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Unidad de Nuestra Clase: Paso Indispensable para la Liberación de la Humanidad

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Algo nuevo está surgiendo y creciendo día con día en los Estados Unidos. Con base en el desarrollo objetivo de nuevas tecnologías, las cuales se sitúan al centro del proceso productivo y que por primera vez hacen que la mano de obra humana sea superflua, está surgiendo una nueva clase de obreros.  Esta nueva clase consiste en sectores tanto empleados como desempleados. Los trabajadores de medio tiempo, empleados para casos de contingencias y contratados por debajo del sueldo mínimo dentro del sector empleado ahora representan el 40 por ciento de la fuerza laboral. Este sector dentro de la clase se ve arrastrado constantemente hacia el creciente sector desempleado, el cual incluye desde los desempleados en términos estructurales hasta los trabajadores absolutamente indigentes y sin hogares.

La nueva clase aparece simplemente como un conglomerado de personas definidas por su pobreza. Pero no se trata de una nueva clase de pobres o una nueva clase de nuevos pobres. Su pobreza es una consecuencia de su posición económica, y no una causa de esta. Nos referimos a estos trabajadores como una nueva parte de la clase obrera, una nueva clase de obreros creada por los medios de producción cualitativamente nuevos que eliminan la necesidad de contar con mano de obra. De forma necesaria, la lucha de hoy se expresa en términos de la polarización de la riqueza y la pobreza, o de los ricos y los pobres.

Esta nueva clase de obreros está creciendo dentro de cada segmento de la sociedad, más allá del color o la nacionalidad; en cada ciudad, suburbio y zona rural del país; en cada grupo etario y de género.  La hasta ahora desconocida amplitud de la igualdad de la pobreza revela una unidad objetiva que va más allá de las divisiones que ha creado la clase gobernante. El aspecto del desarrollo subjetivo de la unidad de la clase es primordial.

La verdadera división de la sociedad es entre una clase gobernante que posee propiedades y una clase obrera que no las tiene. La creciente polarización de la riqueza y la pobreza es una expresión de esto. En 2012, por primera vez desde la Gran Depresión, más de la mitad del ingreso total quedó en manos del 10 por ciento superior. Actualmente, solo en los Estados Unidos existen 450 billonarios y en el ámbito mundial los ocho billonarios más ricos poseen tanta riqueza como los 3,600 millones de personas que se sitúan en la parte inferior de la población del planeta. La clase gobernante está totalmente decidida a mantener y proteger su propiedad, cueste lo que cueste.

Con los adelantos de las nuevas tecnologías, las personas se están dando cuenta que estamos a punto de dar un salto no solamente cuantitativo sino también exponencial hacia la consecución de nuevas posibilidades. Bajo las relaciones capitalistas en torno a la propiedad privada, estas tecnologías solo se traducen en miseria y sufrimiento para la clase obrera. Pero si se les libera de estas ataduras, esas tecnologías pueden transformarse en los cimientos de una nueva sociedad, en la cual finalmente será posible alcanzar la felicidad y adquirir un compromiso humano para que todos podamos mejorar.

La materialización de esta visión requiere de cierto grado de comprensión y de concientización, al igual que de una estrategia. El primer paso es convencer al pueblo estadounidense de que se puede poner fin a la realidad de la propiedad privada. Solo a través de una propaganda generalizada los revolucionarios podrán lograr esto. Debemos demostrar que una sociedad cooperativa no solo es posible, sino que también representa una solución práctica a los problemas que enfrentan los trabajadores.

La robótica no permite que sea posible que la nueva clase coexista con la propiedad privada. Cada vez más, la nueva clase se sitúa fuera de la economía y por consiguiente se encuentra en una relación antagónica con el sistema salarial. La robótica tampoco ha permitido que sea posible llevar a cabo una reforma al sistema capitalista. La única forma en que la nueva clase puede evitar que se le aniquile es lograr que los gigantescos medios de producción sean de propiedad pública. Por lo tanto, el programa de la nueva clase es objetivamente comunista, en el verdadero sentido de la palabra. Sin poseer propiedades, sin empleo y sin recursos, la nueva clase no puede enrumbarse hacia la obtención de la propiedad individual. Su demanda objetiva tiene un sentido económico: uno para todos y todos para uno, según la habilidad y la necesidad de cada uno(a).

