Voz de la Liga de Revolucionarios por una Nueva América

¡Uniendo las luchas por las necesidades humanas y por el planeta con una visión de cambio revolucionario!

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Iluminando el camino a una nueva América

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Nota del editor: ¡En este número de ¡Agrupémonos, Camaradas! estamos publicando la Resolución Política de la Liga de Revolucionarios para una Nueva América, adoptada por los delegados a su novena Convención, celebrada en Chicago, Illinois, durante junio de este año. La Resolución Política es un análisis político general y una estimación de la situación internacional y nacional. Expone cómo la organización ve el mundo, los cambios que tienen lugar, una visión de lo que puede ser el mundo y una estrategia para llegar allí.

El fundamento de toda relación social y económica, la cultura y el sentido de identidad ha entrado en un proceso de cambio, destrucción y renacimiento. En tiempos que hacen época no hay teoría ni ideología que pueda servir de guía revolucionaria. Sólo una filosofía enraizada en la ciencia y reveladora del cambio puede orientarnos. La primera etapa del cambio, el inicio del antagonismo y la polarización ya está presente en todo aspecto de la vida. En la Liga, hemos mantenido nuestra perspectiva. ¿Por qué? Porque desde muy temprano comprendimos que el salto de la producción electromecánica a la robótica inevitablemente conlleva un salto de un orden social a otro.

La crisis financiera, provocada por el creciente uso de la electrónica en la producción, sigue afirmándose a nivel mundial y nacional. La crisis cíclica del bajo consumo se agudiza. La producción automatizada reemplaza del mercado toda mercancía hecha a mano. En el proceso, los salarios se rebajan al costo de la producción automatizada. Toda producción con mano de obra, incluso la de los propios trabajadores, se vuelve superflua. La producción sin precedentes y la necesidad sin precedentes caracterizan nuestros días. La revolución electrónica en la producción junto con la crisis cíclica provoca una quiebra sin igual del sistema capitalista.

Cuando la electrónica reemplaza la mano de obra, se está empleando el dinero—en lugar de la producción—para hacer dinero. Cuanto más se emplea la electrónica, más valor pierde el dinero. Al perder su capacidad de expresar el valor de cambio, el dinero, en lugar de ser una inversión en la producción, se convierte cada vez más en un instrumento de especulación. Cada vez menos se destina a los salarios. Las consecuencias son una polarización sin precedente de riqueza y pobreza. Mansiones de cientos de millones de dólares y una deuda nacional de miles de billones de dólares: he aquí la destrucción del dinero como expresión de valor.

Entonces, ¿cómo pueden seguir adelante la producción y el intercambio? La clase capitalista ha mostrado que no puede gobernar. Se ha pronunciado la sentencia de muerte del capitalismo. Ahora por fin existen las condiciones objetivas para lograr el sueño histórico de rehacer la sociedad en servicio de los intereses de la humanidad.

Sin importar su política, la gente está harta del gobierno. No confía en él. Se van conjugando todos los elementos para una convulsión social.

El pueblo está respondiendo a la raíz de los problemas que enfrenta, pero todavía no la comprende cabalmente. Ni comprende la realidad del fascismo en los Estados Unidos, que va sumergiéndose.

Los revolucionarios no pueden entender este momento y sencillamente seguir como antes.

La polarización a nivel global

Estamos presenciando el avance exponencial de la revolución electrónica y su huella en la economía. Mientras se profundizan mundialmente la polarización y la crisis, vemos que la clase dominante acelera sus esfuerzos para lidiar con la propiedad privada y mantener su dominio sobre ella. Al enfrentarse a los cambios en curso en la economía y geopolítica del mundo, dentro de los círculos gobernantes se ha desatado una lucha a nivel nacional e internacional. El orden global actual ha imperado desde el derrumbe de la Unión Soviética. El orden unipolar y hegemónico se ve retado por el auge de un nuevo orden multipolar, en especial por la Federación Rusia y la China, potencias emergentes haciendo frente a la hegemonía estadounidense. La base fundamental del proceso es la profundización de la polarización y la inestabilidad.

El avance del ritmo de la producción automatizada, la destrucción de valor en curso y, al paso, la disminución del valor del obrero junto con la polarización de la riqueza y la pobreza: todo esto conduce forzosamente al aumento y predominio del capital especulativo. La actual hegemonía del capital especulativo es un fenómeno global. Conforma una dimensión integral de la globalización en la época de la electrónica. La producción sin mano de obra equivale a la producción sin valor. El capital especulativo no crea valor, sino que se lucre mayormente acumulando enormes cantidades en base a la deuda.

Con la creación de un mercado mundial, las corporaciones nacionales se convierten en corporaciones multinacionales, las multinacionales se transforman en transnacionales y las corporaciones transnacionales llegan a ser supranacionales. Estas corporaciones supranacionales se han incorporado en los Estados nacionales. Para proteger los intereses de la propiedad privada, la emergente clase dominante a nivel global está creando un orden mundial fascista y formulando una cosmovisión fascista.

