pasado silencioso son inadecuados para el presente tempestuoso. La ocasión es una montaña de dificultades y debemos crecer con las circunstancias. Como nuestro caso es nuevo, entonces tenemos que pensar de nuevo y actuar de nuevo, debemos desencantarnos nosotros mismos y así podremos salvar a nuestro país”. — Abraham Lincoln, 1862.

Nuestro pueblo ya está hartos. La pandemia nos ha mostrado que, si no trazamos nuestro propio rumbo, de una forma independiente a las ideas y las soluciones de la clase gobernante de este país, es posible que no sobrevivamos. En todas las luchas que libremos actualmente, ya estaremos manifestando una visión alternativa: un mundo en el que todas las personas estén seguras y protegidas, donde nadie prescinda de nada y donde podamos criar y amar a nuestras familias, esperanzados en el futuro.

Antes de la pandemia, ya estábamos viviendo sueldo a sueldo, recurriendo a cualquier cosa que pudiéramos obtener para poder pagar el seguro de salud, los pagos del automóvil, y para la ropa de nuestros hijos para que regresaran a la escuela, entre otras cosas. Durante los últimos seis meses, se nos ha obligado a aguantar la amenaza de esta enfermedad y de la misma muerte. Ahora, con más de 5 millones de personas enfermas y más de 160.000 muertos, así como un creciente número de casos en todo el país, muchos de nosotros tenemos a seres queridos, amigos y vecinos que han contraído la enfermedad o hasta han fallecido.

No es de extrañarse que una nueva encuesta revelara que más del 70 por ciento de la población está enojada, más del 65 por ciento siente temor y solo el 17 por ciento de las personas se sienten orgullosas del país en este momento. Actualmente, solo el 42 por ciento de los estadounidenses consideran que su nivel de vida será mejor cuando sus hijos lleguen a la edad que tienen en este momento, en comparación con el 57 por ciento de los encuestados que afirmaron lo mismo en 2018.

A lo largo de todo el espectro político, ya estamos cansados de la violencia policial. Las protestas en todo el país contra los asesinatos en manos de los agentes de la policía han transformado actitudes no solo para que controlar a las fuerzas policiales, sino también hacia una confrontación con el agobiante racismo cotidiano que sufren las masas de afroamericanos. La lucha de los obreros negros para lograr una vida segura, saludable y libre de violencia policial, una en la que la igualdad sea la norma y no la excepción, y se prohíba la discriminación contra todos, representa la vanguardia en la lucha por los derechos y el bienestar de todos los trabajadores. Durante una manifestación en junio para pronunciarse contra el asesinato de George Floyd en manos de la policía, el activista de Ferguson, Missouri, Rasheen Aldridge, dijo que “ya estamos cansados”, añadiendo que “este es un mensaje sencillo y no es difícil de entender. Estamos cansados de que la barbarie policial esté asesinando en nuestras calles a las personas de todos los colores”.

Actualmente, la realidad es que el gobierno no está haciendo prácticamente nada por la persona común, mientras que gasta trillones de dólares en rescates para las corporaciones, enfrascándonos en argumentos en torno a cada reforma propuesta a las políticas existentes.  En medio del mayor incremento de casos, el Congreso se fue de vacaciones durante dos semanas (o bien, como ellos lo llaman, un “receso”). Mientras tanto, Emma Craig, una camarera desempleada en la ciudad de Nueva York debe buscar la manera de sobrevivir. Según lo indicó, “durante el último mes, he sentido un gran sentimiento de desasosiego y me digo ‘Dios mío, ¿qué voy a hacer cuando se me terminen estos $600? … Con los $380 y algo a la semana, con costo puedo pagar mi alquiler”.

Sí, muchos gobernadores y alcaldes en diversas partes del país hicieron esfuerzos. Después de todo, ese es su trabajo. ¿Por qué los estamos festejando? Ellos aceptaron pagar a las corporaciones depredadoras que aumentaron hasta cuatro veces el precio de los equipos de protección personal (PPE, por sus siglas en inglés).  Andrew Cuomo, a quien muchos han idolatrado, hizo un recorte de $400 millones para Medicaid en el presupuesto de Nueva York durante la peor pandemia en este estado. Ahora, muchos otros gobernantes están advirtiendo que habrá recortes draconianos en sus estados a los servicios sociales, la educación pública y los servicios de atención a la salud, mientras se rehúsan a tocar a las corporaciones, las cuales se hicieron aún más ricas al especular con los precios y violar los derechos de los trabajadores de primera línea.