Se está desencadenando una época de revolución social. Si logra unirse y tomar conciencia de su misión histórica, la nueva clase tendrá el potencial de dirigir a la sociedad hacia una nueva sociedad cooperativa organizada en torno a sus propios intereses, al igual que los de toda la humanidad.

Diversos bloques ideológicos intentan evitar la unidad de la clase

Independientemente de su color, la clase gobernante se personifica a sí misma como superior debido a su cultura, presentándose también como una clase muy bien organizada, autosuficiente y respetuosa religiosamente de la moral y las leyes. La clase gobernante presenta a la nueva clase emergente, independientemente de su color, como inferior debido a su cultura. Se presenta a aquellos que conforman la nueva clase como personas violentas, criminales, dependientes y poco dispuestas a ayudarse a sí mismas, sin importar cuánta ayuda les ofrezca la sociedad. Desde luego, estas son ideas que crea la clase gobernante, pero estas ideas trascienden hasta llegar a los obreros. En este contexto, la clase gobernante continúa usando el color como designación racial.

Actualmente, se está eliminando la base material para el racismo con base en el color. Durante mucho tiempo, el soborno ha sido el sostén material para una ideología de supremacía blanca utilizada para dividir a la clase obrera en los Estados Unidos.

Cada paso que toma la clase gobernante para apoderarse cada vez más de la riqueza de la sociedad para su propia propiedad privada menoscaba el soborno que hacía que la supremacía blanca fuera viable y sienta las bases para superar las profundas divisiones que han predominado a lo largo de la historia de los Estados Unidos.

Al eliminar este soborno, aunado a la amplitud de la igualdad de la pobreza sin importar el color, la clase gobernante está promulgando una nueva forma de racismo en contra de la nueva clase, con base en su condición económica y su posición social. Si bien la historia estadounidense muestra precedentes al respecto, esto también es algo nuevo. Es un racismo en el marco de la nueva época de la electrónica. Es una ideología sobre la supremacía de una clase y la inferioridad de otra.

En el período anterior del desarrollo industrial, no era posible que los obreros se unieran como clase. El racismo, respaldado por los privilegios sociales otorgados a los trabajadores blancos en comparación con los obreros negros, mantuvo a la gente dividida. Pero los privilegios concedidos a los trabajadores blancos no significaban que la clase gobernante cuidara de ellos. Esta clase usaba el soborno, una táctica política diseñada para evitar la unidad de la clase, lo cual era posible por un sistema capitalista en expansión que se basaba en la conquista imperialista.

Actualmente, se ha abandonado y traicionado a un segmento cada vez mayor de trabajadores blancos. Su situación económica en deterioro los está obligando a buscar la unidad. Los revolucionarios deben buscar a los obreros socialmente conscientes entre ellos, pues se muestran abiertos y anuentes a la propaganda. Si se les educa políticamente, lograrán llegar, unir y desempeñar una función esencial en la politización de una cantidad mayor de obreros, los cuales están empobreciendo diariamente y ya no pueden ser una base material objetiva de apoyo político para la clase gobernante. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, un amplio segmento de obreros está logrando una igualdad en términos económicos. La hasta ahora desconocida amplitud de la igualdad de la pobreza está sentando las bases para una verdadera unidad de la clase. Esta es la función histórica y representa la posibilidad de la nueva clase.

El impulso hacia la unidad entre los miembros de la nueva clase de trabajadores refleja un esfuerzo hacia la unidad que surge de sus intereses en común, arraigados en la lucha por la satisfacción de las necesidades básicas. Su condición en común está menoscabando todas las viejas ideologías que se han utilizado para dividir a la clase. Quienes están librando la lucha necesitan comprender su significado y una visión sobre lo que es posible, a fin de evitar transformarse en víctimas de la ideología de la clase gobernante contra la que están luchando. Ellos necesitan una estrategia que refleje la nueva situación – una estrategia que los proteja de caer en la trampa de luchar simplemente contra las tácticas del enemigo.

