¿Qué es una revolución? Hay distintas concepciones de cómo se desarrolla. Una es que la revolución ocurre porque la gente cree en ella o la desea. Si sólo ponemos suficiente empeño o somos lo suficientemente firmes ideológicamente, podemos dar lugar a una revolución. Otra idea es que cuando las condiciones se ponen lo bastante malas la gente se rebela y hace una revolución. Y otra más, que la revolución es un evento particular, como el momento en que se derroca un gobierno.
La ciencia del cambio nos puede ayudar a clarificar la cuestión. La respuesta correcta rinde una perspectiva y estrategia y tácticas capaces de orientar la lucha hacia la visión de una sociedad cuyos principios que guían son la cooperación y la satisfacción de las necesidades de la humanidad. Ya sea en la naturaleza o en la sociedad, el cambio cualitativo tiene lugar cuando se presenta algo nuevo en una cualidad ya presente. Así se inicia un salto mediante el cual los cambios ocurren por etapas, al destruirse la antigua cualidad y sustituirse una nueva. No hay marcha atrás una vez arranca este proceso de cambio cualitativo.
La revolución social empieza con la introducción en la economía de medios de producción cualitativamente nuevos, incompatibles con la forma en que la sociedad está organizada. Es un proceso de interrupción y ruptura de la sociedad y de lucha por acabar con el orden social y económico establecido para reemplazarlo con uno que facilite el desarrollo de los nuevos medios de producción. La resolución de esta lucha no se determina de antemano. Las condiciones objetivas creadas por los medios de producción cualitativamente nuevos hacen posible ciertas cosas, pero hay que imaginar y erigir la nueva sociedad y hay que hacerlo por medio de la voluntad y el intelecto de seres humanos.
Mientras la sociedad lucha por reorganizarse, es el deber de los revolucionarios introducir en la forma de pensar de los trabajadores una visión a lo que los nuevos medios de producción dan paso.
El Proceso Revolucionario Comienza
Todas las revoluciones políticas que inundaron el planeta del siglo 18 hasta mediados del siglo veinte se basaban en el salto de la agricultura a la industria. Manifestándose de diferentes formas alrededor del mundo, estas revoluciones ajustaron la superestructura social y política a los nuevos medios de producción. Se formaron nuevas clases sociales: la clase trabajadora y la clase capitalista. Se presentaron ideas innovadoras que desafían el antiguo orden y ofrecían la visión de un orden nuevo. Uno tras otro se derribaron los monarcas; se crearon instituciones políticas sin precedentes; se desarrollaron ideologías renovadoras y se arraigaron ideas modernas y valores novedosos, que, en su conjunto, facilitaron y estabilizaron el nuevo orden económico y social basado en la industria. Estos cambios esenciales empezaron con la introducción de unos medios de producción fundamentalmente nuevos, pero no hubieran sido viables sin la lucha de seres humanos forjados por las posibilidades de la época y obligados a actuar a favor de los cambios.
El capitalismo se impuso durante el salto de la agricultura a la industria como una fase en el desarrollo de la propiedad privada. Ahora el capitalismo, como todas las etapas anteriores, se enfrenta a su propio final. Nació en y conforme a los novedosos medios de producción industriales. Ahora, con la actual introducción en el sistema industrial de la más reciente tecnología—libre de mano de obra—se da un nuevo salto.
La intricada red de modos de compra y venta se ve afectada al disminuirse el valor y el precio del trabajo asalariado, fuente de toda riqueza. Primero con la robótica elemental y actualmente con una tecnología más sofisticada, cada paso invasor de la tecnología cualitativamente nueva está destruyendo el sistema capitalista y hasta los cimientos del sistema de propiedad privada. Ni la clase capitalista ni la clase trabajadora puede existir con la destrucción del sistema capitalista y ya están luchando por crear una nueva sociedad que refleje sus propios intereses. En este momento, sólo hay dos caminos posibles—el de una sociedad pacífica y cooperativa en base a los nuevos medios de producción o el de un Estado fascista que busca retener y sostener el sistema de propiedad privada.
El movimiento social en ascenso tiene la ventaja histórica. La tecnología cualitativamente nueva es sólo compatible con una sociedad fundamentada en la distribución de los medios de vida en base a la necesidad. En este sentido, el movimiento es, objetivamente hablando, comunista. Sus metas son la distribución de la riqueza material y cultural de la sociedad conforme a la necesidad. Actualmente, reorganizar la sociedad de modo que sea compatible con los nuevos medios de producción sólo puede significar construir una sociedad comunista.
Los revolucionarios andan tras la fuerza social que, por su ubicación en la sociedad, puede derrocar las relaciones existentes y construir una sociedad capaz de utilizar los emergentes medios de producción para llevar adelante el progreso humano. Actualmente, los nuevos medios electrónicos están creando una nueva clase de trabajadores. Su demanda de las necesidades básicas de la vida está en el centro de la ascendente lucha social de millones de seres afectados por estos cambios. Las consecuencias destructivas de la introducción incesante de medios de producción cualitativamente nuevos hacen cada vez más claro que las exigencias de la nueva clase también representan los intereses de toda la sociedad.
