El recrudecimiento de la destrucción y polarización en nuestra sociedad está engendrando un grado mayor de resistencia espontánea. Las luchas sociales de masas en Wisconsin, Michigan, Carolina del Norte y en comunidades de inmigrantes, el movimiento de “la toma de Wall Street” (“el 99% de la población”) y otras luchas están activando la participación de cada vez más norteamericanos. La cuestión fundamental inmediata para todos ellos y para los revolucionarios que luchan a su lado es, ¿cómo vencer?
Es un problema complejo, pero la respuesta en pocas palabras es que será necesario proponer y diseminar en estas luchas ideas completamente nuevas. En parte, estas ideas constan de una clara visión moral que insiste en el valor intrínseco de la vida humana. Además suponen un entendimiento científico de nuestro sistema económico y político, el porqué se va en nuestra contra y cómo realizar la transición a un sistema que defienda y reafirme lo inapreciable de la vida humana y el planeta.
Las ideas cobran tan enorme importancia hoy día porque la asombrosa tecnología y riqueza en nuestra sociedad nos han llevado al umbral de una nueva era, una que los antiguos profetas sólo podían imaginar. La humanidad realmente tiene la capacidad de alzarse y abolir los sistemas económicos fundados en la propiedad privada que han esclavizado y empobrecido el mundo. Tenemos el poder de crear sistemas cooperativos que por fin nos permitan realizarnos plenamente como seres humanos, acabar con el dominio de leyes económicas ajenas, sanar la tierra y decidir nuestro propio destino.
La ley del valor
El sistema mismo de la propiedad privada ha creado los medios, la oportunidad y la necesidad de su destrucción. El capitalismo ha impulsado el desarrollo de la tecnología a tal punto, antes inimaginable, que la automatización de hecho ya está reemplazando el trabajo humano. La producción sin mano de obra hace imposible un sistema basado en la compra y venta de la fuerza de trabajo. Cuando desaparece el trabajo, los obreros quedan sin dinero, las mercancías no circulan, la riqueza se polariza radicalmente y la pobreza se extiende tan rápidamente que el pueblo se ve obligado a luchar simplemente por sobrevivir.
Se impone esta opresión económica con toda una superestructura de propiedad privada puesta en marcha para convencernos de que “no hay opciones”, que nuestras vidas no tienen valor ni significado y que debemos entregarnos a la desolación que el sistema nos va preparando. El deber de los revolucionarios es ponerse de pie en la brecha y directamente hacer frente a estas mentiras con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Nuestra gente no sólo tiene valor, sino que sus vidas son sagradas. No hay razón moral ni científica que justifique rendirnos a la pobreza y la explotación en una época de tan espectacular abundancia potencial. ¡Sí tenemos una opción!
Sin embargo, no podemos tomarla sin saber con claridad cómo ir más allá de la economía de la propiedad privada. Es el papel de los revolucionarios estudiar, comprender y explicar esta transición. Esto no se da espontáneamente. La polarización de la riqueza que vivimos hoy día se ve impulsada por la ley del valor capitalista. Sólo se le puede poner fin con un movimiento político que conscientemente se proponga tomar el poder político y utilizarlo para organizar una economía cooperativa. Bajo la actual economía de tecnologías avanzadas, solamente un sistema cooperativo es capaz de distribuir el producto social de tal forma que satisfaga eficazmente las necesidades humanas.
En el pasado, las revoluciones pudieron desarrollarse y triunfar más o menos espontáneamente porque respondían a cambios económicos ya implantados. El feudalismo correspondía a la producción agrícola a menor escala que había surgido de la destrucción del sistema esclavista impuesto por el imperio romano. Ambos sistemas representaban etapas del desarrollo de la propiedad privada. Pero una sociedad cooperativa no surge por su cuenta de una economía capitalista. El dominio del mercado competitivo no lo permite. Una economía cooperativa sólo puede aparecer cuando un movimiento político con consciencia de clase adquiere el poder para organizarla conscientemente.
Una organización de propagandistas
Tal movimiento depende de una organización que comprenda que nuestro sistema económico actual está roto, que un sistema cooperativo es posible y necesario y que los trabajadores abandonados por el capitalismo tienen que organizarse como clase independiente. La única forma de impulsar este movimiento es enseñar estas ideas sistemáticamente. La Liga de Revolucionarios por una Nueva América se fundó precisamente desde esta perspectiva. Es la razón por la cual se autodenomina en primer lugar una organización de propagandistas. El diccionario define la propaganda como “la diseminación de ideas e información para promover una causa.”
Célebremente Marx declaró: “La teoría se convierte en una fuerza material en cuanto se apodera de las masas.” Cómo lograrlo es la tarea histórica de los revolucionarios. Las ideas jamás podrán apoderarse de las masas sin que primero se diseminen y enseñen. No surgen espontáneamente del propio movimiento. La actual resistencia espontánea de hecho está dándose bajo condiciones subjetivas extremadamente desfavorables. Los norteamericanos se han criado y educado comiendo, bebiendo y respirando las ideologías fascistas gemelas del anticomunismo y la supremacía blanca. A diario están inmersos en los noticieros ultraderechistas de los canales Fox, mensajes religiosos negativos y un sin fin de anuncios favoreciendo el capitalismo. Sus organizaciones constantemente promueven como solución la política de identidad étnica/racial, el reformismo y el gradualismo (o el cambio gradual por incrementos).
Subjetivamente, la situación puede que sea abrumadora, pero la realidad objetiva es favorable. Cada día hay una nueva confirmación de que el sistema está fallando. Cada día se desenmascara el fracaso de las insignificantes tácticas reformistas ante la austeridad masiva. Y cada día los revolucionarios tienen la oportunidad de preguntar contundentemente, “¿De qué te sirven?” Podemos señalar el trabajo que le cuesta al sistema crear más pobreza dentro del paraíso material que la tecnología está facilitando, cada día más.
Dado que estas ideas se fundamentan en un estudio científico fuera del movimiento espontáneo, les toca a los revolucionarios descubrir los medios para introducirlas en su seno. Tenemos que situarnos dónde nos puedan escuchar y podamos saber lo que piensan los obreros y responder a ello. Ahora bien, al trabajar y reclutar dentro del movimiento espontáneo, la tendencia a actuar de forma espontánea nos jala constantemente. Hay una presión continua que nos hace pensar que si sólo peleamos más fuerte podremos vencer. La filosofía, las ciencias sociales y la historia nos dicen que la verdad es todo lo contrario.
Actualmente, nuestra clase no puede lograr ni las exigencias más básicas sin derrocar completamente la dictadura corporativa de la propiedad privada y construir una sociedad cooperativa. No podemos crear este sistema social totalmente nuevo sin llevar estas nuevas ideas y modos de pensar al seno del movimiento. Sólo se pueden transmitir con la diseminación más amplia de escrituras, charlas, periódicos, panfletos, la organización de círculos de estudio y escuelas, la recaudación de fondos, etc. Nuestras maravillosas huelgas, marchas y manifestaciones jamás nos darán la victoria a menos y hasta que logremos persuadir a la gente a nuestro alrededor de que una nueva sociedad es necesaria y posible. Para ello hay que dar el paso hacia el próximo nivel de educación y propaganda económica y política. Apenas empezamos a luchar.
Los artículos de Pieza clave ayudan a explicar un concepto fundamental del proceso revolucionario, retando al lector a que explore su aplicación al trabajo político en la actualidad. Éste es el segundo artículo de la serie “Para qué la Liga”.
noviembre/diciembre 2014.Vol24.Ed6
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