En un sentido muy real, actualmente, el movimiento de la nueva clase es un movimiento de libertad para adquirir los elementos necesarios para vivir. Este es un movimiento para librarse de la miseria de la pobreza. También es un movimiento para librarse de la explotación y la opresión.  ¿De qué forma puede avanzar hacia adelante este movimiento revolucionario? ¿Cómo puede progresar?  La unidad de la clase es indispensable. Ya existe una unidad objetiva: la igualdad de la pobreza. El siguiente paso será la unidad consciente de la nueva clase de obreros, unida en torno a los intereses que tienen en común en la lucha por una solución compartida.

La respuesta a la condición tan difícil en la que se encuentran estos obreros no puede hallarse en los confines de un sistema social y económico que se está destruyendo. La única solución es organizar a la sociedad sobre una nueva base, según el interés fundamental de la nueva clase y el interés de toda la humanidad. Una distribución no con dinero, sino según la necesidad y la contribución de cada quien. Solo entonces seremos libres finalmente.

La conciencia se queda rezagada ante los cambios objetivos que estamos observando. Por consiguiente, se debe luchar por la comprensión intelectual de la unidad de la clase, la parte subjetiva. El reconocimiento de la necesidad de contar con este tipo de unidad es un resultado de la conciencia. Al no tener una relación significativa con la economía, la nueva clase se está librando objetivamente de las ataduras de la clase gobernante. Esto, aunado a la igualdad de la pobreza que es la base objetiva para la unidad, es la realidad de la que deben depender los revolucionarios.

El programa real de esta clase es abolir la propiedad privada y este programa comunista está al servicio de los intereses de toda la sociedad. La clase gobernante busca contener y destruir esa lucha.

Actualmente, la lucha por las necesidades básicas de la clase es la lucha contra el fascismo. Bajo las condiciones actuales, tanto la clase gobernante como los obreros acuden al gobierno para satisfacer sus necesidades respectivas, a pesar de que las necesidades de las dos clases se enfrentan y son antagónicas de forma directa. Debido a esto, la pregunta sobre al servicio de qué clase estará el gobierno representa un aspecto esencial de la lucha. Esto significa que hay que centrarse en la lucha por las demandas inmediatas de los obreros, insistir en que el gobierno satisfaga sus necesidades básicas y utilizar esta lucha para diseminar la necesidad de la unidad de la clase, una visión de la sociedad y una estrategia para materializar esa visión.

Rompiendo las cadenas que nos atan

El movimiento en torno a las elecciones presidenciales de 2016 y los disturbios sociales subsiguientes son una clara manifestación de una nación que se encuentra en medio de una creciente polarización política. Según un informe de Business Insider, publicado el 1° de diciembre de 2016, “los principales medios de comunicación describieron la victoria de Trump en las elecciones presidenciales como una ‘sublevación de la clase obrera blanca’. La verdadera historia es que es hasta dos veces más probable que los votantes que abandonaron a los demócratas en el Cinturón del Óxido votaran por un tercer partido o que se quedaran en sus casas, en lugar de aceptar a Trump como candidato. En comparación con 2012, una cantidad tres veces mayor de votantes en el Cinturón del Óxido con sueldos de menos de $100.000 votaron por un tercer partido. El doble votó por candidatos alternativos o por aquellos que ni siquiera estaban incluidos, por lo que ellos mismos escribieron sus nombres en la papeleta de votación. De forma similar, en comparación con 2012, unos 500.000 votantes más decidieron no participar en las elecciones presidenciales. Si este año surgió una revuelta en el Cinturón del Óxido, fue la lucha de los votantes de ambos partidos. En resumen, la historia de una ‘sublevación de la clase obrera blanca’ en el Cinturón del Óxido simplemente no coincide con estas cifras. En el Cinturón del Óxido, los demócratas perdieron 1,35 millones de votantes. Trump obtuvo el voto de menos de la mitad, unas 590.000 personas. El resto se quedó en sus hogares o votó por otras personas que no eran los candidatos de los partidos mayoritarios”.