El proceso de la nueva clase conformándose como tal, consciente de sus intereses y destino, tiene lugar por etapas. En sus luchas, los trabajadores vencen de vez en cuando, pero sólo provisionalmente. El verdadero significado de sus luchas lo constituyen sus vínculos en constante ampliación y la experiencia de sus intereses compartidos, junto con la introducción de nuevas ideas que iluminan su lucha. Esta organización de la clase (y, a la larga, de un partido político que articule sus intereses) se halla interrumpida una y otra vez por la competencia y divisiones fomentadas por la clase gobernante. Pero el movimiento sigue levantándose nuevamente, más fuerte y poderoso, en base a los cambios objetivos que tienen lugar en la sociedad. Los revolucionarios participan en cada fase de la lucha presentando la nueva cualidad—las nuevas ideas de la conciencia de clase, la visión de una sociedad cooperativa y la estrategia para lograr esta meta.
La Unificación de lo Subjetivo y lo Objectivo
Los factores objetivos ya están presentes. Existe una base económica para una sociedad comunista. Surge, objetivamente, una clase comunista que sólo puede vivir aprovechándose de esos cimientos económicos para erigir la sociedad comunista. Falta unir esta realidad objetiva con la otra cara de la dialéctica—la parte subjetiva. El deber de los revolucionarios ahora es infundir el pensamiento de los trabajadores a una visión posibilitada por la nueva tecnología y el nacimiento de una nueva clase comunista y a una estrategia para hacer realidad esa visión.
Cambios en la economía exigen y conducen a cambios en el modo de pensar de los trabajadores. Al igual que en el ámbito objetivo, tales cambios en su forma de pensamiento se dan como fases de un salto. Éste consiste de la destrucción del antiguo modo de pensar y la creación de uno nuevo. Hay que integrar en la lucha las ideas novedosas como un pensar de forma cualitativamente nueva. En el proceso del cambio cualitativo, hay que ajustar el pensamiento y la actividad en cada etapa de desarrollo. Los revolucionarios conforman parte de la lucha por esta nueva sociedad y obran dentro del movimiento para asegurar que se produzca un salto intelectual como reflejo de cada fase del salto en el ámbito real, objetivo.
En última instancia, el deber histórico de la nueva clase es anular las actuales relaciones de propiedad y crear la sociedad cooperativa comunista hecha posible por la tecnología cualitativamente nueva. Lograrlo requiere la amplia aceptación del comunismo como medio práctico de reconstruir la sociedad; un extenso núcleo de comunistas conscientes, firmemente arraigados en el movimiento y capacitados para influir su desarrollo; y un partido político comunista que refleje los intereses de la clase objetivamente comunista. Tal partido no sería un organismo ideológico sino más bien uno que dirigiría la lucha consciente e intransigente de la clase por el poder político.
La identificación de las fases de desarrollo ayuda a aclarar lo que se debe hacer en la fase actual para adelantarse a la próxima etapa. El primer paso es que la misma clase trabajadora tome conciencia de sí misma como clase con intereses ajenos a los de la clase gobernante. Debe alcanzar cierto nivel de unidad política e independencia política de las ideas y el sistema político de la clase en poder. La idea de que es posible ponerle fin al sistema de la propiedad privada y la concepción de un mundo en que el principio que guía es satisfacer las necesidades de la humanidad tienen que arraigarse en la mentalidad de los trabajadores. Ellos aprenderán por experiencia propia algunos elementos de todo esto, pero el abandono del viejo modo de pensar exige una nueva calidad del pensamiento—nuevas ideas—en cada fase de la lucha para así asegurar que la respuesta subjetiva sea adecuada a cada fase de la moción objetiva.
Actualmente, la actividad propagandística de todo revolucionario consiste de facilitar este proceso y ofrecer un análisis del problema, una visión de la solución y la estrategia y tácticas para logarla. La Liga de Revolucionarios por una Nueva América busca movilizar los líderes revolucionarios que están surgiendo del seno del movimiento y formar un amplio núcleo de comunistas conscientes capaces de influir el movimiento en cada fase de desarrollo al perseguir las estructuras que expresen políticamente sus intereses de clase.
La Lucha Por Una Nueva Sociedad
El movimiento avanza hacia el comunismo. Sus demandas chocan con el Estado, que les impide a los trabajadores asegurar sus necesidades básicas. En los hechos, si no conscientemente, este movimiento ya está luchando por transferir la propiedad capitalista a sí mismo en aras de alimentarse, vestirse, albergarse y cuidarse. Es en el propio proceso de descubrir que el Estado no atenderá sus reclamaciones que ya se van planteando las demandas de nuevas soluciones.
Los revolucionarios no tienen que dirigir el movimiento o conducirlo en una determinada dirección. Parten del reconocimiento que el movimiento tiene una meta objetiva. Fundamentamos nuestro programa en la lucha real de la sección revolucionaria de la clase e impulsamos su cumplimiento desde el seno del movimiento en cada fase de desarrollo. En todas las luchas de la clase, los revolucionarios le muestran una visión de la sociedad cooperativa que es posible y una estrategia para alcanzarla.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en la edición de mayo / junio de 2018 de Rally, Camaradas !.