En el capitalismo, la guerra es políticamente inevitable. Se entremete en la política, como instrumento, a tal punto que, al fijarse la política, la guerra se vuelve el medio inevitable de desarrollar e implementar.

Alrededor del mundo, la polarización económica y política, cada vez más aguda, define nuestra época. El mercado global sigue encogiéndose y el centro de gravedad económico se desplaza del Occidente hacia el Oriente. Se desarrollan nuevas polaridades entre los EE. UU. y sus aliados, ahora obligados a defender sus economías nacionales. Los bloques regionales fuera de las áreas de influencia de EE. UU. se van consolidando con el fin de proteger sus propios mercados. Mientras tanto, más países discuten las alternativas al petrodólar norteamericano como cambio de divisa en el comercio del petróleo. Al ir perdiendo su predominio económico en el mundo, los EE. UU. se pone progresivamente en pie de guerra con más de 800 bases militares alrededor del planeta. Aparte de su cerco militar de la Federación de Rusia y la China, la política militar norteamericana está diseñada para crear inestabilidad regional y conflictos alrededor del mundo como respuesta a la creciente influencia económica de sus adversarios. Estas condiciones no sólo dan paso a la guerra mundial total, sino también a la posible aniquilación de la humanidad en una guerra nuclear.

La paz es una cuestión de vida o muerte para las masas de las clases trabajadores del mundo, incluyendo el movimiento emergente aquí en nuestro país. Ahora es una cuestión de supervivencia para la propia humanidad. Imponerles la paz a los que hacen guerra es un acto profundamente revolucionario. Implica crear una sociedad en que la explotación, la competencia y la desigualdad se erradican, y, en el acto, se pone fin a la guerra para siempre.

El fascismo

Hoy día el fascismo—la fusión de las corporaciones y el Estado—es un fiel reflejo de una revolución económica que está destruyendo los cimientos de la propiedad privada. El fascismo tiene sus aspectos subjetivos (conscientemente elaborados por la clase en poder), pero el que estamos viviendo en EE. UU. y en otras partes no es una opción subjetiva de la clase dominante, sino un reflejo objetivo del desarrollo económico. Al transformarse la base económica de la sociedad, la superestructura social y política que se apoya en ella y la refleja también tiene que cambiar. El fascismo actual pretende promover todo un nuevo mundo en base a la propiedad privada sin capitalismo.

Este proceso conlleva diversos aspectos, distintos pero interrelacionados. Primero se desarrollaron las bases objetivas del fascismo, sus aspectos económicos. Estos se muestran en la fusión de las corporaciones con el Estado, y ya es una realidad. Se han aprobado y se siguen aprobando leyes que eliminan los derechos económicos de los trabajadores y rebaja aún más el nivel de vida de las masas. Estas leyes están cambiando la estructura legal para proteger los intereses de las corporaciones y la clase dominante y excluir al pueblo norteamericano.

El crecimiento de una nueva clase de proletarios amenaza la propiedad privada. La clase gobernante no les puede permitir voz ni voto en la dirección de la sociedad. Aún la limitada democracia burgués que hemos conocido cede el paso a la dictadura de las corporaciones.

La clase gobernante no puede ni darle marcha atrás a la tecnología ni salvar el sistema capitalista. En este momento, el mundo está permanentemente en pie de guerra. Se está aumentando el presupuesto militar de los EE. UU. con recortes a los fondos para las necesidades básicas del pueblo. Se están militarizando las economías y sociedades del mundo. La guerra nuclear es un peligro constante. La catástrofe ambiental destruye el planeta. La clase gobernante se ve obligada a lidiar con las consecuencias sociales de una desigualdad profunda. La polarización de la riqueza y la pobreza ha alcanzado dimensiones obscenas. El 82% de la riqueza producida en 2017 quedó en manos del 1% más rico de la población global, mientras que la mitad más pobre del mundo, 3.7 mil millones de seres humanos, no vio ningún aumento en absoluto. En los EE. UU los tres norteamericanos más ricos son dueños de la misma cantidad de riqueza que la mitad más pobre de la población estadounidense. Para controlar las revueltas en aumento que tienen lugar alrededor del mundo, incluso en los EE. UU., su táctica necesariamente es tomar la ofensiva contra el pueblo. Tienen que asegurar los modos de controlarlo.

Una fuerza policíaca militarizada está golpeando y asesinando a la gente; se están destrozando y deportando familias; las conversaciones y actividades de decenas de millones de norteamericanos están bajo la vigilancia del Estado; el gobierno toma la ofensiva contra los que alzan su voz. Estamos presenciando la creación de un clima en que la vida de un creciente sector del pueblo norteamericano no vale nada.

Con esta ofensiva, que llamamos el rostro social del fascismo, la clase dirigente no prueba su poder, sino que admite su debilidad. Nos muestra que es tan débil que tiene que recurrir a la violencia desenmascarada para así imponer un mínimo de cohesión social.