La clase gobernante centra su atención en hacer cualquier cosa para no permitir que nuestra clase hable, y especialmente haga algo, sobre la devastación que está provocando en nuestra sociedad. Ellos rehusan poner su atención en el bienestar y el cuidado del pueblo estadounidense. Ellos harán lo que sea necesario para ocultar cómo la pandemia ha revelado el alcance y la amplitud de la pobreza y del sufrimiento en este país, sin importar el color de la gente.  Al mismo tiempo la pandemia expone la terrible historia que ha condenado a las masas de obreros negros a vivir en las peores condiciones, con una salud más deficiente y bajo una violencia más brutal. Y también harán lo que sea para que nuestra clase luche contra sí misma, en lugar de hacerlo contra ellos.

Tenemos derecho a enojarnos y a cansarnos, pero necesitamos recordar quiénes somos. ¿Quiénes estabilizaron este país en medio de la pandemia?  Fuimos nosotros, los obreros. Nosotros fuimos los que nos quedamos en casa, sufrimos las consecuencias y buscamos la forma de subsistir. ¿Y todos esos trabajadores que tuvieron que continuar con sus labores? También fuimos nosotros: los encargados de limpiezas domésticas, los trabajadores en las bodegas, los trabajadores agrícolas y los empacadores de carne se unieron a los médicos, las enfermeras y los trabajadores de emergencia, como parte de una larga cadena de suministro que casi fue la única que se encargó de darnos cierta apariencia de estabilidad en nuestro país. Hemos pagado un alto precio y lo seguimos haciendo. Bajo un seudónimo, al referirse a lo que significa trabajar en un centro de distribución en medio de una pandemia, Rosie, quien trabaja en una de las bodegas de Amazon dijo lo siguiente: “Te afecta los nervios, tu estado mental y la forma en que piensas, ya que ahora debes tener sumo cuidado en todo lo que haces”. Ella también afirmó que “es como si estuviera arriesgando mi vida por un dólar. Es algo perverso”.

Y si bien muchos obreros están enojados y confundidos sobre el virus, no debemos olvidar a los millones de personas que ahora, en silencio, se les está obligando a contener el virus por cuenta propia, en ausencia de esfuerzos coordinados para hacerlo. No es ninguna sorpresa que esto sea algo que no podemos hacer solos, o que la gente tenga temor o esté confundida, pero esto no detiene a la clase gobernante y a los medios de comunicación que siguen culpando a los trabajadores por problemas que nosotros no creamos y sobre los que tenemos muy poco control.

En estos tiempos, debemos recordar que tenemos todo el derecho de estar enfadados y cansados. Y si bien nos puede embargar un sentimiento de impotencia, debemos recordar que no somos impotentes. Nunca lo hemos sido. Nuestra clase construyó este país. Nuestra clase luchó y murió por cada paso del progreso logrado hacia la materialización de la visión de un país que se nos prometió. Con la tecnología actual, solo nuestra clase puede lograr que esta visión sea posible por primera vez en la historia de la humanidad.

Ya sabemos lo que necesitamos. Los indigentes y los inquilinos en todo el país se están uniendo para luchar por los derechos humanos más fundamentales para poder sobrevivir ante esta pandemia. Asimismo, los estudiantes y los maestros están luchando por el derecho a una verdadera educación. Los pacientes y los profesionales en el campo de la salud están luchando por una atención de salud universal. Más estadounidenses que nunca se están lanzando a las calles para protestar contra la barbarie y los asesinatos auspiciados por el Estado. En medio de esta pandemia, estamos luchando como nunca antes por una sociedad que satisfaga las necesidades de todos, sin importar sus posibilidades de pago, su origen, su color, su sexo, dónde vivan, si le caemos bien a alguien o no, o si no tenemos amigos poderosos. Todos estamos luchando por una sociedad que ponga el bienestar de nuestras familias por encima de todo lo demás en la toma de decisiones y en su planificación en torno al futuro.

La clase gobernante está luchando por mantener el control de estos alzamientos —contribuyendo con su dinero a causas y candidatos, y haciendo que una lucha se contraponga a la otra. No solo no necesitamos la influencia de la clase gobernante, sino también que debemos recordar que el dinero realmente es nuestro. Ansiamos que lleguen las próximas elecciones para poder vencer a Trump.  En este momento, esa es la acción que necesitamos tomar con miras a nuestra independencia política. Pero ninguna persona de la clase gobernante va a intervenir para lograr arreglar las cosas. Después de las elecciones, dependerá de nosotros continuar con nuestra lucha por las necesidades básicas. Debemos continuar poniendo las necesidades del pueblo por encima del poder del dólar y aumentar nuestra independencia intelectual y política por la lucha que está por venir. Al hacerlo, estaremos tomando los primeros pasos para “desencantarnos” y “salvar el país”, su sueño y su promesa.

julio/augosto 2020. vol.30. Ed4
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