La sociedad se organiza a sí misma en torno a diversas herramientas. Los distintos grados de especialización de la mano de obra dentro de las relaciones productivas en una sociedad determinada son el reflejo directo de la complejidad de las interrelaciones que existen dentro de un modo dado de producción. Es decir, el lugar y la forma en que pueda trabajar una persona dependerán de la complejidad de la sociedad que se estableció en torno a las herramientas esenciales y a lo que estas puedan producir.
Es el refugio de la niñez, esencialmente no productivo (en el sentido económico de la palabra) lo que hace que una persona tenga presente por primera vez los requisitos y las responsabilidades de una vida adulta productiva, los cuales son un reflejo directo de la relación determinada en la que una persona nace bajo un modo dado de producción, en un lugar y un momento dado.
La juventud como constructo social surge de las relaciones productivas
La niñez no es un período fijo de tiempo establecido por alguna fuerza que existe afuera de la sociedad y que de alguna forma la informa metafísicamente sobre lo cuál debe ser el plazo de duración inherente. En este sentido, el período no productivo de la niñez posiblemente puede durar hasta que una persona sea capaz físicamente de ser productiva dentro de las demandas y el desarrollo de la propiedad en ese momento y lugar determinado.
No obstante, es en la niñez cuando por primera vez se nos socializa con las normas del orden social determinado en el que nacemos, antes de ser capaces físicamente de participar en éste. Bajo el comunismo primitivo, se enseñaba a los niños en su debido momento a cazar y a recolectar alimentos, pero lógicamente tomaban conciencia de este sistema mucho antes de participar en el mismo.
Con la introducción de la propiedad, la sociedad se dividió en clases. Dentro de esa división, los niños fueron socializados para satisfacer las demandas relativas a las expectativas de su clase. En las sociedades esclavistas, se preparaba a los hijos de los esclavos para una vida de esclavitud, mientras que se preparaba a los hijos de los dueños para una vida de dominio de los esclavos. Bajo el feudalismo, se formaba a los hijos de los agricultores para una vida de actividades dirigidas a la cría de animales, a los hijos de los herreros para componer y calzar herraduras, y al príncipe para que algún día se transformara en el rey.
Bajo el capitalismo, que en su máxima expresión se basa en la industria, el obrero de una fábrica, un trabajador agrícola, el propietario de una pequeña empresa, un empleado gubernamental, todos preparan a sus hijos para que participen en la economía capitalista a través de diversas funciones. A menudo, lo hacen bajo al expresión común de “puedes lograr cualquier cosa que te propongas”, que con frecuencia significa que el niño de un cantinero tiene la libertad de buscar la producción social como un empleado de correos, liberándose de las cadenas del látigo imperdonable del taburete de un bar.
Frecuentemente, los miembros de la clase capitalista que tienen propiedades preparan a sus hijos para una vida de gestión de los bienes de capital, en la que la progenie capitalista interactúa con todo un equipo de abogados especializados, gerentes, grupos de presión política y juntas directivas, todos los cuales llevan a cabo funciones particulares del capital para ellos. El nivel al que la progenie capitalista interactúe con los funcionarios capitalistas especializados dentro de este proceso, dependerá en gran medida del interés individual, ya que en su mayoría las funciones del capital se llevarán a cabo en su nombre y para su beneficio, con nada o al menos sin mucho aporte intelectual individual de su parte. La distancia entre su posición y la producción es un reflejo directo de la complejidad de la organización que surgió en torno a las herramientas capaces de producir el capitalismo.
El proceso de socialización cambia con las condiciones variables
Diferentes períodos surgen bajo diferentes condiciones. Diferentes condiciones producen diferentes valores sociales y por tanto las expectativas con las que se cría a un niño cambiarán bajo las diferentes condiciones. La socialización de varias relaciones, la estandarización de normas en torno a diversas formas de propiedad y mano de obra —que se amplían a lo largo del tiempo y los lugares— fueron y son posibles sólo mediante las herramientas en torno a las que se establece este orden social.
La niñez en el sentido social y no físico de la palabra es el período de tiempo en el que se cuida a una persona y se le prepara en gran medida para que cumpla con las expectativas de la edad adulta en su momento y lugar determinado. Estas expectativas no surgen de alguna moralidad superior, fija y eterna que radica en nuestras mentes o que fluye de forma natural en nuestras venas a lo largo de generaciones y tiempos inmemoriales. Estas expectativas no surgen del simple hecho de la identidad, aunque sí reflejarán las relaciones productivas históricas de tal identidad en un momento y lugar determinados. Estas expectativas son de hecho el producto de las demandas y los acontecimientos de un modo dado de producción en un momento y lugar determinados.
Despojada de toda fastuosidad y ceremonia, divorciada de todo significado social asignado, lo que se enseña en la niñez son las destrezas percibidas que se requieren en la edad adulta para obtener los bienes y los artículos básicos necesarios para la vida. La expectativa es lo que surge de esa necesidad dada y de lo que la rodea. La expectativa —en este sentido de la palabra, lo que se espera que una persona sea un miembro productivo de la sociedad— se sitúa en el centro de la expresión social de una necesidad material. Por supuesto, la necesidad material es la habilidad de una persona de adquirir las destrezas necesarias para obtener los bienes y los artículos básicos necesarios para la vida. Históricamente, estas destrezas se han obtenido en gran medida a través de una transmisión de tipo generacional.