La lucha por la supervivencia del trabajador, su lucha por las necesidades básicas de la vida puede superar las mentiras y trucos de la clase gobernante. Los revolucionarios cuentan con la objetividad de esa lucha para presentar nuevas ideas.

La tecnología cualitativamente nueva le plantea a la sociedad una opción: o mantener la propiedad privada bajo un Estado fascista o la posibilidad de una sociedad cooperativa en base a la propiedad pública de los medios de producción socialmente necesarios y la distribución del producto social según la necesidad. El movimiento fascista moderno surge sobre la base de este antagonismo y es una respuesta a él. El verdadero blanco es el sistema político, la sustitución de una forma de Estado por otra que permita que operen sin restricciones y a su plenitud los intereses de la propiedad privada.

Esto no se puede dar automáticamente. La clase dominante necesita cierta dinámica política para despejar el camino de obstáculos e impulsar hacia delante la nueva economía. Están sentando las bases para un nuevo movimiento político mediante la unión total de los intereses del poder corporativo y del Estado. La clase dominante está adaptando su ideología a las nuevas condiciones, buscando a tientas una ideología política fascista más plenamente desarrollada, que facilite las nuevas formas fascistas de gobierno y poder del Estado. Las amargas disputas librándose en el seno de la clase gobernante sobre cómo llevar a cabo su programa forma parte de la lucha para consolidar un movimiento fascista que refleje las nuevas condiciones.

La creciente crisis económica conducirá sin duda a una crisis política, el choque entre dos procesos antagónicos, uno viéndose obligado a destrozar el otro para sobrevivir. La crisis que se avecina es la imposibilidad de mantener la superestructura democrática burguesa dado los cimientos económicos cualitativamente nuevos que se están creando. Para salir adelante, la clase gobernante está construyendo una base de masas para el fascismo.

La historia de los EE. UU. está arraigada en el genocidio de los pueblos indígenas, la esclavitud, el concepto de “el país del hombre blanco” y la conquista y explotación de otros pueblos. Actualmente, se va imponiendo toda una cultura fascista de violencia, odio y menosprecio. Es la base ideológica para una óptica en que el individuo no tiene derechos y el gobierno y la sociedad no tienen ninguna responsabilidad ni económica ni moral por el bienestar de su gente.

La nueva clase

Cada paso que toma la clase gobernante empeora la situación. Tienen que seguir desarrollando la tecnología y produciendo más con cada vez menos mano de obra. A su vez alrededor del mundo, se está produciendo cada vez menos valor mientras se crea más dinero. Por todas partes, la globalización está debilitando el sistema de soborno social.

Nuevos medios de producción están eliminando la necesidad del trabajo humano en el proceso productivo y creando una nueva clase de trabajadores. Es un nuevo sector de la clase trabajadora, que lleva una nueva cualidad. Está fuera de, y no le interesan en absoluto, las relaciones de propiedad privada.

La mayoría de la nueva clase sólo tiene trabajo esporádico, a salario mínimo o por debajo del salario mínimo y a tiempo parcial, y actualmente constituye el 40% de la fuerza laboral. Este sector empleado de la clase constantemente se ve empujado hacia el creciente sector desempleado, abarcando desde el desempleado por elementos estructurales al trabajador viviendo en la indigencia absoluta y sin hogar.

Apartada cada vez más de la relación trabajador—capitalista, la nueva clase se ve obligada a luchar como clase por un nuevo orden en que la sociedad es dueña de los medios de producción y el producto social se distribuye de acuerdo con la necesidad. El programa real de esta nueva clase es abolir la propiedad privada, y este programa comunista favorece a la sociedad entera.

El papel histórico de esta nueva clase es unir a todos aquellos que puedan unirse y dirigir la sociedad hacia un nuevo mundo. Su capacidad para lograrlo dependerá de que adquiera una conciencia de sí misma en cuanto de clase y de su misión.

Los desposeídos

El mundo está en constante movimiento. La política revolucionaria se adapta al cambio. Los cambios en la economía crean desplazamientos en el centro de gravedad político. Los revolucionarios se concentran en el centro de gravedad actual y se ajustan a él.

Primero examinamos lo que está ocurriendo objetivamente en el país, el punto más débil del enemigo. Tenemos que identificar cuál grupo en este momento, bajo las condiciones particulares desarrollándose actualmente en el mundo real, es capaz de adelantar el proceso por el camino hacia la sociedad comunista. Una vez identificamos este “centro de gravedad” es indispensable desarrollar un plan para influir políticamente sobre este grupo, como medio de influir sobre la clase en su conjunto. A la misma vez, con este enfoque estratégico, una organización de revolucionarios no sólo configura la formación política e intelectual de la clase, sino que busca influir la revolución que se avecina en los EE. UU.