Los revolucionarios cometen el grave error de tildar de racistas o fascistas a todos aquellos que votaron por Trump. Estos votantes no pertenecen a un grupo monolítico de personas. Sin duda alguna, hay algunos que son racistas y antiinmigrantes. Hay otros que sencillamente consideran que el gobierno los ha abandonado y están desesperados. Ni los demócratas ni los republicanos han abordado sus necesidades.  Trump atrajo esos sentimientos en contra del sistema. Estos obreros ya están empezando a descubrir que la administración de Trump no puede ofrecerles una vida mejor, ni los puestos de empleo o los servicios de atención médica que les prometió durante la campaña electoral. Aun si se recuperan algunos trabajos en el sector de manufacturas, se tendrá que usar la robótica y por lo tanto no se generará ni por cerca la cantidad de trabajos que se necesitan.

Por ejemplo, la manufactura aditiva, o impresiones en tercera dimensión, es una de las industrias que están creciendo en el Cinturón del Óxido.  En un artículo que publicó Project Syndicate en 2014 titulado “Labor’s Digital Replacement” (Reemplazo digital de la mano de obra), el economista Michael Spence se refirió a la manufactura aditiva de la siguiente forma: “Ahora se avecina una… poderosa ola de tecnología digital que está sustituyendo la mano de obra en tareas cada vez más complejas. Este proceso de reemplazo de la mano de obra y de desintermediación ha venido ocurriendo desde hace cierto tiempo en el sector de servicios —piensen en los cajeros automáticos, las operaciones bancarias por Internet, la planificación de recursos empresariales, la gestión de relaciones con los clientes, los sistemas de pagos móviles y mucho más. Esta revolución se está extendiendo hacia la producción de bienes, en la que los robots y las impresiones en tercera dimensión están desplazando a la mano de obra”. Por ejemplo, ahora usted puede imprimir una vivienda en tercera dimensión en 24 horas.

Los nuevos adelantos tecnológicos y el avance de la introducción de la electrónica continúan repercutiendo adversamente en el sector con empleos más estables en la sociedad. Este sector de la clase obrera industrial, al que anteriormente se sobornaba, junto con un segmento dentro de la intelligentsia, ha creado ataduras de las masas con la clase capitalista.

La destrucción de este sector económico situado en el medio de la clase obrera reviste gran importancia, ya que significa el inicio del proceso de separación de los obreros de la clase enemiga y está abriendo la puerta a posibilidades cada vez mayores de una propaganda visionaria. La victoria electoral de Trump muestra el peligro latente si los revolucionarios ignoran este segmento de la clase obrera. Los revolucionarios centran su atención en el punto débil de la clase gobernante y lo aprovechan para seguir avanzando. Es aquí donde encontramos a un segmento de la nueva clase que ha sido desposeído recientemente, el cual es educado, socialmente consciente y está acostumbrado a la organización.

Una consecuencia directa de la creciente polarización económica es la polarización social y política. Cada vez más, los obreros se sienten desilusionados del gobierno y sus instituciones, y se cuestionan por qué hay muchos que son pobres o apenas les alcanza el sueldo, a pesar de vivir en el país más rico del mundo.  Los obreros están empezando a demandar que el gobierno resuelva los males de la sociedad.

La conciencia se desarrolla en etapas. Un acontecimiento ocurre y genera un destello de conciencia en el razonamiento de las personas. Por ejemplo, la crisis financiera inmobiliaria de 2008 fue un punto álgido en la mentalidad del pueblo estadounidense.  Millones de trabajadores perdieron la fe en el gobierno. Ellos se cuestionaron cómo era posible que mientras millones de obreros estuvieran perdiendo sus trabajos y a millones más se les desposeyera de sus viviendas debido a las ejecuciones hipotecarias, la administración de Obama estuviera sacando de apuros a los bancos y a la industria automotriz. Este fue un punto cuantitativo en el desarrollo del razonamiento del pueblo estadounidense y un momento propicio para introducir una nueva calidad, tal como la necesidad de crear una sociedad totalmente nueva en la cual la humanidad sea más prioritaria que las ganancias de unos pocos capitalistas.