Es únicamente en el breve período de un salto económico que las personas deben “resocializarse” y aprender nuevas destrezas para la nueva economía. Las nuevas ideas que surgen del proceso objetivo deben chocar con las viejas ideas. Hay una gran revuelta y después, en un período de tiempo relativamente corto de tiempo, se socializan estas ideas revolucionarias más o menos como fijas o eternas, “la forma en que son las cosas”, por así decirlo, o el resultado de alguna identidad dada que se ha divorciado de las condiciones materiales que la originaron; por ejemplo, en la civilización occidental, la ética protestante del trabajo, etc.
De esta forma, el proceso de socialización, esa estandarización de normas, comienza de nuevo bajo condiciones materiales alteradas que demandan una nueva serie de expectativas. Las destrezas de sobrevivencia, las cuales se instruyen bajo las expectativas, se enseñan una vez más bajo los auspicios de altos principios.
Todos los mamíferos enseñan a sus crías una serie de destrezas de sobrevivencia. No hay nada inherentemente malvado en este proceso en sí.. Es el hecho de que este proceso de crianza —que surge de la inclinación natural de los seres humanos de cuidar y preparar a sus hijos— se canaliza a través del prisma de las costumbres sociales que refuerza la propiedad en una relación productiva determinada, y que ese conjunto de valores, esas expectativas dadas, han calzado socialmente a través de la historia en las mentes de la juventud sin propiedad para desarrollar las cadenas de la esclavitud adulta de una forma u otra.
De las nuevas condiciones surgen nuevos retos
Actualmente, una cantidad cada vez más creciente de jóvenes, a medida que van dejando atrás la niñez, no pueden satisfacer las expectativas de la edad adulta dentro del modo capitalista de producción. Bajo estas condiciones variables, muchos jóvenes simplemente no pueden vender su fuerza de trabajo, la cual representa la propia base de supervivencia para la clase sin propiedades dentro del capitalismo. Una nueva calidad que se ha introducido en los medios de producción, la nueva herramienta esencial en torno a la que se está reorganizando la sociedad actualmente, es compatible a corto plazo sólo con destrezas altamente especializadas, y antagonista a largo plazo con casi todas las formas de trabajo humano.
Existe muy poca base material para que la clase de hoy que tiene propiedades socialice a los jóvenes que no las tienen con las costumbres sociales y las expectativas que se demandarán a partir de estas fuerzas productivas, con base en estas nuevas herramientas esenciales en torno a las que se está reorganizando la sociedad de una u otra forma.
En una encuesta tras otra se va mostrando la decreciente popularidad del capitalismo entre los jóvenes. Es muy poco probable que la juventud esté respondiendo a lo que realmente es el capitalismo, pero está en contra del fomento de sus costumbres sociales en un período en el que no puede participar en sus actividades. No está rechazando el hecho de tener que vender su fuerza laboral, sino que está desilusionada porque no puede hacerlo. Se está obligando a cada vez más jóvenes a romper con las costumbres sociales y las expectativas del valor del intercambio. Este rompimiento que se les está imponiendo y su necesidad material de darle sentido al mundo que les rodea está imponiendo expresiones subjetivas, nuevas y viejas, aunque lo que es viejo reviste un nuevo aspecto, a medida que la sociedad va cambiando su cualidad de forma objetiva.
La política de la retirada, ya sea en el plano personal —tal como se ha observado en el estallido de los movimientos de autoayuda—, o en el ámbito social —tal como sucede con las diversas expresiones de autonomía— busca lograr vivir fuera de la base material de la sociedad. Es decir, se busca de alguna forma organizar la vida fuera del uso de las herramientas en torno a las que se ha establecido actualmente la sociedad. Con esto se propone que el procedimiento correcto será crear un nuevo mundo divorciado del antiguo dentro de nuestra propia mente o dentro de alguna comunidad compartida que exista fuera de la sociedad predominante.
Esto es imposible, ya que toda la sociedad se organiza en torno a las herramientas. La historia es la progresión sobre la forma en que la sociedad se organiza en torno a esas herramientas que avanzan todo el tiempo. El poder político es la habilidad de insistir forzosamente en cuáles son las herramientas que se utilizarán y la forma en que la sociedad se organizará en torno a éstas. Quienes se encargan de dirigir un orden social no pueden y no permitirán que las personas organicen una “contra-sociedad” dentro o afuera de la propia sociedad.
Los revolucionarios hacen partícipes a los jóvenes para introducir nuevas ideas
El hecho de que este razonamiento no sea correcto no significa que se deba desechar. Los revolucionarios deben participar dentro de las respuestas subjetivas generalizadas que surgen ante el proceso objetivo en el que está inmersa la clase en su conjunto. Nuestra labor con la juventud no debe ser diferente a nuestras tareas en cualquier otra parte dentro de la nueva clase. Los revolucionarios deben participar en las respuestas subjetivas generalizadas que surgen ante el proceso objetivo en el que están inmersos estos jóvenes e introducir nuevas ideas.
Finalmente, hay jóvenes revolucionarios que consideran que los bienes y los artículos de necesidad básica de la vida y las herramientas que los producen son su derecho humano, sencillamente por el hecho de haber nacido. Entre las fuerzas sociales en movimiento, este grupo nos debe llenar de una gran esperanza para el futuro. A estos jóvenes revolucionarios que nunca han experimentado la cima productiva del capitalismo se les puede y de hecho se les está llegando con perspectivas de una nueva sociedad mucho más fácilmente que sus predecesores económicos. A este segmento de la juventud no se le necesita decir qué está sucediendo; simplemente se les está ofreciendo un marco y herramientas intelectuales para que comprendan los procesos del único mundo que realmente han conocido.
El proceso es objetivo. Su experiencia de vida confirma nuestra perspectiva filosófica. Así que armémonos de valor y agrupémonos camaradas, que ya se avecina un nuevo día.
noviembre/diciembre 2013.Vol23.Ed6
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