La progresión de la electrónica ha irrumpido en el seno de la política norteamericana. Este sector, antes seguro, de la clase trabajadora industrial y un sector de la inteligencia ataban las masas a la clase capitalista. La destrucción de este bloque intermediario es políticamente de suma importancia.

El sector de la nueva clase de los recientemente desposeídos es educado, cuenta con una conciencia social y está adaptado a la organización. Los hay de todos los colores y nacionalidades. No son en nada una entidad política cohesiva y se han enfrentado uno contra el otro por diferencias de color, etnia, género y religión. Por ser parte del sector “intermediario” de la política norteamericana que respaldaron las políticas de la clase gobernante, muchos de ellos tienden a contarse entre los más conservadores social y económicamente. Su situación económica en deterioro los está obligando a actuar en contra de estas condiciones, y, al hacerlo, van a llevarse tras ellos—por su ubicación en la sociedad—un enorme sector de la sociedad.

Ellos constituyen el centro de gravedad. Nuestro programa es el de la nueva clase. Nuestro punto de concentración actualmente son los recién desposeídos.

El crecimiento acelerado de la nueva clase y el surgimiento de su sector recientemente desposeído está revolucionando el panorama político. La clase dirigente se ve obligada a atacar su propia base. Está empobreciendo y maltratando a la misma gente que una vez la apoyó. Esta nueva relación de fuerzas—la destrucción y el debilitamiento de la base de apoyo de la clase dirigente y la pérdida de sus fuerzas de reserva—está forjando el fundamento para una nueva etapa de revolución social. Tenemos que comprender y captar esta nueva realidad y adaptarnos a ella.

La lucha por la unidad de la clase

El objetivo de los que ocupan el poder es impedir que la revolución proceda sobre una base de clase. Su meta es asegurar que la nueva clase no se una. Los cambios en la economía le plantean el problema de mantener la desunión de la clase trabajadora. La creciente magnitud sin precedente de la igualdad de pobreza, una igualdad que no conoce el color, está forjando la base para la verdadera unidad de clase.

Los privilegios sociales otorgados a los trabajadores blancos a costa de los trabajadores afroamericanos siempre los han separado. Pero con la eliminación del soborno social, estos trabajadores se pueden unir en base a los intereses de clase económicos y políticos que comparten. Es objetivamente posible la verdadera unidad de clase de los trabajadores norteamericanos. Por primera vez en nuestro país, la fórmula que se ha empleado para controlar y explotar a todos los trabajadores desde hace siglos empieza a derrumbarse. Hoy, objetivamente, se pueden sustituir los vínculos políticos en base al color con vínculos políticos en base a la clase. Con orientación política y propaganda, al ir cobrando los trabajadores una conciencia de clase politizará los que están en su alrededor los que empobrecen a diario y los que ya no forman parte, objetivamente, de la base material de apoyo político de la clase gobernante.

Para cualquier victoria, la unidad es la clave. La unidad de la fuerza revolucionaria, la clase comunista que se va formando actualmente, se basa en la conciencia de clase. La unidad se apoya en la nueva y objetiva igualdad económica de la clase y la lucha por una conciencia subjetiva racional. Los revolucionarios por todo el país tienen que librar la lucha dentro de cada sector de la clase trabajadora. Los cambios objetivos están redefiniendo los frentes de combate en los EE. UU. Las fuerzas que bajo ciertas circunstancias conformaban reservas remotas ahora se encuentran arrojadas al frente de lucha. Tenemos que orientarnos hacia las nuevas tendencias y organizaciones del movimiento espontáneo que vemos levantarse por todo el país. Pero si vamos a aprender de la historia, tenemos que avanzar en el seno del sector de la clase que históricamente ha sido la base de apoyo de la burguesía. Este es el vínculo clave que une la clase, y tenemos que lograrlo ahora.

En los EE. UU., la manipulación del concepto de la raza dentro y en contra de la clase ha mantenido a la clase trabajadora potencialmente más poderosa del mundo impotente y sometida a sus amos. Al igual que con cualquier fenómeno, la interpenetración y transformación de estas partes contradictorias de raza y clase requieren que nos centremos fijamente en su desarrollo e interrelación históricos. Esa dialéctica se basa en la tenacidad de aferrarse en lo anticuado en contra de la irresistible fuerza de lo nuevo y emergente.

La raza es un concepto político, no científico. Se emplea a modo de identificación y se puede utilizar de cualquier forma que le convenga a la clase dirigente. Esta clase no puede abandonar el arma de la raza, dado su desarrollo histórico y papel integral en la política norteamericana. Los cambios irreversibles en la economía mundial, que se manifiestan como globalización, son incompatibles con el persistente uso de raza basado en el color de la piel. La clase gobernante tiene que adaptarse. El color en calidad de identificación racial aún persiste, pero lo va sustituyendo la identificación en base a la cultura y las diferencias de clase. Están utilizando estas diferencias de clase y cultura con la clase dirigente como el fundamento ideológico de su ataque salvaje contra la nueva clase como clase. Clase y color están entrelazados. Lo nuevo nunca reemplaza de golpe lo viejo. La clase gobernante no ha abandonado su manipulación de las divisiones en base al color a fin de intensificar sus ataques contra las masas afroamericanas y aislarlas, así dividiendo y debilitando la clase en conjunto. La historia del racismo hace posible tales acciones y propaganda. Esta táctica ofensiva de la clase dirigente es crucial en su lucha por imponer el fascismo a toda la sociedad.

