“Su único delito es ser pobre”. – Esposo de Guadalupe García de Royos, madre de dos, arrestada por el ICE y deportada hacia México en febrero de 2017.
“La verdad es que estaba allí [en los Estados Unidos] por mis hijos. Por un mejor futuro. Para trabajar por ellos. Y no me arrepiento porque lo hice por amor”— Guadalupe García de Royos, quien ahora se encuentra en Nogales, México.
En todo el país, se está persiguiendo sin descanso, acorralando y arrestando tanto a hombres como a mujeres y niños. Se les está obligando a permanecer en centros de detenciones, se les deniega toda representación jurídica y quedan atrapados allí durante meses y a veces hasta años, mientras sus casos recorren los rincones de un sistema migratorio inhumano e inmoral. Se violan hasta los valores humanos más básicos, mientras se destruye a las familias y las deportaciones masivas ya son la norma.
Según un informe reciente del Departamento de Seguridad Nacional, entre el 22 de enero y el 29 de abril de 2017, se arrestó a unas 41,300 personas para su deportación. Esto representa un aumento del 38 por ciento en un período comparable en el año anterior. Las redadas se han ampliado no solo para incluir a aquellos que están dentro del sistema de justicia criminal, sino también a personas que han permanecido en el país durante décadas y que se han reportado rutinariamente con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés). Muchos no tienen ningún nexos ni familiares en sus países de origen y algunos ni siquiera hablan el idioma del país de donde provienen.
Está ocurriendo una enorme transformación, impulsada por la revolución en el campo de la tecnología. Esta revolución está destrozando a la sociedad, a pesar de que ofrece la posibilidad de lograr un mundo de abundancia. Estamos presenciando una ruptura con toda la historia del pasado, mientras se sustituye la mano de obra con el trabajo realizado por máquinas. A medida que el viejo orden se hace trizas, va tensando las relaciones anteriores, polarizando las instituciones y abriendo paso a nuevas ideas liberadoras. Este es un proceso revolucionario y la única pregunta que surge es al servicio de qué intereses se llevará a cabo la revolución.
Millones de personas en todo el mundo están trasladándose de un lugar a otro, desarraigados debido a la pobreza, las guerras y la violencia. Estas personas van en busca de amparo y refugio en cualquier lugar que puedan para intentar forjarse una vida nueva. Pero se les deniega todo esto, sin importar qué tan arduamente trabajen. Los trabajadores indocumentados e inmigrantes forman parte integral de una nueva clase de obreros que está creando la tecnología electrónica. Al igual que cualquier otro obrero, ellos deben trabajar para vivir, pero cada vez más ven que no hay trabajo para ellos. Esta nueva clase ya no puede vivir bajo el sistema capitalista y solo puede sobrevivir al derrocarlo y crear en su lugar una sociedad cooperativa y comunista que pueda satisfacer no solamente las necesidades básicas de la vida, sino también una existencia segura y civilizada, lo cual también representa un derecho de todos.
Esta es la razón de los despiadados ataques contra la nueva clase. Actualmente, los obreros indocumentados e inmigrantes son el centro de los ataques de la clase gobernante, y lo hacen para enfrentar a la creciente nueva clase contra sí misma y destruir el creciente impulso que está surgiendo para la unidad, a medida que es cada vez más evidente que la clase gobernante no tiene intención de hacer nada por los obreros, sin importar su color, religión, sexo o nacionalidad.
Pero aun así, mientras la clase gobernante lleva a cabo sus ataques, no puede evitar enredarse en una serie de contradicciones sobre su propia situación. Entre más toma medidas contra los indocumentados e inmigrantes, más expone su menosprecio hacia los valores humanos del pueblo estadounidense. Entre más intenta aprobar leyes contra las ciudades santuarios, más aumenta el grado de tensión y de lucha entre ciudades y estados, por un lado, y el gobierno federal, por otro. Las leyes más represivas que promulgan para enfrentar la resistencia a sus acciones, tal como la denominada SB4 en Texas, o bien, las tarjetas de identidad, o el incremento de las redadas del ICE, fomentan más el creciente movimiento contra la clase gobernante. Entre más usa esta clase el asunto migratorio para atacar a toda la clase obrera, más permite que los trabajadores se den cuenta de cuáles son sus intereses en común y que un atcaque contra uno es un ataque contra todos.
La revolución entre los obreros y la respuesta de diversas iglesias, ciudades, personas y gobiernos estatales están tomando forma para hacer un llamado a un nuevo movimiento santuario, el cual es en sí mismo un acto de unidad. De la misma forma en que las ciudades del norte lo hicieron durante la esclavitud, a la luz de la ley sobre esclavos fugitivos de 1850, el surgimiento de este movimiento se está rehusando a permitir que se pisoteen los derechos constitucionales y que se apliquen leyes injustas e inmorales. Mientras luchan contra la deportación, los participantes del movimiento esconden y albergan a los perseguidos, y luchan por invalidar leyes injustas. El movimiento santuario forma parte de uno más amplio que se pronuncia en contra del Estado fascista que está instaurando la clase gobernante.
La importancia actual del movimiento santuario radica en el hecho de que está forjando alianzas y unidad mediante experiencias prácticas, y forma parte de una clase que se opone al grupo gobernante. Al igual que los alimentos, la ropa y el albergue, la protección y la seguridad son otra necesidad básica de la vida. Se trata de un asunto que incumbe a toda la clase obrera. Lo que es necesario actualmente es la ampliación de la noción de santuario, para pasar de un simple resguardo seguro al establecimiento de vínculos de afinidad de clase y camaradería mediante una lucha mutuamente compartida por las necesidades de la vida.
Se está desplomando toda la estructura del capitalismo y ya no tiene hacia donde expandirse. Los revolucionarios muestran que el elemento en común en cuanto a la pobreza puede y debe unir a los “criminales por necesidad”.