Durante las elecciones de 2016, tanto Sanders como Trump abordaron el temor del pueblo estadounidense con relación a su condición económica, al igual que sus sentimientos en contra de aquellos que consideraban élites billonarias y de los partidos políticos que los representaban. Uno de los resultados de todo esto fue el triunfo de Trump con solo el 20 por ciento de todos los votantes inscritos. Un total de 90 millones de votantes decidieron quedarse en sus casas y no votar. Una encuesta que realizó Gallop en setiembre de 2016, tan solo dos meses antes de las elecciones generales, reveló que el 57 por ciento de los estadounidenses señaló que era necesario contar con un tercer partido mayoritario, lo cual representa un aumento, ya que en 2012 esta cifra fue del 46 por ciento.  Además, más de uno de cada cuatro estadounidenses considera que el gobierno es enemigo de sus ciudadanos y el 75 por ciento de todos los votantes inscritos reconoce que unos pocos grandes intereses controlan el gobierno y este no representa al pueblo.

El creciente movimiento que favorece a un tercer partido forma parte de la división, la ruina y la destrucción de las instituciones de la clase gobernantes del período anterior. Esto es el reflejo social y político de la creciente polarización económica creada por los nuevos medios de producción automatizados electrónicamente. Esto también forma parte de la lucha para reorganizar a la sociedad en un nuevo cimiento, basado en los nuevos medios de producción. A medida que se expulsa a los obreros del proceso de producción y de la economía capitalista, los nexos subjetivos con todo lo antiguo se están empezando a desarticular y a romper. El desarrollo de un tercer partido, aunque lo establezca la clase gobernante, representa una etapa indispensable en el proceso revolucionario, y acelerará la polarización política, junto con la formación política de la nueva clase.

Un movimiento social aumenta las demandas que tiene la nueva clase

Está surgiendo un amplio movimiento como respuesta al deterioro de las condiciones existentes. Dentro de este movimiento, las demandas de la nueva clase están pasando a un primer plano, en tanto las consecuencias destructivas de la continua introducción de los medios de producción cualitativamente nuevos van mezclando estas demandas con los intereses de la sociedad en general. Desde que Donald Trump ganó las elecciones, millones de personas han participado en diversas manifestaciones. Tanto el día de su elección como a los días siguientes, miles de estudiantes abandonaron sus centros educativos en todo el país y declararon “¡No es mi presidente!”. Asimismo, el 21 de enero, fecha en que Trump asumió el poder, más de tres millones de personas participaron en manifestaciones y protestas en 676 pueblos y ciudades en todo el territorio estadounidense. La “marcha de las mujeres”, como se le denominó a la manifestación, contó con 500.000 participantes en Washington, D.C., 750.000 en Los Ángeles y 300.000 en Chicago.

Una de las manifestantes en Washington, D.C., quien vive en Detroit, señaló lo siguiente: “Esta no fue una marcha de mujeres, sino una marcha dirigida por mujeres que adoptó las demandas de la clase obrera. Esta es la primera manifestación que he visto, no solo que está socialmente consciente por completo, sino la primera con este grado de actividad social y política. Las personas que participaron en la marcha estaban intentando materializar una visión sobre un nuevo Estados Unidos, con amor y respeto hacia la Madre Tierra. Los participantes vieron en Trump algo que no les gustó. Sintieron que algo no estaba bien y pensaron que este no es el rumbo que desean tomar y por eso se hicieron presentes”.

Se está propagando la respuesta de los obreros ante la ofensiva de la clase gobernante contra ellos, a medida que pierden sus sueños y las esperanzas que existen cuando se tiene un trabajo con el que se gana un salario decente, una vivienda a la cual llamar hogar o servicios de atención médica. Estos obreros ya han empezado a luchar por las necesidades básicas de la vida y a unirse a otros en la misma lucha, independientemente de cuáles puedan ser los problemas.