No importa cómo la clase dominante intente dividir nuestra clase, la realidad es que actualmente los trabajadores no pueden avanzar sin resolver los problemas que enfrenta la nueva clase en su conjunto. Estamos lidiando con una cuestión política. La nueva clase ya está formándose en función de una unidad fundamentada en lo práctico, real y posible. Plenamente consciente de la viabilidad del problema de la raza y cómo lo utiliza políticamente la clase dominante, nuestro objetivo estratégico es la unidad política de la nueva clase.

La conciencia se queda atrás de los cambios objetivos que observamos. Por lo tanto, en el plano subjetivo, hay que luchar por la comprensión de la unidad de clase. Reconocer lo imprescindible de esa unidad es cuestión de la conciencia. No será fácil porque enfrentamos siglos de divisiones nacionales, étnicas y raciales, superables sólo con una lucha intelectual mano a mano con la experiencia cotidiana. Hay que aprovechar todas las luchas de la clase para explicar el significado de su actividad y mostrarle una visión de la sociedad cooperativa posible y una estrategia para realizarla.

La táctica de la Liga es llevar a cabo la lucha por la unidad política sobre el terreno en que crece la desigualdad de la pobreza. Nuestro objetivo es la unidad de la clase, imponiéndose a divisiones en base al color, la nacionalidad o el género. No se puede hacer nada sin unidad y conciencia. Hay que afirmar la consigna consagrada de “Todos para uno, y uno para todos”. Tenemos que acudir con nuestra propaganda dondequiera que se den los ataques contra nuestros hermanos y hermanas de clase. La unidad de la nueva clase en base a la distribución de acuerdo a la necesidad es la única ideología que refleja la realidad de las condiciones materiales y el potencial de la nueva tecnología. Es la única ideología que realmente expresa los intereses y aspiraciones de la mayoría del mundo al luchar por sus necesidades inmediatas.

Los revolucionarios emplean todos los medios en la lucha por unir la nueva clase políticamente.

Acercándonos a una nueva etapa de conciencia

Está surgiendo un amplio movimiento social en respuesta al empeoramiento de las condiciones. Dentro de este movimiento, las exigencias de la nueva clase se afirman cada vez más. Las implacables consecuencias de la constante introducción de medios de producción innovadores dejan cada vez más claro que las exigencias de la nueva clase coinciden con los intereses de toda la sociedad.

Viviendo una creciente pobreza y la negativa del gobierno y los políticos a atender sus reclamaciones, los trabajadores están perdiendo su fe en el gobierno e iniciando un proceso de separación del sistema político. Es un paso necesario en su desarrollo como clase y para independizarse de la clase capitalista. Ya no basta con sencillamente contraatacar. Los trabajadores están empezando a presentar propuestas en su propio beneficio. Empiezan a exigir que el gobierno resuelva los males de la sociedad. Esto significa algo fundamentalmente nuevo para la revolución en los EE. UU. Objetivamente, un sector de la clase trabajadora está tratando de romper ideológicamente con los capitalistas.

Quisiéramos recalcar un punto especial sobre la juventud. Los jóvenes están en condiciones para jugar un papel importante en la revolución. Tienen el problema especial y la oportunidad única de integrarse en una sociedad en transformación. La realidad objetiva es que no tienen futuro en el sistema actual. Un movimiento de la juventud tendrá que aprender cómo crear el nuevo mundo en que vivirá. Es por eso por lo que queremos atraerla a la Liga—ayudar a preparar la juventud para su papel revolucionario en la lucha por un nuevo mundo.

Las mujeres siempre han desempeñado un papel primordial en la historia norteamericana. El movimiento de las mujeres actual forma parte integral de la lucha por el futuro de la humanidad y las mujeres de la nueva clase por fuerza están en la vanguardia. La revolución no puede triunfar sin que las mujeres aporten su indispensable contribución, y la Liga presta las condiciones para que lo hagan.

