El rasgo que define al capitalismo es que los dueños del capital explotan la mano de obra humana para producir mercancías que, los trabajadores luego tienen que adquirir con sus salarios para su propio sustento.
La tecnología que reemplaza la mano de obra rompe por completo esa relación. Ni los robots ni los trabajadores permanentemente desempleados van de compras. La sociedad se divide en dos grandes bandos, uno gozando de su enorme riqueza y la abundancia que produce y el otro viviendo para siempre en la miseria desdichada y la necesidad. A medida que se va desarrollando este antagonismo, nuestra sociedad se va alejando de la reforma del sistema existente y acercándose a la revolución.
Sólo era cuestión de tiempo para que este antagonismo se manifestara políticamente. Se demuestra, por ejemplo, en el efecto polarizador de la campaña y presidencia de Trump. La magnitud, el alcance y la perdurabilidad de las manifestaciones contra la política de su administración han dado lugar a que muchos en el movimiento comparen este período a la conmoción de las luchas por los derechos civiles y en contra de la guerra de los años sesenta. Las demandas del movimiento actual surgen por los mismos problemas de entonces: la atención médica, la educación, la vivienda, el desempleo, el racismo, la brutalidad policíaca, los derechos de las mujeres y la guerra.
En el pasado, se podían satisfacer estas exigencias de forma parcial y ganarse algunas reformas en beneficio de los trabajadores porque el sistema capitalista aún seguía en expansión. Ya no. En los años sesenta todavía había suficiente margen para el desarrollo tecnológico compatible con el sistema capitalista. Por ejemplo, cambios fundamentales en el proceso productivo y la economía del Sur le pusieron fin al sistema de la aparcería y dieron lugar al movimiento de derechos civiles. En 1947 International Harvester introdujo a la agricultura del Sur la cosechadora de algodón mecánica. Al extenderse la mecanización, se devaluó la mano de obra del trabajador agrícola, reduciéndose su salario, y desapareció el sistema de aparcería. Por siglos se había cosechado el algodón únicamente a mano. Para los setenta, se recogía solo con maquinaria.
Como en el Sur ya no había necesidad de mano de obra agrícola, se produjo la Gran Migración de cerca de 5 millones de trabajadores buscando los mejores salarios y el empleo fijo de las ciudades del norte y el sur, que necesitaban la mano de obra. Mientras tanto la manufactura industrial crecía por todo el planeta. Su rápida expansión en EE.UU. se debía en gran parte al hecho de que EE.UU. era el único país industrializado que no había sufrido la destrucción de su infraestructura industrial en la Segundo Guerra Mundial. La industrialización del Sur formaba parte de ese proceso. Para lograr sus metas económicas, la clase dominante tuvo que desmantelar el antiguo sistema de segregación y castas raciales (Jim Crow). Todo esto coincidió con las grandes luchas y metas históricas de los afroamericanos en busca de la libertad e igualdad, que dieron lugar a la última gran reforma lograda en este país. Era sólo una reforma porque quedaron intactas las relaciones de producción capitalistas.
Lo que comenzó en los años setenta como tecnología electrónica que reemplazaba la mano de obra humana y era incompatible con el capitalismo ha crecido rápidamente y ahora se va polarizando cada vez más, económica y políticamente. La prueba está en el surgimiento de un movimiento que lucha por las necesidades básicas de la vida. Muchos de sus partícipes se consideran una fuerza de resistencia a Trump, pero en realidad se están rebelando contra el capitalismo y las relaciones de propiedad privada. Los cambios de época en el proceso productivo y en la economía han dado lugar a la realidad que estamos viviendo ahora.
Actualmente el sistema económico capitalista ha penetrado todos los rincones del globo. No le queda a dónde ir. Las órdenes sociales no desaparecen hasta que el sistema económico no tiene modo de extenderse. Nuestra época se caracteriza por la producción sin precedentes cual choca con la necesidad sin precedentes. Millones de trabajadores en EE.UU. luchan sólo por sobrevivir, demandando las necesidades elementales de la vida. Hoy día, cualquier intento de lograr reformas para obtener atención médica y educación universal gratuita y lograr el fin del desamparo representa un desafío para la propiedad privada de la clase capitalista.
Estas luchas pueden parecer un intento de reformar el sistema, pero en realidad procuran cambiar nuestra sociedad de una con base en el sistema de propiedad privada a otra con un nuevo sistema social cooperativo en que la sociedad es dueña de los medios de producción y el producto social se reparte según la necesidad. La alta tecnología de la automatización está produciendo tanta abundancia que la distribución de acuerdo a la necesidad se convierte en una necesidad práctica. Vivimos en tiempos revolucionaros, tiempos que hacen el llamado para la creación de una nueva sociedad que promete un paraíso económico para toda la humanidad.
noviembre/diciembre 2018.Vol28.Ed6
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