Está claro que a los que pueden asegurar la salud pública no les importa un comino si la mayor parte de nosotros vivimos o morimos. Por tres días corridos durante la misma semana de las elecciones, los EE.UU. batió el récord de nuevos casos diarios, con un total de 133,000 nuevos casos. Según los científicos y expertos en salud pública, el gobierno federal podría haber prevenido muchas de las más de 280,000 muertes en EE.UU. para principios de diciembre debido al coronavirus. Sólo tenía que haber estipulado el uso de mascarillas, tomar medidas de distanciamiento social, hacer pruebas e instituir un sistema para la localización de contactos. Se pudiera haber evitado la pandemia de la pobreza. Decenas de millones de personas están sin trabajo, teniendo dificultades sólo para pagar el alquiler y por la comida. Los investigadores hallaron una baja de 15% en la pobreza de abril a junio, debido casi por completo a las medidas de estímulo económico, pero luego prácticamente se invirtió el patrón, con millones más empobrecidos que antes de la crisis del coronavirus.
¿Por qué no les importa que muramos? La clase dominante tiene un problema con que el virus le puede ayudar. Millones de americanos están quedando fuera de la economía porque cada vez más la tecnología digital los sustituye en el trabajo—las computadoras, las aplicaciones, la inteligencia artificial, la robótica y otras formas de automatización. Este proceso va transformando la sociedad totalmente, abriendo camino a una revolución social. Luchando por sobrevivir, enfrentamos el gobierno clamando por que nos deje respirar a nosotros y a nuestros hijos.
La automatización ya lleva tiempo en marcha. En el 2019, la Institución Brookings estimó que para 2030 se automatizarían un 25% de los empleos en EE.UU. La pandemia ha provocado aun mayor automatización. Muchos de los empleos desaparecidos jamás se recuperarán. Un reciente informe del Philadelphia Federal Reserve halló que durante la pandemia los obreros haciendo trabajo que una máquina puede hacer sufrieron más despidos per cápita que los que tienen trabajo no fácilmente automatizado. Para la gente de color fue peor, probablemente por su concentración en empleos de servicio. El Covid-19 ha obligado a las empresas a limitar el contacto humano, ocasionando que los hoteles sustituyan a personas con quioscos en que los huéspedes se registren ellos mismos, que plantas de empaque de carne utilicen robots y los almacenes los empleen para desinfectar. La Pennsylvania Turnpike Commission abandonó el pago en efectivo y despidió a 500 personas encargadas de casetas de peaje. ¿Para qué volver a emplearlas? Los robots y las computadores les cuestan menos y no piden cuidado médico ni derechos.
La pobreza que sufre la gente debido a la pandemia da una idea de un mundo sin empleo: mayor indigencia, mayor hambre, más desalojos y desamparo. Estamos chocando de frente con el sistema de propiedad privada que nos niega las necesidades básicas si no podemos pagar. Pero sin trabajo ni salario que cubra el costo de la vida, ¡no podemos! La gente busca una solución al problema de obtener sus necesidades. Los que mandan buscan la forma de seguir controlando la riqueza de toda la sociedad.
El candidato a la presidencia y empresario del sector de la tecnología, Andrew Yang, sostiene que se soluciona la eliminación de empleos debido a la tecnología dándoles dinero a los ciudadanos para que puedan cubrir sus necesidades básicas. Organizó su campaña en torno al “Dividendo de la Libertad”—$1,000 al mes como “ingreso básico universal” para reducir las repercusiones sobre los trabajadores de los avances tecnológicos. Escribe, “Cuando se desate el próximo bajón económico, cientos de miles de personas despertarán pensando que irán al trabajo, sólo para descubrir que ya no son necesarios”. Y continua escribiendo, “A mí me encanta el capitalismo”, afirmando que su plan es la única forma de salvarlo y evitar una revolución.
La nueva clase, sin poder comer por falta de trabajo, necesita más de $1,000 al mes, y está luchando por ello. Los movimientos por anular el pago de la renta, las hipotecas y las deudas estudiantiles forman parte del conflicto general en busca de una solución. Nuestra clase está peleando por el derecho a sobrevivir en un mundo de abundancia, injustamente controlado por una minúscula clase en poder. La rebelión por lo que le pasó a George Floyd es parte de este avance revolucionario. Su lucha en contra del racismo institucionalizado abarca más que los asesinatos a manos de la policía, exigiendo que el gobierno invierta fondos de la policía en la vivienda, la alimentación, la salud y otras necesidades esenciales. La participación electoral en masa para derrocar a Trump también forma parte de esta revolución. Más de 102 millones de americanos emitieron su voto temprano, batiendo récords. Millones de jóvenes han votado, muchos diciendo que están motivados por la desigualdad racial, la violencia con armas de fuego y el cambio climático. Estas luchas representan la gran contienda por transformar la sociedad.
La tecnología de avanzada está sustituyendo los empleos y acabando con el sistema capitalista. Esta misma tecnología en manos de la nueva clase puede dar paso a un paraíso económico en que la humanidad y la tierra tengan la prioridad y podamos cuidarnos de la salud y atender nuestras necesidades básicas. Unidos, la gente de la nueva clase puede transformar la sociedad en una donde la riqueza de todos sea para todos.
Publicado el 9 de noviembre de 2020
Este artículo originó en Rally, camaradas!
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