La respuesta de los trabajadores a la ofensiva clasista en su contra se está extendiendo, al ellos perder sus esperanzas y sueños, como ocurre cuando se pierde un trabajo bien pagado, el hogar o la atención médica. Empiezan a luchar por las necesidades básicas para vivir y unirse a otros en esa lucha, sin importar el problema en concreto. El impulso hacia la unidad entre los trabajadores de la nueva clase surge de sus intereses comunes, arraigados en la lucha por las necesidades básicas. Las condiciones que comparten están minando todas las viejas ideologías empleadas para dividir la clase. Mientras los dirigentes llevan a algunos trabajadores hacia una perspectiva más fascista, un creciente número de la clase se acerca a una postura de mayor conciencia social. Esta es una fase necesaria en el proceso que emprende la nueva clase de deshacerse de las viejas ideas e independizarse políticamente de la clase gobernante. Con la conciencia social, los trabajadores llegan a comprender que son miembros de una clase y que necesitan la solidaridad de clase. Toman conciencia de la clase gobernante y de que ella tiene intereses de clase contrarios a los suyos. Los revolucionarios tienen que retener y desarrollar los impulsos hacia la conciencia de clase, sin importar lo contradictorios y embrionarios que sean.

Las reclamaciones de este creciente movimiento son objetivas. La gente no puede darse por vencida y regresar a la casa. Necesitan vivienda, comida, cuidado médico, en fin, todo lo esencial. También están exigiendo una sociedad que garantice la justicia, la igualdad y la democracia. Esta lucha corre pareja con la lucha por las necesidades para la vida porque los trabajadores no pueden asegurar la democracia sin asegurar su control sobre estas necesidades. Sus demandas chocan con el Estado, que se interpone a la obtención de sus necesidades vitales. Este movimiento está objetivamente (si no conscientemente) luchando por transferir la propiedad capitalista a sí mismo y así asegurarse los medios de la vida y una sociedad democrática. En las actuales condiciones históricas, una sociedad democrática próspera y auténticamente democrática en beneficio de los trabajadores sólo puede conseguirse con el comunismo.

La aparición de terceros partidos es inevitable en tales circunstancias. La creciente tendencia hacia un tercer partido forma parte del reciente proceso de división y destrucción de las instituciones de la clase gobernante como consecuencia de los cambios económicos objetivos. Estos partidos no serán sencillamente uno u otro de los terceros partidos articulándose actualmente, sino que reflejarán el gran movimiento social conforme a su desarrollo. Los revolucionarios se unen a este movimiento de la misma manera que a cualquier otro—en base a la lucha por la unidad en torno a las demandas concretas de la clase por empleos, vivienda, atención médica, educación y otras necesidades de la vida.

La actividad electoral es una escuela indispensable para el desarrollo de ambos, la organización y la concientización de la clase trabajadora. Los obreros utilizarán el proceso electoral como herramienta de lucha para obligar al gobierno a garantizar que se atiendan sus necesidades básicas. Su experiencia en este proceso los preparará para finalmente darse cuenta de que sus problemas no tendrán resolución en la urna. Es imperativo influir la conciencia de los revolucionarios que participan en el proceso. Los revolucionarios siempre se unen a los impulsos de independencia política de los trabajadores y utilizan la propaganda para concientizar e influir sobre la dirección política.

El desarrollo de un tercer partido, aún uno creado por la clase dominante, constituye una fase indispensable en el proceso revolucionario. Acelerará la polarización política de la sociedad y la formación política de la nueva clase. Un tercer partido significa un paso adelante en el proceso de tornar las luchas económicas dispersas en luchas políticas unidas contra el Estado. Es un paso necesario e inevitable hacia un partido de los trabajadores y la forma embrionaria de expresión política de la conciencia de clase, que el partido de los trabajadores representa. La evolución de las diversas formaciones de partidos refleja la de la conciencia de los trabajadores y su impulso hacia la independencia política de la clase gobernante. Un tercer partido es una fase indispensable en el desarrollo de la conciencia de los trabajadores.

La clase gobernante no puede permitir que los intereses de corporaciones individuales, ni aun de industrias enteras o sectores de la economía, interfieran con su objetivo fundamental de retener la propiedad privada y mantenerse en el poder. Tienen que estabilizar la economía y dominar el enorme orden económico y político. Sólo el Estado puede intervenir para imponer tal estabilidad. A fin de proteger la propiedad privada en nombre de la clase gobernante en conjunto, el Estado tiene que tomar el control de la economía, es decir, nacionalizarla. Por otra parte, los trabajadores necesitan la nacionalización en su propio interés para asegurar sus necesidades, y, objetivamente, están luchando por ello. La batalla final del proceso revolucionario se librará por el control del Estado, en gran parte debido a su dominio sobre la economía. La nacionalización prepara el terreno para la futura batalla que se librará en contra del Estado en lugar de miles de capitalistas dispersos. La nacionalización plantea la cuestión de a qué clase sirve el Estado y se convierte en un campo de batalla que facilita la concientización de la clase.

