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Entre los sobrevivientes del incendio de Eaton, ocurrido el 7 de enero, se ha afianzado una idea que puede crecer hasta desafiar los propios cimientos del sistema económico capitalista y la clase que lo rige: “las personas deben cuidarse mutuamente, a pesar de la incapacidad de pago que tengan algunas”.
Miles de personas han llegado desde comunidades vecinas para distribuir alimentos, agua y ropa, y también han atendido distintos lugares de donación, desde el enorme estadio Rose Bowl hasta casas particulares donde las familias indocumentadas han podido sentirse a salvo de la persecución del gobierno. Mientras tanto, cientos de trabajadores inmigrantes del Centro de Jornaleros de Pasadena limpiaron voluntariamente los escombros de los espacios públicos. Las mentiras del presidente Trump que los inmigrantes son criminales peligrosos perdieron fuerza, ya que muchas personas agradecidas contribuyeron con alimentos, herramientas y dinero para apoyar los nobles esfuerzos de estos trabajadores.
Pero si el desastre sacó a relucir lo mejor de todas estas personas, también dejó ver lo peor de unos pocos privilegiados, como aquellos que se pusieron en contacto con las víctimas del incendio para ofrecer dinero en efectivo por sus propiedades. Esos buitres se aprovecharon de los temores de los propietarios de esas viviendas, preocupados por tener que pagar alquileres mientras también pagan las hipotecas de sus casas incendiadas. A estas personas no se les informó sobre muchos prestamistas que permitían una moratoria de tres meses en los pagos de las hipotecas, ni de las subvenciones en caso de desastres. Aunque estas son solo soluciones parciales, sí pueden ayudar a los propietarios de viviendas a ganar más tiempo para elaborar mejores planes para reconstruir o vender sus propiedades.
Han surgido diversos grupos para ayudar de varias formas. Las iglesias abrieron sus espacios para foros públicos sobre cómo el gobierno a nivel federal, estatal y local podría ofrecer ayuda. La coalición Dena Heals se puso en contacto con empresas que ofrecen servicios de salud y bienestar, así como con otra que capacita a ex miembros de pandillas para que sean baristas. Asimismo, el grupo Altadena Strong! se preparó para una conferencia el 29 de marzo sobre recuperación y reconstrucción, que honra la tradición de la titularidad de viviendas por parte de personas afroamericanas. Además, Altadena Not for Sale (Altadena No Está Por Vender) utilizó carteles, letreros en los jardines y entrevistas de prensa para advertir sobre los especuladores de propiedades y el peligro de la gentrificación.
LA UNIDAD DE CLASE EXIGE QUE SE LUCHE POR LA IGUALDAD
También hay una creciente petición de que se realice una investigación sobre por qué en la zona del oeste de Altadena no se recibió una orden de evacuación hasta casi nueve horas después de que se emitieran órdenes de evacuación a solo cuatro millas al este. Todas las 17 personas que murieron en este incendio vivían en la zona del oeste, la cual cuenta con un grande población negra. Los oficiales de bomberos han dicho que los vientos de hasta 100 millas por hora produjeron comportamientos del fuego que nunca antes habían visto, lo que hizo que fuera difícil predecir su rumbo. Aun así, en el 26 de enero el periódico Los Angeles Times informó que mucho antes de que se ordenara la evacuación había “áreas al oeste de la avenida North Lake que, según las entrevistas y las llamadas de radio de los bomberos, ya habían empezado a quemarse”.
En esta zona se observa una larga tradición de luchas por la igualdad, lo que incluye la lucha que se libró para abolir la esclavitud. En 1889, 2.000 personas dolientes asistieron al funeral de Owen Brown en Altadena, quien fue el hijo del revolucionario abolicionista John Brown. En 1970, Pasadena pasó a ser la primera ciudad no sureña cuyos activistas lograron obtener una orden federal para eliminar la segregación en sus escuelas. Y en años recientes, se han organizado movilizaciones y manifestaciones muy enérgicas contra los asesinatos en manos de agentes policiales y los abusos perpetrados a los inmigrantes. A menudo, se menciona esta tradición en los llamados actuales para lograr la recuperación después de los incendios, a fin de restaurar la comunidad, en lugar de permitir que los gentrificadores se lucren de esta.