Desde las luchas contra los asesinatos en manos de agentes policiales y el movimiento denominado Lunes Moral hasta la lucha por el problema del agua en Flint y la situación de Standing Rock, al igual que las manifestaciones por los derechos de los inmigrantes– con todo esto–los obreros están empezando a comprender que ya no es suficiente solo contraatacar. Los trabajadores están empezando a emprender programas al servicio de sus intereses. Independientemente del asunto que se trate, los carteles escritos que se observan en todas las protestas que se están realizando en todo el territorio estadounidense son las demandas básicas de la clase: recibir atención de salud para todos, contar con educación de calidad, proteger la Madre Tierra, poner un alto a los asesinatos en manos de la policía y evitar que separen a las familias. Su impulso natural hacia la unidad los ha hecho participar en foros abiertos para pronunciarse a favor de los intereses de aquellos que perderían su seguro de salud, se han hecho presentes en aeropuertos para oponerse a la prohibición de viaje impuesta a los nacionales de algunos países, se han opuesto al “muro” y a las crecientes deportaciones que están ocurriendo en todo el país, y han participado en manifestaciones a favor de la ciencia y la verdad y en defensa del medio ambiente.

”En tanto vamos avanzando, nunca debemos olvidar a los enemigos de nuestra clase. La clase gobernante permanece unida a su programa. Eso es lo que deben hacer. Su única opción para salvar la propiedad privada es consolidar un estado fascista para protegerla.  Esta clase participa en luchas encarnizadas y a veces peligrosas en torno a la forma en que se llevará a cabo su programa y usa a los dos partidos mayoritarios para diseminar sus puntos de vista, al igual que a una infinidad de organizaciones sin fines de lucro y centros investigativos, en su intento por lograr que la clase obrera la respalde. La clase capitalista no puede tapar el sol con un dedo: no puede ocultar la realidad de que la producción electrónica está haciendo que los obreros sean superfluos, creando así una nueva clase de trabajadores que han quedado fuera de las relaciones capitalistas. La lucha por la sobrevivencia, por las necesidades básicas de la vida puede derribar cualquier mentira y poner fin a las tretas de la clase gobernante. Los revolucionarios dependen de la objetividad de esa lucha para introducir nuevas ideas.

El Partido Demócrata está organizando muchas de las manifestaciones, protestas y pronunciamientos, pues busca canalizar el descontento que existe hacia estrategias en contra de Trump. También es cierto que podría parecer que estas protestas se orientan hacia ciertos temas o se basan en la identidad, pero bajo las nuevas circunstancias, las luchas cobran un nuevo significado. Es una clase que intenta alejarse ideológicamente de los capitalistas. Durante siglos, se ha asegurado a los obreros que tienen diferentes intereses, según su color, género, edad y el lugar donde provienen, como una forma de evitar que se unan como clase. Mientras la clase gobernante está empujando a algunos trabajadores hacia una perspectiva más fascista, una creciente cantidad dentro de la clase está adoptando una posición más basada en su propia clase. Asimismo, los gobernantes están reprimiendo esta embrionaria concientización de la clase en cualquier lugar en que aparezca. Los revolucionarios deben sembrar y desarrollar estas incipientes semillas de concientización de la clase, sin importar qué tan contradictorias y embrionarias sean.

La conciencia de la clase es un aspecto esencial para ganar la lucha librada para establecer una nueva sociedad. Pero esto no será posible a menos que los revolucionarios aprovechen cualquier destello de conciencia que se genere en el razonamiento de los obreros, a fin de velar por que entiendan las ideas de una nueva sociedad basada en medios de producción cualitativamente nuevos. Ya llegó el momento de que los revolucionarios continúen con una ofensiva acompañada de propaganda sobre una visión de que la nueva sociedad es posible.

A medida que va empeorando la crisis económica, intensificarán las demandas del movimiento social, mientras la clase gobernante intensifica su control interno y amplía su posición de estar en pie de guerra en el exterior. Nos veremos en situaciones en las que se nos empujará en diversas direcciones, pero nuestra responsabilidad primordial como revolucionarios será la misma. Es decir, nuestra responsabilidad será la enseñanza desde el interior del movimiento, tanto para aumentar el grado de comprensión como para lograr el desarrollo político independiente de nuestra clase, al influir en aquellos revolucionarios prácticos que están emergiendo y situándose al frente de la lucha social.

Informe político del órgano central, agosto de 2017

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