Las dispersas luchas por el agua potable accesible, la comida, la ropa, la vivienda, el cuidado médico y la educación—todas—tienen una causa en común. En conjunto, se pueden resumir políticamente como un programa de nacionalización a favor del pueblo. El acceso público al agua potable quiere decir la nacionalización de las reservas de agua del país, al igual que el control público de la atención médica de calidad, la vivienda y la educación pública de calidad y gratuita requieren la nacionalización en beneficio de la sociedad y no de los intereses privativos de la minoría corporativa. Los trabajadores no están reclamando la nacionalización en sí, pero objetivamente están luchando por ella. La demanda de la nacionalización en beneficio de los intereses del pueblo se está desarrollando en base a las necesidades en común y está presente en todas las luchas actuales. Estas luchas empiezan a unirse. La batalla por las necesidades de la vida hoy representa la lucha contra el fascismo.

Un nuevo tipo de revolucionarios se están involucrando en estas luchas. Son luchadores prácticos, no ideológicos. Hay un fundamento objetivo para que el pueblo se una, que está minando todas las ideologías utilizadas para dividir la clase. Las nuevas fuerzas son muy firmes en su entendimiento y actividad. Pero sin una estrategia y una ideología que refleje la nueva situación no pueden triunfar. El papel de los revolucionarios es contribuir a la lucha esta estrategia e ideología.

Lo importante en este proceso es que la gente se está deshaciendo de la muy arraigada idea de que aquellos que eligen, y hasta el mismo gobierno, van a representarlos. Están dándose cuenta de que no puede haber democracia mientras las corporaciones se apoderan de la economía. Esta es una fase necesaria en el desarrollo de los trabajadores como clase y para su independencia política de la clase capitalista.

Las demandas de los trabajadores de nuevas soluciones surgirán en el mismo proceso de descubrimiento de que el Estado no va a atender sus reclamaciones. Los revolucionarios operan dentro de este proceso para desarrollar las fases de concientización por la línea de marcha de las luchas económicas aisladas a luchas políticas unidas contra el Estado. Tal tarea exige difusión extensa de la propaganda en el seno del creciente movimiento, que ofrezca una visión de lo que es posible y una estrategia para lograrlo.

A derrocar la estrategia del enemigo

Cualquier enfoque de planificación, sea dentro de una corporación, una unidad militar o una organización, tiene que empezar con una evaluación de la situación en su totalidad. Estudiamos la correlación de fuerzas, la estrategia y tácticas del enemigo, sus puntos fuertes y débiles, así como los nuestros. Una vez entendemos la situación que enfrentamos, discutimos lo que tenemos que hacer y cómo hacerlo. Este enfoque nos permite pensar estratégicamente sobre lo que hace la clase gobernante y aprovecharnos de los procesos objetivos en marcha para vencerla.Ya sea en una guerra militar o una guerra política, no es posible derrocar el enemigo sin superar su estrategia. No se gana la guerra simplemente atacando las tácticas del enemigo. El contraataque sin una visión de lo que hoy es posible sólo desarma a nuestra clase.

Actualmente, ¿cuál es el objetivo estratégico de la clase gobernante? Es la defensa de la propiedad privada, no la del capitalismo. Quiéranlo o no, se verán obligados a abandonar el sistema capitalista. La clase gobernante comprende que no puede seguir por el mismo camino. Sabe que no puede seguir creando dinero sin crear ningún valor social de modo que la gente del planeta se empobrece cada vez más mientras el mundo anda repleto de dinero.

Si estudiamos la historia mundial de los últimos miles de años, observamos que una y otra vez se ha abandonado un sistema y luchado por otro nuevo. La esclavitud, el feudalismo y el capitalismo son fases cuantitativas en el desarrollo de la propiedad privada. Pero en sí no eran etapas estratégicas. El objetivo estratégico siempre era la propiedad privada. Si los capitalistas tienen que cambiar la forma para retener el contenido, se ha comprobado que lo hacen. Y lo están haciendo ahora mismo. Mientras atacan los derechos y el nivel de vida de las masas, están evolucionando, paso a paso, un nuevo sistema basado en la propiedad privada.

Las tareas de la Liga

Estratégicamente, el enemigo está a la defensiva. El sistema capitalista ha acaparado al planeta entero. Cualitativamente, los nuevos medios de producción están destruyendo el sistema. El capitalismo sólo puede existir mientras pueda expandir. Ha llegado a los límites de su expansión. En términos tácticos, la clase dominante ha tomado la ofensiva. Su objetivo es impedir que los trabajadores cierran filas por una causa común.

Estratégicamente, nuestra clase ha tomado la ofensiva. Se debe a que los medios de producción, cualitativamente nuevos, están destruyendo el sistema capitalista y sentando las bases para un mundo sin propiedad privada. Tácticamente, nuestra clase está a la defensiva, ocupada en la lucha por defender lo que tenía, incapaz de concebir lo que es posible.

La trinchera final de la clase dominante es la defensa de la propiedad privada. Por eso, es desde aquí que tenemos que orientar todas nuestras tácticas. Algunos sectores de la inteligencia ya están cuestionando el capitalismo. Los revolucionarios no tenemos que fijar nuestra línea de ataque aquí, pero sí podemos aprovecharnos de esta oportunidad para tomar la ofensiva tácticamente. Queremos contribuir lo que otros no pueden.