Otro debate sobre la conciencia social y la moralidad da inicio cada vez que algunas personas, agencias gobermentales, y organizaciones sin fines de lucro se oponen a ofrecer ayuda a personas indocumentadas cuando surge un desastre. Este tratamiento se aúna a la vergüenza y al miedo que ya hacen que muchos inmigrantes se abstengan de solicitar ayuda. En un centro de desastres, un empleado Departamento del Desarrollo del Empleo (EDD, por sus siglas en inglés), muy apenada, estuvo al borde de las lágrimas mientras afirmaba que “ni mis propios familiares pueden recibir esta ayuda”.
A medida que se van aclarando los hechos sobre el desastre, cada vez más personas se van uniendo en torno a la idea que los trabajadores deben enfrentar juntos esta crisis. Por ejemplo, la terrible pérdida de vidas, casas, viviendas alquiladas y negocios también afectó rápidamente a las personas que vivían en otras partes pero que trabajaban en los sitios afectados. Y las sustancias tóxicas en el aire y en el agua han generado efectos adversos aun en aquellos hogares que se salvaron. Un mes después, un distrito local de agua continúa advirtiendo a las personas que no tomen agua que provenga de su sistema.
“¡EL HAMBRE ES EL HAMBRE!”
Y tras 9.000 estructuras que resultaron quemadas, muchos propietarios de viviendas han tenido que pasar a ser inquilinos, por lo que han debido enfrentarse de forma repentina a la crisis de alquileres impagables en la zona de Los Ángeles. Ahora, esta mayor competencia por los alquileres está tentando a los codiciosos arrendadores de viviendas a aumentar lo que actualmente les cobran a sus inquilinos actuales, así como a los refugiados de los incendios que están llegando. Ya se han puesto denuncias ante las autoridades locales y estatales sobre casi 2.000 “buitres de alquileres”, por excederse de los límites legales para el aumento de alquileres durante un desastre.
Lo que está ocurriendo en Altadena y Pasadena es un microcosmos de una lucha fundamental que se está librando en todos los Estados Unidos. Los problemas específicos giran en torno a la ayuda del gobierno a todas las víctimas de los incendios, la defensa de los hogares negros y los derechos humanos de los inmigrantes. Pero el conflicto subyacente surge en torno a si las pocas personas que poseen casi todo aumentarán su control sobre el resto de nosotros para beneficiarse a sí mismos, o si las personas que están pasando a ser parte de los desposeídos, en cuanto a su seguridad económica, pueden inspirar una lucha para reorganizar la sociedad, a fin de proteger a la humanidad y al medio ambiente.
El desarrollo de una conciencia revolucionaria requiere que se superen las viejas ideas de privilegio y división que permiten que los pensamientos de las personas sigan atados al pasado. Por ejemplo, muy poco tiempo después del incendio, en sus publicaciones en las redes sociales, algunas personas insistieron en que toda persona cuya casa o local alquilado no se había quemado no merecía compartir lo que se estaba donando. Otros comentarios rebatieron de inmediato esta idea tan anticuada. Tales comentarios se resumen de mejor forma con lo que un residente dijo: que se ayude a quienes lo necesitaran, ya que “¡el hambre es el hambre!”. El hecho de lograr una sociedad en la que no ya haya hambre requerirá la unión de diversos grupos de estadounidenses dispuestos a vislumbrar y a luchar por una economía libre de las limitaciones que impone la propiedad privada capitalista.
Publicado el 28 de febrero de 2025
Este artículo se originó en Rally!
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