Atacamos el sistema de la propiedad privada. Señalamos que, esta vez, es necesario derrocar la propiedad privada y transferir los enormes medios de producción, convirtiéndolos en propiedad pública.

Esta ofensiva contra la propiedad privada no puede resultar exitosa sin una visión. Todo nuestro trabajo tiene por objetivo crear junto al pueblo norteamericano una visión de lo que es posible. Es la visión de un mundo en que nadie tiene que luchar contra otro por el pan diario de nuestra existencia; una visión en que la cooperación y la satisfacción de las necesidades humanas son los principios que sirven de guía; una visión que satisface los más profundos deseos del pueblo por la paz.

Los revolucionarios enfrentan duras dificultades: la base establecida del fascismo y sus ascendentes rasgos políticos y sociales, además de la aparición de un movimiento antifascista que no tiene la mínima posibilidad de éxito si no reconoce que el comunismo es la única solución. Sin embargo, estas realidades tienen que conformar nuestras tácticas.

Hay que convencer al pueblo norteamericano de la verdad de que se puede poner fin a la propiedad privada. Eso es posible sólo si los revolucionarios tienen una respuesta. Antes, era sectario decir que lo que necesitamos es el comunismo. Hoy día no es sectario; es la solución práctica a los problemas que enfrentan los obreros. El comunismo significa los medios de producción socialmente necesarios en manos de todos y la distribución del producto social de acuerdo con las necesidades.

No es una proposición de otro mundo, sino la expresión de los más profundos anhelos del pueblo: libertad de las trabas de la explotación, la garantía de que cada persona pueda contribuir a la sociedad, no sufrir de necesidad y la expectativa de una mejor vida que hace posible la verdadera democracia.

Los norteamericanos han luchado por esta visión, pero sólo ha podido realizarse parcialmente. Hubo una vez en que los norteamericanos adoraban al Rey George. Cambiaron las condiciones, y se lanzaron a una revolución para romper con la monarquía y el dominio de los ingleses. Hubo una vez en que la mayoría del pueblo norteamericano aceptaba la esclavitud. Cambiaron las condiciones, y llegaron a comprender que tenían que acabar con la esclavitud, luego librando una guerra para lograrlo. Las condiciones vuelven a cambiar. Las tecnologías nuevas hacen posible realizar el sueño por el cual han luchado generaciones de norteamericanos.

Sólo podemos transmitir esta visión con la difusión extensa de la propaganda. Tenemos que llegar a los trabajadores llevando el mensaje de que se puede poner fin a la propiedad privada. Tenemos que mostrar que una sociedad cooperativa no sólo es posible, sino que es la única solución posible a los problemas que enfrentamos.

La causalidad es el fundamento filosófico de nuestra organización. Nuestro entendimiento de que los eventos de hoy son el fundamento de los de mañana exige no sólo que estudiemos detenidamente el presente, sino que usemos ese conocimiento para prepararnos para mañana. La progresión de los eventos políticos sigue el proceso dialéctico, es decir, de fases cuantitativas a fases cualitativas. No es posible tratar con el cambio cualitativo sin adaptar el pensamiento y la actividad a cada etapa de desarrollo cuantitativo. Una preocupación esencial es lograr la misión de la Liga. Tenemos que unir a los revolucionarios partiendo de las demandas de la nueva clase, educándolos y convenciéndoles de la solución cooperativa, comunista, como medio de lograr la primera tarea, que es garantizar cierta unidad política de la clase. Al hacer esto, la Liga podrá lograr la tarea apremiante de reclutamiento.

Hasta ahora, los eventos del último período han dado la razón a nuestra línea general. Un elemento fundamental de nuestro pensamiento es que una nueva fuerza motriz (el microchip) ha permitido el desarrollo de los nuevos medios de producción que están destrozando el valor como base del intercambio. La producción sin valores está marginando una nueva clase de proletariado, que no puede sobrevivir sin la distribución de acuerdo con la necesidad. La destrucción de valores y el nacimiento de una clase comunista han llevado al partido comunista (la expresión subjetiva del movimiento en sí) de una base ideológica a una concreta y práctica, es decir, política. El antiguo partido comunista ideológico es obsoleto y hay que reemplazarlo con un partido comunista práctico y político que represente la marcha de una clase comunista real. Ese partido no existe. Más la historia no puede avanzar sin él. ¿Cómo se forma? ¿Qué clase de organización de revolucionarios se necesita para formar el partido? Estas son algunas de las interrogantes que el creciente impulso social le ha planteado a todo revolucionario.

No se ha hecho nada en EE. UU. que no haya sido con grupos pequeños, pero han sido grupos pequeños basándose en gigantescos procesos en marcha. Si nosotros podemos captar esa dialéctica, podremos lograr algo importante en la historia.

¡Hasta la victoria!

septiembre/octubre.2018.Vol28.Ed5
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